viernes, 17 de febrero de 2012

La libertad



Quien tiene que saberlo, sabe perfectamente qué causa este post... Para los demás queda el post... espero que no les disguste demasiado...

Desde que hemos comenzado nuestra relación, mi relación con mi Ama Alyna, tengo una pequeña inquietud. Bueno, muchas, pero hoy les quiero hablar de una. Y es que, como dijo una persona que me cayó re-simpática (Erun), desde que he comenzado a vivir esta preciosa relación D/s, me siento más libre. Lo que, a poco que se piensa, resulta algo paradójico. Quien haya leído ya algo en este blog sobre nuestra relación creo que caerá en la cuenta inmediatamente: aunque mis razones cuentan para mi Ama, es ella quien decide en última instancia sobre muchos ámbitos comunes pero también míos. Es decir, renuncio a dictarme yo mis propias reglas, aceptando las Suyas para dirigir mi vida. No sólo: acepto algunas restricciones acerca de lo que puedo y no puedo hacer, que limitan mi conducta.

Vamos, que a simple vista soy menos libre que hace 6 meses. Pero, claro, en un cierto sentido sigo sintiéndome más libre. Entonces, parece que hay que pensar mejor qué significa libertad. Normalmente “libertad” viene a significar dos cosas diferentes: libertad como autodeterminación y libertad como no impedimento. La primera (libertad positiva) consiste en ser soberano sobre uno mismo, ser capaz de dictarse – sin influencias que puedan provocar que no sea capaz de establecer mis propias preferencias – las propias normas. En este sentido, se dice libre un pueblo democrático que decide colectivamente el conjunto de normas que van a regir su vida común. La segunda (libertad negativa) es aquélla de los derechos subjetivos: digo que tengo un derecho subjetivo cuando puedo hacer algo o no hacer algo, y nadie puede forzarme o reprenderme por hacerlo.

Mi intuición es que ahora soy menos libre en ambos sentidos: no me dicto a mi mismo las reglas que voy a seguir, excepto aquella que reenvía a las reglas que me dé mi Ama (pero no es en eso en lo que consiste la libertad positiva, del mismo modo que no llamamos libre a un pueblo que elige regirse por las normas de un dictador); y ahora puedo hacer menos cosas – es decir, mi Ama me puede obligar a hacer ciertas cosas y me pide que no haga otras – de las que hacía antes. Mi espacio de libertad se ha restringido en estos dos sentidos.

Por supuesto, se puede pensar que en ambos sentidos mi libertad se ha ampliado: elijo seguir sus normas, y ahora puedo hacer cosas (como arrodillarme a Sus pies) que antes no podía hacer. Pero me parece que eso es estirar las ideas hasta hacerlas llegar donde nos interesa.

Últimamente he hecho un poco de outing... jejejeje. En ese proceso, de contar a los cuatro vientos la intensa emoción que me produce que mi Ama me ponga el collar, le comenté estas mismas ideas a un amigo. Muy leído él, me comentó que se me escapaba el concepto de libertad de Baruch Spinoza (perdón por lo friky... pero mis amigos son un poco frikys... y yo un poquito...).

Spinoza es un simpático determinista: considera que la causa última de todos los eventos es Dios, así que cuando creemos estar eligiendo algo en realidad no estamos eligiendo nada. Por decirlo así: todo está ya escrito. Entonces, ¿en qué sentido tenía un concepto de libertad Spinoza? Como autoconciencia de la propia naturaleza. Esto es, somos libres en la medida en que conseguimos darnos cuenta de que nuestras aparentes “elecciones” están dictadas por lo que en realidad somos, por nuestra naturaleza. Ser libre, por tanto, sería comportarse según la propia naturaleza.

No soy muy amigo de naturalezas ni de determinismos: creo que somos dueños, al menos parcialmente, de nuestros destinos, y que buena parte de lo que parece natural no es producto sino de condicionamientos sociales, psicológicos, etc. Creo que podemos elegir, no todo, pero sí mucho.

Pero hay algo en Spinoza que me atrae: supongo precisamente porque ahora me siento más libre. Precisamente en el sentido de Spinoza. Y es que, Señoras y Caballeros, con mi Ama Alyna puedo expresar un aspecto – mejor dicho, varios – acerca de lo que soy. En particular, junto con mi Ama he vivido experiencias, sentimientos y emociones que me han llegado a lo más hondo del corazón.

