martes, 29 de mayo de 2012

Escenas de Dominación/sumisión.... o no...

Miguel y Laura

"Miguel conoció a Laura en un bar, una noche en la que había salido de copas con los amigos, y por la mirada que ella le dirigió cuando se cruzaron en el pasillo de los baños supo que podría haber encontrado a la mujer que estaba buscando desde hacía mucho tiempo, esa mujer que supiera comprenderle y aceptarle. Estuvo toda la noche rondándola, sonriendo cada vez que ella disimuladamente le miraba, y hacia el final de la noche la invitó a una copa en uno de los pequeños reservados del fondo del local. Charlaron durante horas. Ella le pareció hermosa y delicada, extremadamente sensual, de una candidez y calidez que le exaltaban, hasta tal punto que, cuando la acompañó en coche hasta su casa y la vio desaparecer por el portal, tuvo que masturbarse allí mismo, en plena calle.

Ella le había dado su teléfono, y al día siguiente la llamó, muy temprano, asegurándose de despertarla y le dijo simplemente: "abre la puerta". Cuando oyó la exclamación de sorpresa de ella a través del aparato supo que había conseguido impresionarla con los siete ramos de rosas rojas que había depositado en el umbral de su casa. "Un ramo por cada hora que he pasado sin ti", le dijo, y a ella le tembló la voz cuando le dio las gracias entre risas nerviosas.

Ni un solo día se olvidaba de llamarla  cuando sabía que ella se levantaba, para desearle que tuviera un bonito día y asegurarle que ella llenaba cada minuto de sus pensamientos, y ella se lo agradecía con esa voz dulce y tierna que le volvía loco. A la semana siguiente la llevó a uno de los mejores restaurantes, le sostuvo la puerta del taxi para que ella bajara, le abrió la puerta, le apartó la silla, todo le parecía poco para ella. Viendo que ella no se decidía a elegir entre los exquisitos platos de la carta, escrita en francés como corresponde a un restaurante de postín, él eligió por ella: "verás como te gusta", y ella sonrió agradecida.

Durante la comida ella le contó sobre el problema que tenía en el trabajo, donde ganaba lo mínimo por hacer el trabajo de dos personas, con un jefe que le exigía estar hasta tarde sin pagarle horas extras, y él se indignó. "No puedes consentir que te trate así, me parece un canalla. Es más, no voy a dejar que nadie vuelva a tratarte así, Princesa". Así había empezado a llamarla, porque le parecía un ser delicado y de una clase indigna de vivir esa situación. "A partir de la semana que viene vendrás a trabajar conmigo, en mi despacho, yo te cuidaré como a una reina". Y esa noche ella le invitó a su casa, y a su lecho, y él le hizo el amor con dulzura y ternura, adorando cada centímetro de su cuerpo.

Ella era complaciente y obediente, y cumplía a la perfección cuantas tareas él le encargaba, y él siempre la recompensaba con una sonrisa y un "gracias, Princesa, no sé qué haría sin ti", y el rubor embellecía sus dulces mejillas. Así transcurrieron cuatro maravillosos meses. Él le enseñó el negocio, a como hacer las cosas para que fueran más eficientes, y estaba plenamente satisfecho de su aprendizaje de día, y de su entrega de noche, en la intimidad de su casa.

"Princesa, creo que estamos malgastando un dinero que podríamos aprovechar en llevar una vida mucho mejor, como la que tú te mereces, por eso he decidido que te vengas a vivir a mi casa, que es mucho mayor que la tuya y está más cerca del trabajo. Dime que sí y me harás el hombre más feliz del mundo". Ella no podía imaginar un honor mayor que el irse a vivir con aquel hombre que la adoraba y la hacía sentir como la más bonita y especial de las mujeres sobre el planeta. No lo dudó ni un instante y dejó el piso en alquiler, llevándose un par de maletas con ella. "No necesitas nada más, Princesa, yo te daré todo lo que necesites". Ella se instaló en su casa, ocupó parte del armario, y se acomodó en el lado derecho de la cama, tal como él prefería.

Desde que ella estaba en casa todo estaba impecable. Cada mañana se ocupaba de hacerle el desayuno, de hacer la cama, y de dejarlo todo limpio y recogido para cuando volvieran del trabajo. Él le colocaba una rosa roja en su almohada para recordarle cuanto la quería.

Una mañana ella eligió un conjunto primaveral de falda voladiza y blusa ceñida que le sentaban divinamente. Él la miró con la ceja levantada. "Princesa, hoy tenemos la reunión con el equipo de Benítez, y no me gustaría que te prestaran más atención a ti que al contrato que tenemos entre manos. Mejor ponte esta falda larga y este jersey, no te preocupes que aun no hace tanto calor como para que el cuello alto te moleste". Y ella lo hizo encantada porque entendió sus razones. A partir de aquel día él le elegía la ropa que ella iba a ponerse, según la ocasión o su estado de ánimo, para asegurarse de que siempre iba impecable, digna y hermosa, y ella le agradecía el gesto con un beso en la mano, gesto que había aprendido a apreciar desde que él le contara que era una señal de profundo respeto hacia él.

"Hoy vendrán a cenar Pedro y Josema, con sus mujeres, prepara unos entremeses de esos que te quedan tan buenos y de segundo un buen asado de carne, que estos son de ponerse las botas y seguro que sabrán apreciar esa carne tierna y jugosa que preparas", le dijo un día. Y ella se dio prisa en terminar el trabajo de la oficina cuanto antes, que se había duplicado desde que había decidido que era una tontería tener dos secretarias teniéndola a ella, que era perfectamente capaz de hacerlo todo ella sola. Y es que tenía una joya en casa y en el trabajo. Y cuando llegaron todos a casa ella les estaba esperando con la mesa puesta para la ocasión y el aroma del asado impregnando el ambiente. Mientras cenaban, Pedro se deshizo en halagos por la comida, la presentación de la mesa, lo bien atendida que estaba la casa y ella se ruborizó, orgullosa de dejarle en tan buen lugar ante sus amigos, que ahora también eran los suyos.

Ella estaba ya recogiendo los platos mientras él se despedía de sus amigos en la puerta, cuando al volver al comedor su cara se había vuelto sombría. "Princesa, esta noche me has decepcionado mucho, no me esperaba esto de ti". Ella se descompuso de desazón, lo último que quería era decepcionarle. "Necesitas aprender una lección o lo nuestro no funcionará, y es que no está bien que coquetees con mis amigos, y menos aún delante de mis narices". Ella no supo que responderle, no había sido su intención y si lo había hecho era de una manera inconsciente. "A eso me refiero, a que lo haces sin darte cuenta, y no es la primera vez, pero hasta ahora me he callado, pensando en que se corregiría con el tiempo, pero no ha sido así. Por eso he decidido ayudarte a que te des cuenta, y cada vez que lo hagas saldrás a la calle sin bragas, para que seas consciente de tu desvergüenza. Por lo pronto hoy vas a salir desnuda al balcón, para que sientas en tus carnes como te veía Pedro mientras le sonreías de esa manera y te contoneabas al servir la mesa." Y ella lo hizo, presa de la vergüenza, mirando a todos lados, rezando para que no llegara ningún vecino a aquellas horas de la noche. Y estuvo una hora en el balcón, esperando a que él la perdonara, y recapacitando en lo que había hecho. "¿Has tenido tiempo suficiente para pensar en ello?". Por supuesto, y tenía claro que él tenía razón y estaba muy arrepentida, y él la abrazó fuertemente y la llenó de besos, porque era lo más bonito y preciado de su vida, y esa noche la hizo gozar como nunca antes, y ella se durmió entre sus brazos agradecida por tenerle a su lado, por haber conocido a un hombre fuerte como él, seguro de si mismo, que le enseñaba como debía comportarse para ser la perfecta compañera."

