miércoles, 16 de diciembre de 2009

Jugando....

- Buenas tardes Julián, llego algo tarde, hemos tenido una reunión de claustro inesperada - dejo las carpetas sobre una silla, y el bolso y la chaqueta colgados en el gancho de la pared.
- Estaba preocupado, llevo esperando esta clase ya días, como siempre está tan ocupada, pero me alegro de que haya podido venir, ¿y cuál va a ser la clase de hoy? - te pones de pie a la espera de que me acerque a la mesa de despacho, pero no lo hago, y vacilas entre sentarte de nuevo o quedarte como estás.
- ¿Ya no recuerdas de qué iba el tema de la clase? Pues sí que empezamos bien, yo que vengo con retraso... - me dirijo al biombo que hay en un lateral del despacho - Espérame aquí que me cambio de ropa y enseguida empezamos, - sigo hablando desde detrás del biombo. - Hoy íbamos a trabajar los roles en un encuentro entre hombre y mujer ¿recuerdas?
- Ah si! ahora lo recuerdo. - Miras en dirección al biombo, esperando poder ver algo por las rendijas - ¿Tenía que haber venido vestido de alguna manera especial? Lo digo porque parece que se está preparando a conciencia.
- Bueno, ya te dije que me gustan las clases prácticas, son las que más enseñan... - por encima del biombo aparece la falda, y al poco rato la camisa que llevaba puesta, - y en este caso vamos a empezar con algo básico...
Te acercas un poco más al biombo y coges la blusa, acercándola a tu nariz para olerla.
- Buen perfume - intentas ver por encima del biombo. - Recuerdo que me dijo que le gustaban más las prácticas, pero, siendo la asignatura que es, eso podría llegar a excitarme ¿lo sabe?
Asomo la cabeza por un lateral del biombo.
- No se trata de que te excites, se trata de que aprendas, por eso esta asignatura es de Comportamiento Humano y estas prácticas se engloban específicamente en el comportamiento sexual...pero recuerda que soy tu profesora en todo momento. - Aparezco vestida con pantalones de camuflaje, camiseta caqui ajustada, y unas botas militares de caña alta. - Bien, veamos, entonces para la clase práctica de hoy, supongamos que eres un cadete recién llegado y yo soy tu sargento...veamos si eres capaz de superar la prueba, las otras veces lo hiciste estupendamente, casi de excelente.
- ¿Tengo que llamarla mi sagento? es algo que no he comprendido - tragas saliva, seguramente por la indumentaria, y las botas.
- Me llamarás Mi Sargento, y de usted, cadete - me cuadro delante de ti, con las manos a la espalda, marcando pecho, - lo primero es el respeto, - te observo de arriba a abajo con mirada penetrante.
- !!A la orden mi sargento!!, lo que usted diga - tus ojos se desplazan durante unos segundos hacia mis pechos marcados debajo de la camiseta, pero enseguida desvías tu mirada al frente.
Enarco una ceja y sonrío durante un leve momento, posando la mano sobre el bíceps musculoso del brazo que levantas en el típico saludo militar.
- Veo que has sido entrenado duramente, estos músculos parecen listos para la acción...
- Sí, mi sargento, fuí entrenado para la acción - sin dejar de mirar al frente, frunces el ceño pensando a qué clase de acción me estoy refiriendo. - Y bien, ¿qué es lo que ordena usted para hoy? - tensas más el musculo, para que siga agarrándolo y note su fuerza.
- Bien, empezaremos con unas cuantas flexiones para comprobar tu aguante...al suelo cadete, brazos estirados, ese trasero más tenso...adelante! uuuunaaaaa, doooooosssss... - me coloco encima de ti, con una pierna a cada lado, observando atentamente el subir y bajar de esos brazos musculosos.
Te colocas en posición de flexión y comienzas a bajar y subir, girando un poco tu cabeza, para observarme mientras estoy por encima de tí, e intentas impresionarme haciendo unas cuantas flexiones. Sonrío cuando sé que no puedes verme.
- No, no, cadete, estás subiendo demasiado ese trasero....- me agacho hasta quedar en cuclillas sobre tus nalgas, - cada vez que me roces tendrás que hacer diez flexiones más.
Te quedas rígido, con los brazos estirados y me miras, sonriendo levemente.
- Mi Sargento... ¿usted me quiere matar hoy?
- Estoy comprobando tu capacidad cadete, y eso implica ser capaz de ir más allá de tus límites...¿es que no te ves capacitado? - Te sonrío abiertamente mientras empujo lentamente tu espalda con el dedo índice para que inicies el descenso de nuevo. Después de dos flexiones más te quedas en el suelo.