Y es que me siento de verdad menos libre cuando, como en estos días, no puedo estar a su lado, ponerme a su disposición. Porque, claro, desde luego, elijo hacerlo. Pero no hacerlo no es lo mismo que no ir al cine, no publicar un post en este blog o respetar las señales de tráfico. Esto es mucho más íntimo y afecta a quien quiero ser. Esto es, podría – como muchos hacen – renunciar a aquello que creo ser. Pero cada vez tengo más claro que así no podría ser feliz. Siendo libre siendo aquello que creemos y queremos ser.

machi{AmAly}

 

martes, 14 de febrero de 2012

Mis dobles, mi Ama Alyna y yo


La verdad es que llevo ya mucho queriendo escribir este post: las buenas razones son innumerables, y las malas muy pocas, pero por alguna extraña combinación astral parece que no se ha dado la oportunidad. Pero cuando uno tiene algo que contar, al final termina saliendo por un lado u otro...

Veamos por dónde sale: me cuenta mi Ama Alyna que últimamente Le llegan muchas preguntas acerca de cómo nos comportamos en público, cómo nos relacionamos entre nosotros “fuera de sesión”, etc. Ello porque, cuando se nos pregunta, decimos que vivimos una relación Femdom 24/7. Sin embargo, el punto de este post no es, como enseguida se verá, el significado del 24/7 o, si lo es, sólo de manera muy tangencial.

Lo que más intriga a la gente es si se produce un cambio de actitud y/o de comportamiento fuera, dicho de manera clara, de la alcoba. Respuesta (no apta) para los impacientes: depende. Depende de qué se entienda por cambio de actitud o de comportamiento. Por supuesto que no me paso el día de rodillas ni nada de eso... pero en nuestra relación existe un continuum... me explico.

El primer factor de continuidad es la aceptación (no estratégica) por parte de ambos de un conjunto de normas acerca de nuestra relación. Por poner sólo dos ejemplos sencillos: yo me dirijo a mi Ama siempre de Usted, excepto en ocasiones en las que deseo comunicar ciertos sentimientos o que estemos en presencia de personas que no conocen el tipo de relación que llevamos; mi Ama siempre considera mis razones sobre cualquier argumento, excepto cuando expresamente Ella decide que las únicas razones que van a contar en esa ocasión serán las Suyas.

Pero hay un segundo factor de continuidad. Parecerá una perogrullada... pero siempre somos nosotros, las mismas personas. En realidad no es ni perogrullada ni obviedad. Y es que nosotros nunca representamos ningún papel ni recitamos como actores en el escenario del Bdsm. Esto hace que nuestra relación sea expresión de algo extremadamente íntimo, expresión de lo más profundo de cada uno de nosotros.

Ahora bien, ni nuestros tonos ni nuestras miradas ni nuestras palabras son las mismas cuando estamos en el Fetish que cuando estamos viendo una película en casa, con ropa de casa. Faltaría más. Son sí diferentes gamas en la misma escala de colores pero que implican comportamientos y actitudes diferentes. Supongo que algunos se preguntarán cómo es el paso de una situación a otra, pero aquí lo único que les puedo decir es que surge con una naturalidad sorprendente y que si no sucediera de manera simultánea – como es por fortuna nuestro caso – tendríamos algunas serias dificultades.

Pero hay más... siempre hay más... hay un caso, una situación, una manera de vivir nuestra relación muy articulada y llena de matices, relación que, en ocasiones, tengo la sensación de que se sale de esa escala de colores de la que antes hablaba. Mejor dicho: tengo la sensación de que se trata directamente de otra escala de colores; como si fuera una escala análoga. Una al lado de la otra. La impresión de otra escala de colores es tan fuerte que en ocasiones hasta casi se me olvida.

Explico un poquito mejor este otro “arco-iris”. Alguna vez he oído que el olvido es uno de los mecanismos más habituales de nuestro cerebro para poder seguir tirando hacia delante. Si no olvidáramos los recuerdos poco agradables, simplemente costaría demasiado seguir viviendo. Pero, además del olvido, hay otro mecanismo, menos radical, que consiste en que tengamos recuerdos de algunas experiencias pasadas como si casi fueran experiencias de otros. No es que uno no sepa que son experiencias propias, pero las vive con cierta distancia.

Esto, supongo, puede deberse a diferentes factores. Pero aquí no es eliminar o matizar los propios recuerdos lo que me interesa... lo que quiero señalar es cómo uno puede tener ciertas experiencias, también positivas, que vive con una conciencia intermedia entre lo propio y lo ajeno. He aquí mi doble: una personita que hace y deshace, y de quien estoy muy seguro de no ser sino yo mismo, que parece tomar decisiones autónomas ligeramente diferentes a las que yo tomaría. Una forma parcialmente diferente de pensar, escribir, comportarse... etc. 