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Ellos

"Faltaba un minuto. Cada día a las 7 en punto de la mañana la llamaba para despertarla. Él se despertaba antes y le preparaba el desayuno y se quedaba mirando el reloj de la cocina hasta que marcaba las siete en punto. Ella era muy exacta en sus horarios: a las 7 y cuarto estaba desayunando, a las 7 y cuarenta y cinco entraba en la ducha, y él la esperaba con la toalla en la mano, calentada sobre el radiador para que estuviera cálida y acogedora. A las 8 y cinco salía de casa, y entonces él empezaba su propia rutina, preparándose para ir a trabajar.

No había tenido demasiado problema en cambiar los turnos para poder entrar más tarde, y aún así llegaba a casa a tiempo de preparar las cosas para cuando ella llegara. A las 8 de la tarde aparecía ella en casa, en punto.

- ¿Qué has hecho hoy? - Él sacó su libretita donde anotaba todas las cosas que hacía durante el día y sus quehaceres, y ella escuchaba pacientemente. - Te demoraste demasiado en presentarle ese informe a tu jefe, eso puede perjudicarte. La próxima vez hazlo en menos tiempo, con menos datos que te hacen perder el tiempo, y más conclusiones. - Él la admiraba: su capacidad para mejorar las cosas, para saber qué era lo adecuado en cada momento. Él nunca había sido capaz de apreciar esos detalles, ni siquiera de darse cuenta de cuando los demás esperaban algo más de él, hasta que la conoció a ella.

Entró en su vida a través de una amiga común que se la presentó en una cena de fin de año, y él se quedó fascinado frente al poderío, por su presencia que no le era indiferente a nadie, y la adoró en secreto sin atreverse a decirle nada. Soñaba con ella, con servirla y atenderla, con mostrarle que ella era la mujer de sus sueños. Y así hubiera seguido si esa misma amiga no le hubiera propuesto asistir a una merienda familiar, donde volvieron a coincidir. Esa tarde fue la más maravillosa que había tenido en años. Cuando ella sacaba el cigarrillo se apresuraba a encenderlo, aguantando el cenicero en su mano, y se quedaba embobado viéndola fumar y sacudiendo la ceniza de esa manera tan sensual. Le sirvió agua, vino, todo lo que ella necesitara y, al terminar la noche ella le dijo: "vente mañana a mi casa, quiero conocerte mejor". Y esa noche él la pasó en vela, preocupado por la impresión que podría causarle estando a solas.

Ella le esperaba con un delantal en la mano cuando abrió la puerta. "Espero que sepas usar esto, la cocina te espera", le dijo con una media sonrisa, y él se apresuró a ponérselo y a limpiar la cocina como si le fuera la vida en ello. Tanto fue así que ella, sorprendida, le comentó "ostras, no sabía que los azulejos eran de color azul en realidad". Desde aquel día él la visitaba a menudo para limpiar su casa, lavar su ropa, tenderla, recogerla, incluso le hacía algunos recados. Todo le parecía poco para ella, incluso no le importó ayudarla a llegar a final de mes con la mitad de su sueldo, al fin y al cabo él gastaba muy poco, y su vida social se reducía a unos pocos amigos.

Cuando ella le pidió que se instalara en la habitación de los invitados para no tener que andar yendo y viniendo, y sobre todo para no tener que pagar el alquiler de dos pisos, él vio el cielo abierto: la tendría cerca todo el tiempo que no estuvieran trabajando. Anhelaba esos momentos en los que ella le dejaba acariciar sus pies y besarlos, y ahora podría también hacerlo antes de irse a dormir, y al levantarse. Eso le producía una inmensa emoción.

Poco a poco se fueron acomodando, y no le importó que los pocos amigos que tenía dejaran de llamarle, a ella no le parecía adecuado que pudiendo estar cuidándola saliera por ahí. "A saber qué serías capaz de hacer tú solo por ahí con esa pandilla de mangurrianes". Tenía razón, sus amigos eran un poco viva la virgen, y a veces le avergonzaban, pero estaba acostumbrado a ello, "es mejor que te quedes en casa y me limpies todos los zapatos ¿a que te gusta que estén relucientes cuando me los pongo?". Adoraba verla con aquellos exquisitos zapatos de tacón fino, los de charol especialmente, que le provocaban espasmos de excitación. Ella se compraba cada mes unos cuantos pares, y ropa, era muy coqueta y no le servía cualquier prenda. Y él acariciaba las prendas del armario cuando ella no le miraba.

Una noche apareció con un compañero de trabajo, Julián se llamaba, nunca lo olvidaría. Preparó cena para los tres. Julián se quedó hasta tarde tomándose unas copas y poniendo, entre los dos, verdes al resto de compañeros de su oficina, riéndose a carcajadas. De vez en cuando ella acariciaba la rodilla de Julián entre carcajada y carcajada y él la miraba con intensidad. Mientras, él se quedó toda la noche sentado en el sillón, observándoles. Ella estaba espléndida, y él... él le parecía un cretino. "Ven, no te quedes ahí pasmado, ofrécele un café a Julián. Ya verás, tiene mano de santo con estas cosas". Y se fué a la cocina entre risas de fondo, a preparar el dichoso café, en el que escupió antes de volver al salón. No se esperaba lo que vió. Ellos estaban besándose sin recato, y la mano de él se perdía por el escote de ella. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para que no se le cayera la taza al suelo, y temblando, la dejó en la mesilla. No sabía que hacer, así que se sentó de nuevo en el sillón, mirando. Ellos continuaron, y la mano de Julián se perdió bajo la falda de ella, y ella gimió como nunca. A él solo le había permitido escucharla desde la puerta de su dormitorio cuando ella se masturbaba por las noches.

Sintió que sus entrañas se revolvían, hubiera querido estar en el lugar de él, y para ello no le hubiera importado matarle. Estaba mancillándola!! Ella era perfecta, una Diosa, y ese gañan torpe la estaba toqueteando como si fuera una fulana. "Ven, acércate", incrédulo se acercó a ella, quien le indicó que se arrodillase. Él estaba desconcertado, y más cuando ella abrió las piernas. "¿Ves? estoy mojada, límpiame." Sus bragas estaban totalmente empapadas, y él se acercó más, indeciso, mostrándole la lengua en espera de su aprobación, y ella asintió. Cerró los ojos y se sumió en el cielo, viajó entre las nubes con su lengua, estaba tan excitado que se notaba también húmedo, y ella gemía más aún que antes, y él se sentía orgulloso. Estaba tan concentrado que para cuando se dió cuenta de que Julián le bajaba los pantalones ya era demasiado tarde, y en ese cielo dorado en el que estaba vió las estrellas cuando Julián le penetró. "No te pares ahora", dijo ella, y él no supo muy bien si se refería a él o a Julián, el caso es que con cada embestida de aquel zopenco ella gemía aún más fuerte, y pensó que si eso le servía a ella para sentir placer, que qué importaba que sintiera que le partían en dos.