- ¿Y qué sucedería si no fuera capaz de hacerlo? - Casi me parece detectar un tono de desafío, aunque la posición que mantienes es de aparente rendición. Enarco una ceja, y levantando una de mis botas la coloco sobre tu espalda.
- ¿Quieres desafiarme? No te lo recomiendo, puede que pases los próximos días en un calabozo frío y húmedo.....es lo que ocurre cuando el cadete no complace a su sargento.
- Es que no me veo capaz de seguir haciendo esas flexiones si la noto a usted rozándome las nalgas cada vez, creo que es superior a mis fuerzas. - Mi bota te presiona un poco más y gimes levemente.
- Date la vuelta, cadete. - De mi bolsillo trasero extraigo unas esposas y agachándome rápidamente engancho una de ellas a tu muñeca y te indico con un gesto de la mano abierta que te levantes, apartándome ligeramente pero no tanto, para que tengas que hacerlo pasando muy cerca de mi cuerpo.
- Espero que sepas comportante como se espera de tí, soldado. Te levantas lentamente y te pegas tanto a mi cuerpo que puedes sentir mis pechos, notando como con el roce mis pezones se endurecen.
- Y yo espero no defraudarle mi sargento.
Sin apartarme ni un centímetro, tiro del brazo esposado hacia atrás, y tomando el otro brazo lo llevo también a tu espalda, acercando mi cuerpo al tuyo, esposando ambas manos juntas. Mi mejilla roza la tuya, y con voz autoritaria te susurro al oído, - Sé que no me defraudarás, estoy segura de ello. Al escuchar mi voz, ya sabes que sí, que estás en mis manos y que no tienes nada que hacer.
- Mi sargento, ¿permiso para hablar?
- Adelante, tienes permiso para hablar. - Me coloco a tu espalda, tirando hacia abajo de las esposas, comprobando que están bien cerradas, observando la postura que mantienes, atenta a tus reacciones.·
- Bueno, quería decirle que su forma de instruirme me gusta, además de el tono de su voz, no sé si eso será bueno para mi instruccion, porque en cualquier momento podría sentirme atraído por usted. - Giras un poco la cabeza, mirando mis labios, comiéndotelos con la mirada. Suelto las esposas y vuelvo a colocarme delante de ti
- Así que empleando la táctica del peloteo... ¿Estás intentando camelarme cadete?¿Crees que porque me digas que soy deseable no voy a tratarte como mereces? - Agarro con fuerza tu camiseta y la desgarro de arriba a abajo.
- Mi sargento si piensa eso, es muy libre de hacerlo, solo le digo lo que mi cuerpo está experimentando, si lo prefiere le diré que no me atrae, pero eso sólo le servirá a usted. - Miras mis manos y en tu imaginación deseas que mis manos toquen tu cuerpo. - Puede hacer lo que quiera conmigo, no seré yo quien le diga a un superior lo que tiene que hacer.
- Cadete, de rodillas....mirada al frente y nada de tonterías....así que no te atraigo....
- No, no me atre nada mi sargento, - caes de rodillas, - ¿esto es lo que quiere? - tu mirada se clava en la pared, intentando no mirarme, ya que podrian delatarte tus deseos. Doy una vuelta completa a tu alrededor hasta colocarme de nuevo delante de ti.
- No desvíes la mirada.... - levanto mi camiseta caqui y acerco mi cinturón a tu boca. - Desabróchalo con los dientes. - Siento el impulso de agarrarte por el pelo y acercarte más, pero me contengo.
- Lo que diga mi sargento. - Intentas desabrochar el cintron, cosa que parece imposible, la hebilla está muy dura para tu boca, pero al intentarlo, tu lengua roza la parte descubierta de mi vientre.
- Imposible, no puedo hacerlo, espero que no se enfade...
Ahora sí que no me contengo. Te agarro del cabello y tiro de tu cabeza hacia atrás.
- ¿De qué te estás relamiendo, soldado? - Acerco mi rostro al tuyo, manteniendo mi boca a escasos milímetros de la tuya, mirándote a los ojos con severidad y lascivia. - ¿No eres capaz de cumplir una simple orden?
- No es que no sea capaz, pero que me haga desabrochar el cinturón con la boca, creo que no hay nadie que pueda hacerlo, mi Sargento.
- Entonces tendré que castigarte de forma que no olvides que siempre, siempre, debes seguir las órdenes de un superior. - Me desabrocho el cinturón y bajo la cremallera, y esta vez tus dientes tiran del pantalón hacia abajo, ahora sí puedes complacer a tu Sargento.

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