Nada de trastorno de la personalidad: ni yo me siento mal, ni ella, ni ignoro su existencia, ni ella la mía. Convivimos en pacífica armonía entre nosotros, y también con mi Ama, que nos quiere un montón a ambos. Ah! por cierto... su nombre es Lulú... y tal vez un día la conozcan.

Pero antes que presentaros a Lulú, lo que me interesa es deciros que no es una persona plana, sin matices. Como os contaba antes, ella misma es toda una escala de colores, con sus diferentes tonalidades, que incluyen tanto la del domingo por la tarde en el sofá como la del sábado por la noche en el Fetish, con inquietudes parcialmente diferentes a las mías, muy contenta de existir y de que su Señora Le dé el espacio necesario para crecer y vivir.

Sinceramente, sólo siento que gano con la existencia de Lulú, que no pretende ser una mujer pero que adopta en ocasiones algunos comportamientos tradicionalmente femeninos, que ríe, llora, piensa, ama y siente con tanta intensidad, o a lo mejor incluso más, de la que yo siento. No es sinceramente algo que me esté trastornando... al contrario... es sólo algo que me hace más feliz... que no se siente como un medio para llegar a otro sitio, que se siente como un fin en si misma y que disfruta enormemente viviendo y compartiendo la vida con su Ama.

Así que la pregunta inicial... bueno... digamos que requería de una larga y articulada respuesta... continuidades y discontinuidades parciales... al fin de cuentas sólo tengo un cuerpecito, una cabeza y unos deditos para escribir... y siempre sigo siendo yo.

machi-Lulu{AmAly}

La primera vez que supe de su existencia me sorprendí, no porque fuera algo extraño conocer a un sumiso al que le gustara la feminización, eso hace un tiempo que dejó de sorprenderme, sino por la marcada personalidad de ese lado femenino, tanto es así que le di un nombre: Lulú. Desde ese momento Lulú ha ido creciendo a mi lado, desde que nació siendo una traviesa provocadora hasta ahora que se comporta y muestra como una auténtica señorita, ampliando sus horizontes más allá de lo sexual. 

Cuando una relación se amplía de dos a tres miembros siempre se produce un cierto reajuste, incluso en este caso en el que dos de los miembros cohabitan en el mismo cuerpo. Cada cual tiene una relación conmigo ligeramente diferente, ya que sus puntos de vista y su manera de comportarse son también diferentes. Disfruto de mis conversaciones con una y con otro, y cada cual me aporta mucho más de lo que yo había soñado jamás. 

Podría parecer un poco una locura, pero en realidad es la libertad última de poder ser en cada momento quien se quiere ser. A diferencia de la feminización forzada en la que se obliga al sumiso a vestirse de mujer muchas veces como forma de humillación erótica, o de castigo, en este caso lo que sucede es que dos personalidades definidas van turnándose en aparecer y en hacerme feliz. Amb@s son sumis@s, amb@s me adoran, amb@s crecen conmigo y amb@s me enseñan algo nuevo cada día.

Me siento muy orgullosa cuando veo a Lulú vestida, arreglada, maquillada, pero sobretodo cuando se relaciona con los demás. Es un poco descarada, provocativa y provocadora, sensible, con una conciencia social acusada. Sus pasos aún son algo inseguros, aún está en el proceso de conocerse, pero pisa con fuerza, y me siento muy afortunada de tener a mi lado a dos personitas tan interesantes y entregadas.

Que os voy a decir.... amor de Ama....


En busca de la identidad perdida


Hace tiempo que me intereso por lo estudios de género. Cuando tenía 21 años cursé una materia sobre teoría política feminista en la Universidad. Aquel curso me impactó mucho... no sólo en el sentido en que me pareció muy estimulante intelectualmente, sino porque me puso en cuestión: tocó no una sino dos fibras diferentes. 

La primera de ellas fue la fibra del cuidado. Según una psiquiatra norteamericana – Carol Gilligan – el desarrollo moral de niños y niñas tiene algunas importantes diferencias: mientras que los varones mantienen una racionalidad práctica – es decir, el tipo de razón que utilizamos cuando nos preguntamos qué debemos hacer – basada en reglas cuya aplicación es medianamente clara, la racionalidad práctica de las féminas está basada en la conservación de una red de relaciones sociales en la que el bienestar de cada una de ellas es el objetivo último. Uno de los reflejos de esta diferente manera de comportase se encuentra, según Gilligan, en cómo reaccionan unos y otras durante los juegos: para los varones lo fundamental es que el juego se desarrolle conforme a las reglas y, si se encuentran con alguna controversia sobre su desarrollo están dispuestos a acudir a un tercero imparcial para que decida; para las féminas, lo importante no es el juego, sino el bienestar de cada uno de los participantes. De este modo, cuando en los juegos femeninos surge una controversia, lo más frecuente es que la niñas abandonen el juego: es más importante el bienestar de las participantes que el propio juego o el disfrute de éste. Esto generaría – siempre según Gilligan – una importante diferencia en el desarrollo moral de hombres y mujeres: los hombres se preocuparían por comportarse conforme un determinado conjunto de normas; para las mujeres, por el contrario, lo importante no sería tanto satisfacer tales reglas cuanto el cuidado de cada una de las personas. 