Cuando Julián terminó, ella le mandó a la ducha, después de que limpiara con su lengua ese garrote vil que le había empalado minutos antes. "Buen chico, ahora lávate y ven a despedir a Julián". Él se demoró en la ducha, no tenía ganas de salir, no tenía ganas de recordar ni de pensar en lo que había sucedido. Cuando salió, Julián ya estaba en la puerta, y él le despidió con un leve gesto con la mano. Ella cerró la puerta y se giró, mirándole con una gran sonrisa. "No te preocupes, te irás acostumbrando y las siguientes veces será mejor", y él asintió porque esa sonrisa era su mayor recompensa."

*****

Me apuesto algo a que más de un@ se ha excitado al leer estas historias, aunque sea un poquito, pero... ¿soy la única a la que algo en las entrañas le dice que esto no está del todo bien?

Cuando el agasajo se convierte en obsesión.... es acoso.
Cuando el interés se transforma en control sobre lo que hace, dice o piensa la otra persona... es falta de confianza.
Cuando pretendes conocer a la otra persona mejor que ella misma.... es jactancia.
Cuando la apartas de su trabajo, de su familia, de su entorno.... es secuestro.
Cuando el amor se convierte en una jaula de oro.... es egoismo.
Cuando lo que hace el otro te molesta tanto que crees que merece un castigo.... es inmadurez.
Cuando crees que tus deseos están por encima de los de la otra persona y le obligan más allá de su propio deseo, solo para complacerte.... es soberbia.
Cuando quieres convencer a la otra persona de que lo más importante eres tú y lo que tu quieres... es manipulación.
Cuando lo que buscas es anular su forma de ser para convertirlo en lo que tú quieres que sea... es esclavitud.
Cuando sistemáticamente le recriminas no ser suficiente, para que vea lo poca cosa que es comparado contigo, y lo mucho que aun tiene que aprender de ti.... es maltrato.

No niego que habrá un pequeño porcentaje de personas a las que la humillación, el trato vejatorio, los insultos, y los desprecios les produce una excitación sexual intensa: son los fetichistas de la humillación, al igual que existen fetichistas del control, y fetichistas del servilismo, pero esto son porcentajes pequeños, igual que verdaderos masoquistas, de los que se les dispara el nivel de endorfinas con el dolor (que no es que lo procesen sino que no lo sienten como tal sino como placer) es escaso.

Y entremedias de los verdaderos fetichistas están los que intentan revivir tiempos pasados en los que la propiedad de otra persona era real y absoluta, en la que alguien aprendía a base de palos y castigos, a base de miedo, que es lo que no podía ser, y lo endulzamos en píldoras de placer y buenas palabras: eres lo más importante para mi, por eso tienes que hacer lo que yo te diga, siempre, sin discusión.

Si esto es Dominación/sumsión, entonces también me apeo de este barco, porque no hablamos de lo mismo.

Yo no concibo una relación en la que no se escuche a la otra persona, sus dudas, sus temores, en la que se le pregunte y se le consulte antes de hacer algo que pueda dañarle, aunque sea sin querer, que sea consciente del riesgo y lo acepte, pero no porque yo le diga que es algo que tiene que hacer para ser mejor persona o mejor sumis@, sino porque es algo que busca por si mism@, y yo le acompaño, me mantengo serena mientras él tiene la experiencia. Y si me equivoco lo reconozco, ¿qué es eso de que no importa si yo me equivoco, que eso entra dentro de lo esperado? No, yo no espero equivocarme, tomo precauciones, y si algo no va bien me duele más que a él, no me inhibo, estoy ahí.

Y leo contratos como los que corren por ahí en los que la parte sumisa se tiene que dejar hacer de todo, todo lo que al Amo/a se le ocurra, sin rechistar ni resistirse y le veo asomar los colmillos al lobo, ese lobo que en realidad solo busca una presa más de la que alimentarse, a la que poco le importa la persona que tiene enfrente, que busca su propia satisfacción y su propio placer.

No, no hablamos de lo mismo y quizá sea yo la que tenga que cambiar de categoría y quizá sea yo la que me he equivocado, y es que la sumisión no se consigue teniendo a alguien suplicándote por tener placer, persiguiéndote y dándote coba para que le dejes masturbarse al menos, eso no es sumisión, es necesidad. 

Y me indigna ver las cosas que leo por ahí que, sinceramente, espero que sean solo fantasías y baladronadas, porque cuando veo que en muchos casos esto no es más que un juego, sí, pero de ver quien se aprovecha de quien (y que conste que me refiero a todos los roles y papeles), pues estas cosas me indignan y me entristecen.... porque cuando veo en los ojos de mi niño, de mi sumi, esa ternura infinita, y esa comprensión, ese darlo todo, libre, convencido hasta la médula, por amor, o por lo que querais llamarlo, yo no puedo pedirle nada, no quiero que haga nada, solo que siga siendo como es... y que las lágrimas que derrame sean de felicidad.


lunes, 28 de mayo de 2012

¿Con-sentido o con-sentimiento?


Como saben los pobladores de estos mundillos, el Bdsm (o lo que no queda de él, según mi Ama :) ) se basa en tres reglas de oro: Sano, Seguro y Consensuado.  Me voy a quedar sólo con el último.

Por consentimiento podemos entender cosas diferentes. Aunque hay algo mínimo, la noción de consenso es fumógena, resbaladiza, vaga. Aquí voy a tratar de dar una noción rica. Pues bien, por consentimiento entiendo la aquiescencia a un conjunto de acciones u omisiones. Es decir, cuando aceptamos o consentimos algo, pasamos a considerar un conjunto de nuestras acciones u omisiones como obligatorias, esto es, pensamos que debemos realizarlas porque son correctas, y no ya porque obtengamos un beneficio inmediato (vamos, que lo hagamos por puro, mero, e inmediato interés egoista) . Por supuesto, para que el consentimiento sea válido (sea consentimiento y no una pantomima), el sujeto que consiente tiene que haber aceptado con base en una representación veraz de la realidad tanto actual como futura, no produciéndose ni error sustancial por su parte, ni intimidación o engaño por la otra parte o partes.

Pues bien, esto del consentimiento se aplica mal al mundo del Bdsm, tanto por exceso como por defecto. Aquí sólo quiero hablar de que el consenso no es la panacea de todo, y – del mismomodo que no todas las opiniones son iguales – por el hecho de venir de una persona no lo convierte en legítimo. El consenso no es la panacea de todo. Quien crea que sí, que se lo vuelva a preguntar, por varias razones. Y es que el consenso es poquita cosa y tiene algunos límites:

i) Límite personal: no consideramos el consenso de ciertas personas como válidas. Desde luego no lo es el de las personas menores de edad. Pero éste no es el único caso. ¿Puede prestar consentimiento alguien que se encuentra pasando por una crisis personal? ¿Aceptamos el consentimiento para una sesión de sado-masoquismo de una embarazada? ¿Es válido el consentimiento para sesiones de humillación de alguien que tiene problemas de autoestima o de depresión?

ii) Límite respecto a daños irreparables: en Alemania hace no mucho hubo un par de casos de caníbales que buscaban gente que almorzarse. Lo simpático es que estas personas fueron contactadas por varios voluntarios, de los cuales uno se presentó, y fue finalmente asesinado, troceado, cocinado y plato principal de un almuerzo. Supongo que no mucha gente cree que está todo bien en la práctica del canibalismo voluntario, ¿o no? Bueno, pues si no aceptamos el canibalismo voluntario, entonces el consenso no es el ungüento mágico que todo lo hace legítimo. ¿Comernos sólo una parte, un órgano no vital? ¿Castración? 

iii) Límite de la autoridad: una autoridad es quien pretende, y consigue, que sus órdenes sean cumplidas por el mero hecho de provenir de él mismo. Sin embargo, una autoridad está justificada moralmente sólo cuando produce un beneficio en el medio o largo plazo a la otra persona. Desde luego, la autoridad puede mandar cosas que perjudiquen en plazo corto de tiempo al destinatario de las órdenes, pero en el medio y largo plazo el destinatario de las órdenes tiene que mejorar su posición respecto del principio de la relación. ¿Sumiso-financiero, servilismo, deshumanización?

iv) Límite temporal/espacial: en ocasiones prestamos nuestro consentimiento para ciertas prácticas que requieren de una fuerte implicación mental. Pero no siempre tenemos la predisposición mental para gestionar, gozar, o sencillamente tolerar tales prácticas: piensen por ejemplo en un dolor de cabeza, un mal día de trabajo, una situación de estrés familiar... y una dura sesión de spanking. Si aceptó que el spanking está entre las prácticas permitidas, ¿el buen sumiso tiene que tolerarlas y aceptarlas en todo momento? Si la respuestas es afirmativa, llama al teléfono de la esperanza: 902500002.

v) Límite de la autonomía: pensamos autónomamente cuando nuestro propio juicio acerca de todo tipo de cuestiones no se ve fuertemente influenciado por las opiniones de otros o por factores ambientales. Pero también sentimos autónomamente en la medida de que nos alegramos o entristecemos por algo independientemente de los sentimientos que le produzca a otra personas. No se puede renunciar a la propia autonomía de un momento a otro, pero sí se puede aceptar ser introducido en un proceso que tenga como resultado final la pérdida de autonomía. Es posible hacerlo, pero está bastante mal hacerlo: la situación es similar a aquella de las parejas en las que uno anula la voluntad del otro, convirtiéndolo en algo menos que un ser humano. Eso sí, a menos que alguien crea que las reglas morales no valen en el mundo del Bdsm y aquí el maltrato y el esclavismo estén justificados.

vi) Límite de los trastornos temporales de percepción: cuando se está en un momento de gran excitación, o bajo el efecto de drogas o alcohol, sencillamente no se puede prestar consentimiento a nada. Para consentir hay que ser capaz de hacer un balance ponderado de pros y contras de lo que se está aceptando, basada en una percepción no distorsionada de la realidad. Supongo que si no hubiera visto a una “sumisa” que casi se cae al suelo de lo drogada que iba no sería necesario decir esto...

vii) Límite de la voluntad y bienestar de terceros: nuestras acciones tienen obviamente efectos sobre el entorno que nos rodea, sobre las personas con las que convivimos. Un consentimiento que hayamos dado libremente puede, no obstante, perjudicar seriamente a terceros. Imagínense un sumiso con hijos: el consentimiento prestado a dejar de atenderlos solicitado por una parte dominante es sencillamente inaceptable. Pero, en un caso menos extremo las cosas se ponen más complicadas: ¿qué sucede si lo que se pacta es que la parte sumisa no tendrá relaciones sexuales con la que es su pareja vainilla?, ¿y dejar de dirigirle la palabra?

viii) Límite del error inevitable: todos somos mayorcitos (¿seguro, y los muy jóvenes que empiezan cada vez antes en esto?), y sabemos dónde nos metemos. Ahora bien, el Bdsm es un mundo lleno de sombras en las que realidad, ficción y fantasía se mezclan más de lo que parecen. ¿En qué sentido un principiante puede comprometerse a ciertas cosas si, no es que no se haya informado, sino que no ha vivido ni experimentado prácticas y/o sentimientos que ni siquiera puede imaginar? ¿Puedo consentir que se me azote hasta sangrar si lo máximo que he hecho han sido cuatro azotitos? ¿Puedo consentir un internado de tres días cuando lo máximo que he estado ha sido media hora en una jaula?

Recuerden, lo personal es también político.


domingo, 27 de mayo de 2012

Fantasía o realidad, juego sexual o relación

Hablando con unos y con otros puede parecer que dentro de este mundillo existen dos grandes grupos de opinión: los que opinan que esto es un juego sexual, una sexualidad alternativa, una fantasía vivida en la intimidad, y los que opinan que esto es una forma de vida, una forma de relacionarse y de comportarse, incluso una nueva forma de sociedad basada en la D/s, y yo me pregunto ¿son realmente tan opuestas ambas opiniones?

Parece que existe una constante discusión entre los de una opinión y los de la otra, como si fueran excluyentes, unos por pensar que los otros complican exageradamente las cosas y los otros por pensar que los unos se lo toman demasiado a la ligera.

En mi opinión simplemente se están aislando dos aspectos que están presentes en una relación, probablemente porque haya otros factores externos añadidos. Es decir, en una relación íntima y afectiva entre dos personas hay momentos para todo, momentos para la fantasía y momentos para la realidad, ya que no es posible vivir todo el día recreando nuestras fantasías.


En esas famosas fantasías nos pasaríamos las horas atados a una cruz, o de rodillas en el suelo, viviendo de los fluídos corporales y del aire, sufriendo mil y una torturas sexuales, de orgasmo en orgasmo y tiro porque me toca. Pero la realidad es que es necesario comer, que las rodillas y los músculos duelen, que hay que atender otros aspectos de nuestra vida, y que existen otras personas y ocupaciones que reclaman nuestra atención, nos guste o no. Incluso si nos referimos simplemente a la relación D/s hay otros aspectos aparte de la sexualidad que necesitan de atención, ya sea por la convivencia o por conocerse mejor, por interesarse el uno por el otro, o por tener otra clase de experiencias que nos unan más.

Por supuesto hay quien, por una razón u otra, prefiere o pretende quedarse únicamente con una parte del pastel, descartando la otra. Mantener una relación no es una tarea sencilla una vez que se ha pasado el momento de la novedad y la pasión, y una relación D/s no es diferente. Una vez que se ha sobrepasado el umbral del "no sé yo si encajaremos", es una tentación el querer permanecer en esa fase en la que todo es "perfecto"... aparentemente.

Aquí se entrecruza otra realidad, la personal de cada uno, en la que puede que exista una familia o un compromiso laboral o cualquier otra circunstancia que nos dificulta poder tener una relación D/s completa, y nos coloca ante la disyuntiva de si es mejor abandonar nuestro anhelo de vivir esa experiencia por no vivir una doble vida. No voy a entrar a comentar si me parece bien o mal, cada cual tiene su conciencia y sabe lo que tiene en su casa y en su vida, y porqué hace lo que hace. Lo que sí es cierto es que esas mismas circunstancias son las que provocan esa división entre fantasía y realidad, entre juego sexual y relación.

Si se trata únicamente de un juego sexual existe cierto desapego de con quien lo jugamos, porque al fin y al cabo es solo un juego y no tiene más compromiso que el de pasar un buen rato. Eso también se produce en una relación D/s establecida, en la que hay momentos en los que se deja todo fuera, se cierra la puerta y entramos en un mundo particular en el que toda clase de juego sexual es posible, dentro de lo que a ambos nos gusta.

Igual que no es posible vivir todo el día en la fantasía, tampoco es recomendable vivir todo el día en la realidad, una realidad que nos come la ilusión y el tiempo muchas veces en cosas que no nos hacen felices pero que son necesarias.