Cuánta razón tenga Gilligan es cosa controvertida y no muy importante en este momento en el que, en realidad, deseaba hablar de otra cosa: de la segunda fibra. Mejor dicho, más que de una segunda fibra de lo que me interesaba hablar es del reflejo de esto. En particular, de cómo los varones – especialmente aquellos por debajo de los treinta años – acomodan su personalidad frente a un modelo de mujer muy diferente de aquel de sus antepasados. Me explico.

Un intelectual italiano – Norberto Bobbio – dijo una vez que la revolución más importante del siglo XX no fue ni la rusa ni ninguna otra de las que normalmente nos vienen a la mente. La revolución más importante ha sido la silenciosa revolución de las mujeres, que no sólo han conquistado  derechos políticos y civiles sino que han roto, al menos parcialmente, con un modelo de feminidad que las confinaba al mundo de lo natural, lo privado, lo sentimental y lo pasivo. Feminidad quería decir procreación, cuidado de los demás, abnegación y también castidad. Dicho en pocas palabras, la buena madre de familia de los felices 50 y 60 (al menos en Estados Unidos) que ocupaba su tiempo en mantener la casa y tal vez pertenecer a algún club de amigas.

Buena parte de las mujeres – en realidad no sé muy bien cuántas – no se adaptan ya a este rol, a esta manera de proyectar su propio plan de vida. Creo que muy pocas mujeres se plantean hoy en día si trabajar o permanecer en casa, si dedicarse exclusivamente al cuidado de los hijos o condicionar su plan de vida a un hombre exclusivamente por ser una mujer. Y creo sinceramente que esto es una cosa buena, un auténtico avance para la humanidad. Es más, creo que jamás querría tener como compañera de vida a una de esas mujeres del pasado (si es que existen hoy).

El siglo de las mujeres, como es obvio, no podía no tocar el papel de los hombres, especialmente en la esfera pública. Dos han sido las reclamaciones históricas del feminismo: educación y derecho de sufragio. Y, si bien queda mucho por hacer, al menos eso creo yo, el camino dejado a la espalda es ya largo. Pocos, excepto los reaccionarios más trogloditas, pensarían en una educación de niños y niñas separadas, negar el puesto de trabajo a alguien por razón de su sexo o pensar que el género es razón suficiente para no atribuir derecho a un ser humano. 

Para esto, aunque repito que queda mucho que hacer, la estrategia era sencilla: bastaba con hacer que el género dejase de ser algo relevante. Sencillamente se ha pensado que se debía enseñar en el colegio lo mismo a un niño que a una niña, que su voto vale lo mismo, o que es indiferente para el puesto de trabajo. Al menos para la mayoría de los ámbitos públicos.

Donde las cosas han sido y están más difíciles es en el ámbito privado, no ya porque el modelo de feminidad siga siendo el de antaño y una mujer piense que se tiene que comportar como sus abuelas frente a sus maridos. Si una amiga me dijera que su chico le dice que tiene derecho a exigirle  prestaciones sexuales le aconsejo a ella que huya, y a él que vaya al psicólogo... Lo que parece claro es que los nuevos modelos de feminidad, de qué es una mujer y cómo debe comportarse, están a años luz de esto.

El problema son los referentes de masculinidad actual; mejor dicho, la ausencia total de ellos. Bien entendido: desde luego, modelos de masculinidad hay y referente también. El único problema es que aquellos están algo anticuados: son casi exactamente los mismos de hace cincuenta años, aquellos de nuestro padres y abuelos, y anteriores al cambio de entender la feminidad. Es decir, modelos que indican a los hombres (entre otras cosas) cómo comportarse con un modelo de mujer que en realidad ya no existe desde hace tiempo. 