Fantasía y realidad van de la mano. Juego sexual y relación también podrían ir de la mano, y cuando no lo hacen a la larga se pierde el interés, o uno de los dos se siente utilizado por el otro, y es que en un juego podemos olvidarnos de la parte emocional, de la necesidad de sentir afecto, de sentirse querido y cuidado, ya que eso crece con la relación.

Por supuesto que la sexualidad está para ser vivida y disfrutada, dentro del respeto, dentro de la legalidad, y dentro del sentido común, pero sin olvidarnos que ese corazón que late a mil por hora en pleno orgasmo o que se acelera con solo imaginar mil y una fantasías, necesita de algo más para seguir latiendo: afecto, comprensión, ilusión...

sábado, 26 de mayo de 2012

¿Lo consensuado es siempre con-sentido?

Decía en otra entrada anterior que parecía que el único punto en el que estábamos de acuerdo es que, se haga lo se haga, debe existir un consenso entre ambas personas.

¿Se cumple en todos los casos?

Consensuar es adoptar una decisión de común acuerdo entre las partes implicadas, y en ese sentido podríamos pensar que cuando alguien está siendo "torturado" de forma erótica está consintiendo en ello, pero en realidad puede suceder que el único consenso al que se haya llegado es que se cede el control y el contenido de lo que vaya suceder a una de las partes.

A partir de aquí hay múltiples variantes: desde el que se toma en serio la responsabilidad de cuidar de la otra persona, a quien se toma carta blanca para utilizar a la otra persona a su antojo, asumiendo que la otra persona consiente tácitamente en cualquier cosa que se practique por esos mundos de Dios o que esté reflejado en un contrato.

Puedo entender que pactar por adelantado lo que va a suceder puede disminuir la excitación de lo desconocido, esa sensación erótica de ser utilizado para el disfrute y placer de otra persona, pero al mismo tiempo, no hacerlo puede colocarnos en esa complicada y embarazosa situación en la que lo que esté sucediendo no tenga nada de erótico, ni nada de agradable para nosotros. En ese caso ¿basta con haber consensuado que cedemos el control y la iniciativa a la otra persona para que consintamos en todo lo que suceda?

Reconozco que me escandaliza cuando leo cosas como que la parte sumisa deberá obedecer sin chistar a cualquier cosa que se le ordene, incluyendo el ser compartida con terceras personas, a ser torturada o humillada en público, a ser despersonalizada poco a poco, domada para que sea una perfecta mascota de su Amo. De vez en cuando se nombra de pasada que todo ello será respetando unos límites pactados, pero procurando que esos límites no coarten la libertad de la parte Dominante a ejercer su "derecho" a hacer con su "propiedad" lo que crea conveniente.

Sinceramente, a mi también me gusta de vez en cuando jugar a Amos y esclavos, pero esto sí que sería un juego para mi, una representación con un fin únicamente erótico. Llevar esto más allá y convertirlo en una forma de vivir la relación me parece excesivo, y que a la larga puede provocar desequilibrios emocionales, por más excitante que pueda parecer al principio eso de estar totalmente al servicio de alguien. Con esto no quiero decir que no se pueda vivir una relación D/s en la que claramente hay una cesión del poder de decisión, pero que entiendo que debería hacerse bajo la bandera del sentido común y del afecto.

Partimos de la idea de que cuando una persona adulta da su consentimiento se supone que lo hace sabiendo qué es lo que está consintiendo. Sin embargo, cuando estamos ante una circunstancia en la que podemos alcanzar intensidades desconocidas, tener reacciones inesperadas, sensaciones nuevas y también enfrentarnos a situaciones que nunca antes habíamos experimentado, es razonable pensar que la persona tiene en todo momento el derecho y el deber de respetarse a si misma, por encima de cualquier pacto, voto o contrato que haya establecido, y puede decir "basta", o "esto no".

En teoría el uso de la palabra de seguridad tiene como objetivo precisamente esto, pero se da el caso de Dominantes que no aceptan que se les interrumpa, y algunos incluso que no aceptan que se les cuestione. Nos movemos en una cuerda floja, un sendero que por mucho que otros lo hayan seguido es un camino nuevo y diferente para cada pareja (pareja: dos personas que tienen una relación del grado que sea, emocional e íntima). Aunque pueda resultar muy estimulante lanzarnos a cualquier práctica con la ilusión de la novedad, es recomendable no tener que lamentar la imprudencia, ni pretender que después con un abrazo y una charla se arregla todo. Por muy lúdico-festivo que esto parezca, tiene más seriedad de lo que parece, tanto a nivel físico como emocional, y hay que tener el cuidado que merece una persona que se pone en nuestras manos.

Me parece conmovedora la entrega que muestran algunas personas, pero me gustaría destacar que "entrega" no es sinónimo de "a cualquier precio" y que aunque la confianza nos llena, nos tranquiliza, también puede llegar a cegarnos (la confianza en la otra persona pero también en uno mismo). Hay que mantener siempre un cierto grado de desapego para poder observar la situación desde fuera, y determinar si realmente aquello que estamos consintiendo es algo con-sentido.

Ejemplos de casos dudosos

Son numerosas las webs que se dedican a difundir vídeos en los que una de las personas se somete a la otra, en toda clase de prácticas y situaciones. Algunos son vídeos caseros, amateurs y privados, y otros son comerciales, y es sobretodo en estos últimos en los que uno se plantea si lo que se está viendo en la pantalla es realmente consentido o simplemente pagado.

Por desgracia, estos ejemplos son usados por algunos colectivos para demonizar este tipo de sexualidad, dando una versión que contribuye a ensombrecer una clase de relación que por ser diferente no tiene porque ser reprochable (vease este artículo).

Y también por desgracia, hay quien difunde formas fantasiosas de relación que van más allá de lo que se podría entender como sentido común, y aunque respeto la forma en la que cada cual prefiera vivir su relación, a mi no me parecen ni sanas ni saludables. Cuando en una relación D/s se promueve la despersonalización de la parte sumisa fuera de lo puramente erótico de un juego sexual, también se pretende despojarla de su criterio para decidir, de tal manera que al final todo lo que hace y decide la parte Dominante puede parecer lo correcto y lo único posible. 

No se trata de que se discuta todo, sino de aceptar que todo es discutible, y no por ello descartable. No están reñidos el respeto y la obediencia con la duda, no ya porque se dude de la persona Dominante, sino porque el ser humano es lo suficientemente complejo para que lo que hoy ha sido un subidón, mañana puede sumirnos en el más sombrío de los humores, y es que parte de la gracia de esto está en respetar los tiempos de cada uno, la predisposición, el estado físico y de ánimo, y eso de "estar disponible en cualquier momento" queda muy bonito en la carta de presentación, pero no es algo que tenga sentido. 


Heartbreaking slave torture

lunes, 21 de mayo de 2012

Fetichismos: se necesita coraje para ser uno mismo

Estaba viendo de nuevo el video del chico fetichista de los globos, y sólo viendo la evolución de la expresión de su cara a lo largo del reportaje se me plantean un montón de cuestiones, sobre la sexualidad humana, sobre la hipocresía social, sobre la salud emocional, sobre lo aceptable y lo inaceptable, sobre las emociones, los subidones, la adrenalina y el placer, y he llegado a una conclusión: que se necesita mucho coraje para comprender y aceptar que se es fetichista.