Desde luego, no es que uno necesite patrones de conducta que seguir al pie de la letra en su vida privada y/o afectiva. Pero si uno carece de referentes es como si se encontrara solo en la selva con un machete: puede ir en cualquier dirección abriéndose camino, pero será una cosa muy laboriosa. Más sencillo es ir modificando la senda ya transcurrida por otros. El problema es que aquel tradicional es un camino que nos lleva hacia un lugar al que la mayoría de nosotros no quiere ir ni en realidad podría ir. Si yo me presento frente a una mujer en una relación afectiva con los patrones de conducta de mis padres y abuelos a mi edad, casi seguro que me manda a freír morcillas, y haría bien. 

Vamos, que andamos más despistados que un pavo en nochebuena. Tenemos alguna idea de cómo comportarnos y hacia dónde queremos ir... pero no sabemos cómo comportarnos en determinadas circunstancias. Dicho en pocas palabras: en ocasiones se nos pide que nos comportemos como seres humanos sensibles con grandes dosis de respeto hacia nuestra pareja al mismo tiempo que se nos pide que nos comportemos como machos ibéricos pasionales y unilaterales. Vamos, lo que se suele llamar de manera esquizofrénica. Y esto está provocando bastante casos en chicos jóvenes que no saben muy bien quienes son y cómo relacionarse con el otro sexo.

¿Tendrá esto algo que ver con el aumento exponencial de gente que entra en las páginas del mundo Bdsm? Hay dos factores que ayudan a explicar dicho aumento: en primer lugar, internet, el cual permite acceder a una cantidad tal de información sobre el tema que quien no se informa sintiéndose atraído por este mundillo es porque no quiere; en segundo lugar, no sé si han caído en la cuenta de la cantidad de imágenes que nos llegan desde todos los ámbitos con referencias claramente bedesemeras. 

He aquí una tercera razón: el mundo del Bdsm no nos ofrece modelos completos de masculinidad ni de afectividad; no nos dice qué tipo de hombre debemos ser; pero ofrece al menos referentes más o menos claros. Nos ofrece, dicho de otro modo, una identidad en la que refugiarnos: un referente del que podemos aceptar algunas cosas y rechazar otras pero que nos sirve de patrón para orientarnos. Tengo la sensación de que algunas personas, sobre todo las personas más jóvenes que se acercan a este mundillo, en realidad van buscando una identidad. Un lugar donde al menos sentirse orientados, donde saber cómo pueden y deben comportarse y, tal vez, donde ser felices.

machi{AmAly}

Me da la sensación de que si hiciéramos una encuesta entre la población masculina, para la mayoría somos esos seres incomprensibles que para colmo de males, parece que ya no necesitan al género masculino para ser felices. 

Esto puede resultar muy desconcertante a cualquier edad, y yo diría que atraer y conquistar a una mujer hoy en día rquiere de un enfoque totalmente distinto al de hace unos años. No voy a abogar por una sociedad más femenina, sinó por una sociedad más equilibrada (y no quiero decir con ello igualitaria). En este sentido, el papel de la mujer ha sido marcar la avanzadilla, demostrando que se pueden asumir a la vez los roles asignados históricamente a los distintos géneros, y ahora es el momento de que los hombres hagan lo mismo. No es una cuestión de ceder, no es una cuestión de perder masculinidad, sino de comprender, apreciar e integrar el otro lado de la moneda. De esta forma conseguiremos hablar el mismo idioma, y creo que entendernos algo mejor.

Es comprensible que el hombre actual se mire a si mismo y se dé cuenta de que quien cree que es, aunque encaje en la sociedad actual, en el ámbito privado ha quedado desfasado. Puede resultar desconcertante y frustrante, e incluso sentirse inadecuados, y el BDSM, o mejor dicho la D/s, proporciona ese marco de referencia en la intimidad, la aceptación necesaria para sentirse adecuado, bien sea porque se adecúe a un estereotipo de hombre establecido, o bien porque se adapte al modelo definido por otra persona. Es un primer paso en la propia definición de esa identidad que permite sentirnos parte de la sociedad, una parte valiosa y útil.


lunes, 6 de febrero de 2012

Los efectos secundarios del BDSM

Los tiempos cambian y estoy segura de que en sus inicios nadie pensó en los efectos secundarios que el BDSM podía provocar, y no me estoy refiriendo a la adicción a la intensidad y a la fantasía, sino al cambio de perspectiva que se produce después de conocer y vivir las paradojas de este mundillo.

A un nivel muy básico, el otro día comentaba con una buena amiga que una vez que se prueba ya no es posible volver a lo que se conocía y practicaba antes, sin sentir que nos falta algo. Se podría decir que en el mundo vainilla no hay tanto morbo, ni tanto juego, ni la sexualidad es tan rica y variada, pero si lo analizamos friamente, los juegos son numerosos pero no infinitos, y el morbo llega un momento en el que de tanto explotarlo tampoco es que llame tanto la atención. Después de los primeros 500 azotes, 20 lamidas de botas y pies, 150 ataduras y otros cuantos juegos más, incluso la novedad se vuelve rutina.

Dándole vueltas a este asunto me preguntaba qué es lo que hace que para mi sea un mundo fascinante y he llegado a algunas conclusiones:
  •  Es cierto que la intensidad, la variedad y la fantasía hacen que la sexualidad se viva de forma prolongada, se mantenga latente la excitación y permanentes nuestras ganas de seguir experimentando esas sensaciones. Se podría pensar que es por una adicción a las famosas endorfinas, pero yo diría que hay algo más allá, mucho más fuerte que una sustancia química o biológica y es la liberación de la que ya he hablado otras veces. Liberarse de tabúes, pero sobretodo de la convicción de ser bichos raros, vernos reflejados y comprendidos en otras personas es una sensación de realización y de alivio que de por sí nos llena de alegría y de energía.
  • Pero existen otros efectos secundarios, y es que existe un factor que es bastante habitual en los que nos movemos por el mundillo del BDSM, que es nuestro carácter transgresor, de no aceptar como válido que nos digan que socialmente somos inadaptados, o pervertidos, o enfermos. A quien nos pone alguna de esas etiquetas simplemente le sonreímos, porque sabemos que no nos entienden y que no saben lo que se están perdiendo. Dentro de ese ámbito transgresor nos planteamos cuestiones muy básicas acerca de las relaciones, acerca del bien y del mal, de lo aceptable y de lo inaceptable, e intentamos escribir algunas reglas que nos permitan definir este mundillo... y aquí empieza lo realmente interesante y fascinante para mi.
  • Debería ser fácil escribir unas reglas si realmente somos una comunidad definida, o si este mundo que reconocemos como nuestro tuviera unos rasgos diferenciales, distintos, concretos, que nos permitieran decir "esto es BDSM, y esto no lo es". Pero en el tiempo que llevo yo en esto, aún no he sido capaz de encontrar un texto aceptado por todos, más allá de las interpretaciones individuales, y por lo tanto no es de extrañar que la expresión más habitual en este mundillo sea "mientras sea algo consensuado, pues todo es aceptable". Y no sé si os dais cuenta de lo que esto implica....
  • Vivimos en un mundo regido por reglas, normas y leyes tanto sociales, como legales, como científicas. Todo lo que sucede a nuestro alrededor se sujeta a alguna regla. Pero.... en el BDSM, sólo he encontrado una que sea aceptada por todos: consensuado (lo de sano, seguro y sensato lo he visto puesto en tela de juicio en diversas ocasiones, por eso no lo considero como algo aceptado por todos). Y si cada individuo, o cada grupo de individuos puede elegir la forma de interactuar, y aún así entendernos unos a otros, y unos con otros, se forma la base para la tolerancia (lo sé, aún queda un trecho para llegar a este punto plenamente, pero la semilla está sembrada).
  • Pero es que aún puedo ir más lejos. En este mundo en el que se entremezclan los opuestos de tal manera que se difuminan las fronteras entre unos y otros, es decir, placer y dolor se superponen, el bien y el mal o lo que se considera bueno o malo empieza a ser dudoso, incluso desconcertante, donde lo aparentemente lógico deja de serlo, donde ceder la voluntad sea la mayor expresión de libertad, donde tener el control sea la mayor expresión de espontaneidad, en un mundo tan contradictorio como paradójico, es imposible que eso no nos haga reflexionar sobre el resto de nuestra vida, y lo que empezó siendo un juego erótico, una búsqueda de una sexualidad más rica, o más excitante se convierte en la puerta para descubrir que los conceptos que creíamos firmes, ya no lo son tanto. Cuando uno se sumerge hasta el fondo en las paradojas del BDSM se da cuenta de que fuera, en el exterior, nuestra perspectiva de las cosas cambia, y aquello que esperamos que sea como siempre, ya no lo es.
  • Y es que el BDSM es también un camino hacia una nueva forma de ver el mundo en general, y ahora seguro que estais pensando que se me ha ido totalmente la olla, pero me limito a explicaros mi experiencia. Ahora mismo me doy cuenta de que mantengo una doble perspectiva sobre la naturaleza de las cosas, la de dentro del BDSM y la de fuera de él. Cuando me muevo en el mundo convencional parecen seguir funcionando las mismas reglas de siempre, pero... ya no las siento como verdaderas, siento que lo verdadero (y como verdadero quiero decir que es real para mi, no que sea una verdad absoluta), es lo que sucede dentro del mundo del BDSM. Y me explico...
  • Hasta llegar al BDSM, el mundo se dividía en cosas buenas y malas, aceptables e inaceptables, y en general, tanto la sociedad, como las doctrinas que nos rodean, se esforzaban en perpetuar lo "bueno" descartando lo "malo". Prueba de ello son todas las filosofías de la Nueva Era en las que se promulga hasta la saciedad lo de trascender el ego, traer nuestra sombra a la luz, promover la paz, la justicia, el bienestar.... Sé lo que estais pensando.... "pero eso está bien ¿no?¿para qué queremos lo malo?"... pues porque lo bueno no podría existir sin lo malo, es lo que tiene la dualidad, que los conceptos se definen por la existencia del opuesto. Y este es el punto en el que vivimos: el de los opuestos; el punto en el que lo bueno es aceptable y lo malo es lo inaceptable.
  • Pero.... ¿que ocurre cuando lo bueno y lo malo se superponen?¿cuando no hay una clara distinción entre bueno y malo? Pues que nos damos cuenta de que ambos son necesarios, de que ambos viajan juntos, de que dolor y placer van de la mano, de que lo bueno y lo malo se complementan, coexisten, y dejamos de considerar las cosas que suceden a nuestro alrededor como A o B... y pasan a ser A y B. ¿Y cual es la consecuencia de esto? Pues que ya no tenemos que elegir entre ambas, está bien que esté A o B o ambas... y eso.... eso es un salto cuántico en la percepción de la realidad. Ya no luchamos, porque no hay lucha posible donde hay aceptación. Es la aceptación de la entrega total, en la que está bien el mimo y el azote, la alabanza y el castigo, la humillación y el elogio, el dolor y el placer, el dar y el recibir... eso no significa que no demos importancia a ciertas cosas, significa que las cosas a las que damos importancia son más auténticas, más puras, más esenciales.
  • Yo no había sentido tal grado de autenticidad hasta que llegué al mundo del BDSM, en el que parecen ir cayendo uno a uno todos los pedestales, todos esos símbolos de la sociedad que hasta ahora conocía, y empieza a emerger una sociedad diferente, donde los valores tradicionales son sustituidos por valores más esenciales, donde la base es el respeto, la confianza, la libertad, la comprensión, la aceptación de la diversidad... sé que muchos no lo vereis así y me direis que en este mundillo siguen habiendo otros intereses que no son éstos, y yo os digo que esto es un proceso, uno que ya se ha iniciado, y que lleva su tiempo, pero que las semillas, si mirais a vuestro alrededor, ya están creciendo.
Podeis llamarme idealista.... o quizá es que yo os veo con otros ojos.