 1. Unas notas sobre la sexualidad humana: conceptos.

La OMS define la sexualidad como: "Un aspecto central del ser humano, presente a lo largo de su vida. Abarca al sexo, las identidades y los papeles de género, el erotismo, el placer, la intimidad, la reproducción y la orientación sexual. Se vive y se expresa a través de pensamientos, fantasías, deseos, creencias, actitudes, valores, conductas, prácticas, papeles y relaciones interpersonales. La sexualidad puede incluir todas estas dimensiones, no obstante, no todas ellas se vivencian o se expresan siempre. La sexualidad está influida por la interacción de factores biológicos, psicológicos, sociales, económicos, políticos, culturales, éticos, legales, históricos, religiosos y espirituales."

La sexualidad es, por tanto, mucho más que sexo, mucho más que genitales, mucho más que genética, y por lo tanto mucho más difícil de poner debajo del foco para cuestionarnos si es o no aceptable en sus formas de expresarse. Acordamos que hay formas de sexualidad que por implicar a inocentes, o por no existir un consentimiento entre personas adultas, no son aceptables (pedofilia, zoofilia, abuso sexual a cualquier edad) pero a partir de ahí, la variedad de estímulos que pueden provocar excitación es tan grande como grande es este mundo.

 2. Descubrir la propia sexualidad

La sexualidad se descubre a una edad muy temprana, desde el momento en el que empezamos a ser conscientes de determinados estímulos que recibimos del exterior y de los efectos placenteros que nos producen. No voy a exponer aquí ninguna de las teorías psicológicas sobre el desarrollo sexual, sus fases, etc, simplemente quiero apuntar que en su inicio, en su despertar, la sexualidad es un asunto privado, individual, de uno mismo frente al mundo, sin que necesariamente tengan que intervenir otras personas.

 3. Un secreto

El problema empieza cuando, al relacionarnos con otras personas, descubrimos que eso que nos resulta tan placentero a nosotros, para los demás no lo es, y que incluso produce rechazo. Y entonces es cuando decidimos guardar nuestro secreto, preservar nuestra sexualidad de miradas indiscretas por temor a ser rechazados por las personas que nos importan. No podemos despreciar la influencia que supone la aceptación social, y la presión que eso supone que nos lleva a intentar olvidar, descartar, apartar de nosotros esos estímulos que nos provocan reacciones indeseables, viviendo durante bastante tiempo en el placer culpable. No es fácil ser diferente, no es fácil exponer nuestra intimidad al juicio de los demás, y al final ese secreto puede llevarnos al auto-rechazo, a creer que de verdad somos unos enfermos sexuales, y sobretodo, que no tenemos expiación posible... y es que esa reacción no desaparece por más que intentamos guardarla en el armario.

4. Arriesgarse a ser ¿soy un ser depravado, un enfermo?

En algún momento se produce la conciencia de lo inevitable: somos así, nos guste o no. Por más que nos ocultemos, por más que nos sintamos culpables, el placer que encontramos al dejarnos llevar por la excitación de esos estímulos es algo que nos hace sentir bien... al menos durante el tiempo en que no nos preocupamos de lo que puedan pensar los demás. Hay una parte de nosotros que se niega a aceptar que algo que nos hace sentir tan bien sea algo malo, y hay que agradecer a la aparición de internet el que se pueda buscar información acerca de aquello que nos apasiona, y llegamos a la conclusión de que no estamos solos, de que hay otras personas que disfrutan con las mismas cosas que nosotros y eso, por primera vez, nos produce una gran sensación de alivio: no somos unos bichos raros y enfermos, porque no puede ser que tanta gente esté enferma de lo mismo ¿verdad? Y los demás parecen tan normales...

Superar la culpa y la mortificación requiere de valor, del valor de aceptarse tal como se es... pero esto no es suficiente, porque ahora ya sabemos que no somos abominables, pero ¿lo saben los demás?

5. Arriesgarse a compartir, enfrentarse a la sociedad 

Y aquí empieza el difícil camino de decidir si lo contamos o no lo contamos, y a quien se lo contamos. Empezamos con lo fácil: los chats, los foros, las webs, que nos permiten mantener el anonimato y empezar a comentar, interactuar con otras personas que sienten lo mismo que nosotros. Por más extraño que sea el estímulo que nos excita, encontramos en nuestros camaradas esa aceptación, esa normalidad que tanto necesitamos. Poder hablar de lo que nos gusta en todas sus variantes sin ser juzgado como anormal es algo que nos conforta. 

Esto nos motiva a seguir explorando, a vivir esa sexualidad con plenitud, y en la intimidad de nuestro dormitorio somos felices al disfrutar de ello sin recriminarnos nada. Pero desgraciadamente puede ser que nuestra sexualidad requiera de la intervención de otra persona, y aquí la cosa se complica... ¿nos atrevemos a mostrarnos cara a cara a otra persona y compartir aquello que nos excita? ¿me aceptará? ¿me aceptaré en esa situación, me sentiré extraño, absurdo, repudiado? 

Se requiere de mucho coraje par dar este paso, para abrirse a otras personas incluso sabiendo que comparten nuestro interés o nuestra sexualidad, y eso es porque no se trata simplemente de sexo, la sexualidad con otra persona implica relación, interacción emocional, es mostrarnos vulnerables en la situación en la que más daño nos pueden hacer.

6. ¿Sexualidad solitaria o compartida? 

Aquí es cuando se produce la decisión. Incluso en el caso de fetichismos o estímulos claramente individuales (como es el caso de determinados objetos), sentimos la necesidad de interactuar socialmente, de recibir esa aceptación, esa complicidad, incluso de desarrollar nuestra sexualidad más allá de lo que conocíamos. Pero esa misma necesidad puede resultar aterradora, y llegar a decidir vivir en solitario nuestra sexualidad.

Esto no es necesariamente algo perjudicial. Cuando leo que lo peligroso es llegar al punto en que no sientas excitación sexual fuera de tu fetiche, o que incluso no necesites a nadie más para disfrutar de tu sexualidad, me pregunto ¿y qué más da?¿por qué si la sexualidad es algo inherente, individual, privado e íntimo la persona no puede decidir vivirla en la esfera de lo personal, sin implicar a nadie más? 

Parece que haya una especie de norma no escrita en la que todo el mundo tiene que encontrar a alguien (del mismo sexo o de otro), con quien compartir su sexualidad, sus emociones, sus pensamientos, pero a mi me parece del todo posible tener un buen equilibrio interior sin tener compañeros sexuales. La sexualidad es suficientemente amplia como para admitir todo tipo de interacciones, incluída la falta de personas, y eso no implica que la persona no pueda sentir afectividad, compartir emociones, exponer sus opiniones, tener sueños, ilusiones, y sentirse pleno y satisfecho. Igual que la soltería, el celibato, y otras opciones son respetables, vivir un fetiche en solitario también lo es.

Lo que sí me parece limitante en este caso es tomar esta decisión por miedo, por temor a los demás, a las situaciones compartidas. No es fácil encontrar a alguien compatible, no solo a nivel sexual, y entiendo que después de varias ocasiones de intentarlo, de varias decepciones, uno decida seguir su camino en solitario... pero esto no es miedo, miedo es cuando ni siquiera nos atrevemos a intentarlo.

7. Una purita cuestión de autoestima y de confianza

Volvemos a las definiciones: 

"La autoestima es un conjunto de percepciones, pensamientos, evaluaciones, sentimientos y tendencias de comportamiento dirigidas hacia nosotros mismos, hacia nuestra manera de ser y de comportarnos, y hacia los rasgos de nuestro cuerpo y nuestro carácter. En resumen, es la percepción evaluativa de sí mismo.