sábado, 4 de febrero de 2012

La humillación en la cuerda floja

La humillación es el tema estrella en el que me estrello a menudo: no la pillo, la verdad. Quizá sea porque me resulta altamente escurridiza de comprender. Para mi, humillación significa que alguien se siente mal por una situación, por algo que hace o dice, o le hacen o le dicen... pero desde que estoy en el mundillo del BDSM, esto de sentirse "mal" ya no sirve de barómetro ¿porqué? Pues porque hay quien precisamente busca sentirse "mal" como forma de excitarse. A partir de ahí las posibilidades de meter la pata son astronómicas (y para los que nos tienen en un pedestal, aclaro que no somos infalibles, también metemos la pata).

¿A qué me refiero con meter la pata? Si yo lo que quiero es humillar a alguien, me bastaría con saber qué le causa vergüenza o pudor, o degradación o desprecio, y aplicarlo. Esa parece la aparente fórmula para el éxito, pero... ya os avisé de que la humillación es un bicho escurridizo, y lo que hoy ha producido una interesante y excitante erección, mañana toca una fibra sensible y esa misma persona siente que algo se ha roto.

Es una sensación muy desconcertante y dolorosa, ya que la humillación se mueve en el delicado terreno de la confianza, es decir, cuando alguien a quien queremos nos hace daño, eso rompe un cachito de nuestra confianza en esa persona (confiar en el contexto del BDSM implica esperar que la otra persona no nos haga daño, entendiendo como tal, algo dolorosamente indeseable). Como veis nos movemos de nuevo en la paradoja, en la que el dolor, el daño, la humillación, pueden ser buscados y deseados, pero en los casos en los que la persona no lo siente así, son percibidos como abusos de confianza.

Por supuesto que tanto unos como otros (sumisos y Dóminas) somos conscientes de que es una línea muy delgada y llena de matices la que separa la excitación de su opuesto, y de que la persona en la que confiamos camina todo el rato sobre la cuerda floja.