La importancia de la autoestima estriba en que concierne a nuestro ser, a nuestra manera de ser y al sentido de nuestra valía personal. Por lo tanto, puede afectar a nuestra manera de estar y actuar en el mundo y de relacionarnos con los demás. Nada en nuestra manera de pensar, de sentir, de decidir y de actuar escapa a la influencia de la autoestima.

La necesidad de aprecio, se divide en dos aspectos, el aprecio que se tiene uno mismo (amor propio, confianza, pericia, suficiencia, etc.), y el respeto y estimación que se recibe de otras personas (reconocimiento, aceptación, etc.)."


Desde mi punto de vista, nuestra autoestima crece cuando aprendemos a aceptarnos, cuando no nos juzgamos por ser como somos, cuando somos capaces de ponernos delante de otra persona y decirle "así soy", cuando nos damos cuenta de que todo ese miedo que teníamos a contar nuestro secreto en muchos casos era infundado (no digo que haya que salir a la calle a gritarlo, sino que hay personas de nuestro entorno cercano que nos aceptarán, incluso aunque no entiendan nuestra sexualidad), cuando nos atrevemos a compartir nuestra sexualidad con otra persona (puede salir mejor o peor, no hay garantías, pero la sensación de liberación es impagable), cuando nos atrevemos a vivir nuestra sexualidad a nuestra manera, sin miedos que nos limiten. 

De aquí pueden surgir todas las opciones personales: vivirla en privado, en público, en singular o en plural, en amateur o en profesional, pero con honestidad, con confianza en que, sea cual sea nuestra sexualidad, nuestro valor como personas no se deriva directamente de ello, sino de como lo vivamos.

Y es que la sexualidad no es algo que uno practica, es algo que uno es.


domingo, 20 de mayo de 2012

Paren el BDSM que yo me bajo

"Nunca pertenecería a un club que tuviera a un miembro como yo." 
Groucho Marx

Es un pensamiento que me viene recurrentemente cuando me doy una vuelta por el paraíso bedesemero, y es que cuando entré en este mundillo lo hice con calzador, y transcurridos unos años sigo sintiendo que me aprieta en algún callo que otro. Y es que esas siglas engloban demasiadas cosas, demasiadas formas de definir lo que no resulta sencillo definir, incluso algunas mutuamente excluyentes y en muchas de ellas no me siento identificada.

Creo que se ha intentado hacer una mega-super-ultra clasificación donde cupiera todo lo que, hasta ahora, no tuviera una aceptación social amplia, un mega-pack a la espera de la próxima revolución social en la que todo este pack se aceptara como un todo, y dentro de este todo hay demasiadas sombras esperando. Los intentos para establecer las características comunes han sido bastante baladí, y creo que en lo único en lo que nos podríamos poner todos de acuerdo es en el tema del consensuado.

Por eso rompo una lanza en favor de dejar de hablar de qué es lo que somos en conjunto, para intentar definir simplemente como es cada cual, y nos ahorraremos muchas discusiones sobre si tú sí, o si tú no. Estoy muy de acuerdo con el escrito de machi{AmAly} y con la respuesta de navegante, de que en este mundillo del BDSM se ocultan sombras como el abuso, la venganza, la manipulación, la baja autoestima (en ambos roles), la borrachera de poder, la obsesión enfermiza, la falsa confianza, la fantasía absurda, el acoso sexual, la pantomima social, la prostitución encubierta, la lucha de poder no erótica, la tortura psicológica, el chantaje emocional, y muchas más, en manos de quienes aducen inocencia argumentando que eso también forma parte del BDSM.

Pues yo me apeo del BDSM, prefiero hablar de tipos de sexualidad, tipos de relaciones, tipos de personas, tipos de comportamiento, tipos de juegos, etc, es decir, seguir hablando de personas en lugar de comunidades que no son tal. Defender una comunidad tan amplia obliga a meter con calzador muchas opciones personales, y a descartar otras que, siendo igualmente importantes para la persona, no terminan de encajar, y aquí estoy pensando por ejemplo a cuando se habla de romanticismo en el BDSM, a los switch que se les denomina "ni chicha ni limoná", a la sexualidad vainilla y otras.

Seguiré defendiendo que compartir lo que sentimos con otras personas, lo que pensamos, y la manera en que vivimos nuestra sexualidad promueve el sentido propio de normalidad, nos aleja del estigma de bichos raros, o aun peor, de enfermos, y eso se consigue a través de personas de confianza para nosotros, con independencia de que pertenezcan a ese mundo del BDSM o no. Es más, ahora mismo hay tal cantidad de opciones diferentes de pensamiento dentro del BDSM que intentar encontrar reafirmación ahí dentro es como buscar una aguja en un pajar.

O sea que a partir de aquí voy a hablar de lo que observo, de lo que me parece curioso, interesante, de lo que me gusta y de lo que no, pero para nada de si algo es BDSM o no lo es, o si tiene que estar dentro o fuera, eso cada cual que lo decida por si mismo... yo por lo pronto estoy fuera.


Taking Bdsm seriously (o tomarse en serio el Bdsm)

Hace algunas semanas, en una de mis vueltas al mundo de los blogs de Bdsm, me quedé un poco perplejo. La razón fue la frivolidad de algunas de las cosas que leí. Y es que pareciera que la gente que practica Bdsm – algunas de ellas, no todas, claro – en ocasiones no se tomara suficientemente en serio a sí mismas, y menos aun a las demás. Desde luego, no tengo nada en contra de quienes relatan fantasías de cualquier tipo.

Por supuesto, alguien puede vivir permanentemente instalado en sus fantasías, escribir como si fueran reales, y no salirse ni una línea del guión. Pero me pregunto qué hacen esas personas cuando tienen que tomar decisiones importantes con las personas con quienes comparten sus “actividades”. Cuando tienen que relacionarse con personas, con su contra-parte sumisa, ¿o acaso no los consideran ni personas? ¿O las consideran personas menores de edad, incapaces de gestionarse a sí mismas? Lo digo porque parece que hay gente que quiere ser y quiere tener a su disposición a un pelele, un pusilánime, algo así como un muñeco hinchable al que no hay que cambiarle las pilas, o la mujer con la pata quebrada de hace no demasiados años. Anulando completamente la personalidad del otro. 

Supongo que las opciones son tres: a) se trata de una pareja de juegos esporádicos. Terminada la “sesión”, tú a tu casa, yo a la mía, y Dios a la de todos; b) quien relata algo así, en realidad está metiendo mucho de su fantasías; c) es verdad que hace lo que dice que hace, y entonces me preocupa (por decirlo suavemente, pero este no es hoy el punto).

Lo primero es que hay que distinguir entre quienes se encuentran esporádicamente para jugar y no mantienen ni pretenden nada más a nivel afectivo que una simple relación de “amistad”. Cuando el mundo en el que puedo abusar de ti de la manera más brutal imaginable dura de cinco a siete y se limita a la habitación de un hotel, y si la gente no se vuelve demasiado loca (produciendo daños serios), no hay mayor problema. La condición de ser reducido a la nada se acaba en el momento que se despiden. Digamos que el mundo en que se es “libre” se recupera, y uno puede cuidar de su propio bienestar.

Pero cuando la cosa se lleva más allá, y no se trata simplemente de una forma diferente de tener sexo las cosas cambian, radicalmente. No es necesario ser una pareja: basta con que la relación no se limite a un determinado horario, sino que una de las partes pretenda tener potestades sobre el comportamiento de la otra durante las 24 horas del día. Y aquí, de esta forma, se puede ser muy feliz: lo digo por experiencia propia. Eso sí, siempre que se tenga al lado a alguien que se preocupe realmente por el bienestar de la parte sumisa. 

Y es que encuentro gente que afirma que está en el Bdsm, sencillamente, para aprovecharse de su pareja (¿pareja?). O que pretenden firmar un contrato (dicho sea de paso, no tienen ningún valor legal) en el que se convierte a una persona en objeto de tráfico mercantil , obviamente sin ninguna intermediación de la voluntad de la parte sumisa. Lo que normalmente se llama trata de blancas, vamos. 

Lo malo es que el Bdsm da una apariencia de legitimidad y consensualidad a cosas que no parecen ni legítimas, ni consensuadas. Pero ese no es el punto. Lo que quiero decir es que, como soy un chico muy bienpensado y no me creo que la gente realmente piense así, creo que el problema es que no nos tomamos suficientemente en serio. Yo es que estoy en el Bdsm para ser feliz y hacer feliz a alguien a mi lado. Sorprendente, eh?

El punto es que, si no me equivoco (y quiera Dios que no me equivoque), y la mayoría de gente estamos aquí para ser felices haciendo feliz a la persona que tenemos al lado (más allá de su rol), entonces deberíamos tomarnos un poquito más en serio a nosotros mismos. ¿Por qué no en lugar de escribir sobre fantasías no se escribe más sobre lo que realmente sentimos hacia la otra persona? Por supuesto, que cada cual escriba de lo que quiera, pero cuando se escribe en un lugar público, se adquiere la responsabilidad de no tergiversar la realidad, no confundir fantasía con realidad. Nada contra las fantasías, pero sobre todo pensando en la gente que se acerca a este mundillo, mejor no confundir fantasía con realidad.

 ¿Qué sentimientos nos genera y creemos generar en la otra persona? ¿Por qué hay dominantes que quieren educar a la parte sumisa, moldeándola y convirtiéndola en otra persona? ¿Tan poquito le gusta la persona que tiene delante ante su magno trabajo? ¿O sencillamente le vale cualquiera, y lo que quiere es un autómata que se comporte tal y como quiere? ¿Están en el Bdsm porque consideran que tienen algún tipo de derecho de aprovecharse de las fantasías sexuales de otra persona? ¿Realmente disfruta con lo que hace, o sólo pasa por ese trago para obtener algún tipo de beneficio? ¿Existe mucha diferencia entre una relación en la que una parte se dedica a decirle a otra que debe ir siempre con la mirada baja, conviertiéndose en algo que la otra persona jamás querría ser, y una secta? ¿Realmente hay alguien que busque sólo un recipiente humano donde meter su pene?


machi{AmAly}




sábado, 19 de mayo de 2012

Fetichismos curiosos: los globos (ballooning)

¿En qué consiste este fetichismo?

Se lo conoce como "ballooning", y es este curioso fetiche que tiene como objeto de adoración los globos. Esta adoración toma muchas formas, en las que son importantes aspectos como el material del que está hecho el globo (hay globos de látex), el tamaño, el color, la resistencia (los hay finitos que al final explotan y los hay que se usan para botar encima), la forma (pueden ser redondos, alargados, o con diversas formas, como el conejito del playboy que he visto en algún video sobre el tema), grosor, etc.

Los fetichistas de los globos son conocidos como "looners", y al parecer este fetichismo surge desde una edad temprana, en la que se despierta un interés especial por estos objetos, tanto por una atracción inusual como por su opuesto, una manía a los globos, incluso pudiendo llegar a una fobia. Con la llegada de la pubertad, tanto la atracción como la fobia pueden derivar hacia el fetichismo, y aquí empieza la difícil andadura de estos fetichistas. Por supuesto que hay grados, como en todos los fetichismos, pero éste suele ser de los absorbentes, de los que termina por limitar la sexualidad.

¿A qué me refiero con limitar? A que se convierte en uno de los pocos, sino el único, estímulo que es capaz de provocar la excitación sexual, dificultando el encontrar una pareja sexual o una relación estable. Es uno de esos casos en los que yo recomiendo acudir a internet para localizar a otros fetichistas que compartan esa adoración por los globos, no solo para no sentirse un friki (no existen los frikis, solo las personas originales), sino para poder normalizar su sexualidad. ¿Porqué normalizar? Porque suele ser una de esas peculiares sexualidades que no solemos contar a la familia ni a los amigos, que nos hace sentir aislados del mundo (en inglés "loner" significa "solitario", y quizá de ahí venga el sobrenombre de este tipo de practicantes fetichistas, ya que es un fetichismo que se suele practicar en solitario y en secreto).

Variantes de este fetichismo

1. Poppers y no poppers: "popper" es hacer explotar el globo, bien pinchándolo, o bien hinchándolo hasta que explota. En esta modalidad lo que excita es el sonido que hace al explotar, y también la incertidumbre de no saber cuando va a explotar. Si además le añadimos que la mayoría se hinchan a pulmón, la emoción de que te explote en la cara acentúa ese subidón de adrenalina que produce la propia explosión. Parece que en esta clasificación hay una evolución desde los que no les gusta explotar los globos (prefieren hincharlos, acariciarlos, rodearse de ellos, etc) hasta los que disfrutan explotándolos, como si éste fuera un grado más dentro del fetichismo.


2. Botar o no botar: Existen algunos de un grosor tal que permiten botar encima del globo, incluso creando formas deformes que recuerdan mucho a un pene de goma, por no decir que el propio roce con el globo ya produce una estimulación genital.


3. Estimulación sensorial: En este caso es el colorido, el estar rodeado de globos, los diferentes tamaños, las texturas, acariciar el globo, sumergirse en una piscina llena de globos, etc, lo que provoca la excitación sexual.


4. Estimulación genital: se puede usar un globo vaginal o analmente e hincharlo (como algunos plugs anales), y hay quien coloca un globo en el pene, junto con el tubo de una bomba para hincharlo, aunque no me hago una idea de lo que se puede sentir con el efecto del helio...


5. Juegos conjuntos: en este caso la excitación proviene de compartir el fetiche con alguien más, y por ejemplo montárselo encima de un globo, o acariciar unos globos colocados en los pechos, o hacer explotar globos en diferentes partes del cuerpo de la otra persona.


6. Introducirse dentro de un globo: esa sensación de privación sensorial, si le añadimos el olor del material del que está hecho, el esperar a que alguien lo explote, el control de la respiración, son todas emociones fuertes no aptas para cardiacos.


7. Hinchado a pulmon: aquí hay varios factores implicados, como es el de la respiración forzada, la salivación, el sabor de la goma, el riesgo esperado de explosión, la concentración... en conjunto sirven de experiencia liberadora, con una sensación de alivio explosiva.

8. Frotarse: en esta modalidad sirve tanto frotarse uno mismo con un globo o varios, tumbarse encima de los globos, sentir la goma sobre la piel, y también sirve el usar los globos como tercero en un intercambio sexual, frotándose mútuamente con los globos.

9. Globos con formas: esta sería una variante de la muñeca sexual cuando el globo es en realidad una muñeca de goma, pero también existen globos con formas de animales sobre los que montar, etc.