No es suficiente con conocer muy bien a la otra persona, ya que hay factores que se escapan a nuestro control: se puede tener un mal día, estar más sensible, o simplemente interpretar de otra forma diferente la situación. Aquí no hay culpables, pero sí hay inconvenientes. Se dice que jugando con fuego al final uno se quema, y en este mundillo acostumbramos a jugar con todas las precauciones cuando se trata del nivel físico, pero es mucho más complicado tener precauciones a nivel psicológico. ¿Cómo podemos evitar que la otra persona sienta que le hemos fallado? Excepto la respuesta lógica, que sería no meterse en el terreno de la humillación, no hay otra solución que el cariño, observar todas las reacciones y una muy buena y fluída comunicación. 

Prefiero detener un juego y explicar como lo estaba viendo yo, a que ese juego se prolongue y cause un mayor daño, porque no es el juego lo que me interesa, sinó lo que siente la otra persona. Yo puedo percibir algo como denigrante, y en cambio la otra persona estar disfrutándolo. Mi objetivo es el placer compartido, el bienestar de ambas partes y si uno de los dos no lo está pasando bien, entonces no tiene sentido.

¿Qué es para mi definitivo en el caso de la humillación? Pues dado que yo no sé lo que siente el otro en todo momento, lo que es definitivo para mi es lo que el otro me diga. Y si dice Basta, es Basta... después de  un comprensivo y cariñoso abrazo ya vendrán las explicaciones y los porqués.


viernes, 3 de febrero de 2012

Los hokan o taikomochi

Los Taikomochi, o geishas masculinas, aparecieron como tales en Japón alrededor del siglo XVII, pero su origen data del siglo XIII, cuando aun existía una jerarquía aristocrática en la política japonesa, y los señores feudales se acompañaban de asistentes pertenecientes a una determinada rama budista, especializados en bailar, entretener y aconsejar a sus Señores. Eran también conocedores de la ceremonia del té y reputados artistas.

Más tarde se produjo otro cambio político al aparecer los samurai, con la instauración de un gobierno militar, siendo una élite militar que gobernó el país hasta el siglo XVII. Durante esta época, los taikomochi fueron conocidos como otogishu, contadores de historias (como los juglares medievales), que se enfocaban en el humor y la conversación, aunque también asistían a las reuniones militares y peleaban junto a sus Señores.

Cuando llegó la paz al país, con la unificación del poder militar en manos del último Shogún (Tokugawa Ieyasu), que finalmente terminó con dicha figura político-militar, los otogishu tuvieron que cambiar sus atribuciones, y se convirtieron en cortesanos bien educados y versados en diversas artes, que entetenían  a la corte y a sus visitantes. Contaban historias, muchas de ellas picantes, además de dar consejos en estrategias políticas y de negocios, naciendo la figura del Taikomochi.

A partir del siglo XVIII, con la aparición de la primera geisha femenina, el número de taikomochis fue en declive, y su papel pasó a ser el de acompañantes de las geishas en los banquetes. Algunos Taikomochi se adaptaron a la demanda y se feminizaron, actuando como sus contrapartes femeninas, aprovechando también que en el shogunato Tokugawa las mujeres fueron expulsadas del escenario y los jóvenes actores masculinos pasaron a ser los intérpretes del Kabuki (forma tradicional de teatro japonés).

Fuentes: Male Geisha - TAIKOMOCHI ARAI (inglés)
              Wikipedia: Taikomochi or Hokan (inglés)
              Wikipedia: Kabuki


En algún lugar, en alguno de mis perfiles, he nombrado que una cualidad que me resulta muy interesante es la habilidad para entretener, y me refería a esto. Quizá no exactamente a la versión japonesa, sinó a alguien capaz de cambiar mi humor con sus palabras, con su ingenio, de hacerme sentir bien con su conversación, de entretenerme mucho más allá de lo puramente sexual, ya que existe una sexualidad intelectual que me resulta muy estimulante también, y para ello se requiere de alguien con mente despierta y culturalmente versado, que satisfaga también mi curiosidad natural (y mi falta de memoria). Si además esa persona es cabal, con un criterio y un sentido común manifiestos, tenerle a mi lado como apoyo, como leal consejero, es cumplir con mi sueño de vivir otras épocas, en las que la nobleza se rodeaba de personas preparadas, eficientes, inteligentes, que tenían su confianza y formaban parte de su círculo íntimo.


jueves, 2 de febrero de 2012

Mujeres Gato... Mujeres salvajes... Mujeres felinas...

Creo que la entiendo puuuurrrrrfectamente.... miau!!!!