sábado, 30 de abril de 2011

He nacido para servirla

Esas pocas palabras hacen vibrar alguna fibra en lo más profundo de mi, y es que seguro que no hay ninguna Dómina que pueda resistirse a esa conjunción de propósitos: nacer para servir. Pero la riqueza del vocabulario puede ensombrecer ese momento de esperanza, de palpitación, cuando leo el resto del mensaje:

"Seré lo que Ella quiera, desde semental a mierda pichafloja, de perro a mobiliario, de mayordomo a retrete, de persona a basura. "

Y en ese preciso instante es cuando yo me pregunto qué hago aqui, porque para mi el término servir tiene connotaciones más profundas y más extensas, o es que quizá ya me aburre leer siempre las mismas cosas. Veamos.... semental, perro, mobiliario, mayordomo, retrete, basura o gusano, gatito, esclavo, chacha..... y ya no recuerdo haber leído más variantes posibles.... pues a mi se me ocurren unas cuantas más, aparte de las que ya he comentado alguna vez de masajista particular y secretario personal, y es que no se suelen ofrecer otras opciones como juglar, o como bufón, como confidente o como escolta, como lector o como compañero de viaje, como modelo de fotografía o como fotógrafo, como poeta o como pintor, y es que hay muchas formas de servir... acompañando en las compras, en el cine, en una conferencia, en una fiesta, en un viaje.... y es que ya me parece estar viendo la naricilla arrugada cuando lo que se requiere como servicio no tiene nada que ver con lo sexual. Entonces no has nacido para servirme, has nacido para ser utilizado por y para tu disfrute.

Si no fuera porque no me termina de convencer lo de pagar por ello, la verdad es que me cambiaría del mundo de la D/s al mundo de los acompañantes masculinos, también conocidos como gigolós... y es que tampoco se ofrecen la seducción, el cariño, los mimos, las atenciones y los detalles, el galanteo, las risas, las conversaciones.... y es que no basta con un cuerpo, hace falta una mente y un corazón que también quieran entregarse.

Quizá es que yo veo las cosas de otra forma... y quizá también sea cierto que en Venus concebimos las relaciones de una forma diferente a como lo hacen en Marte, y que por eso, incluso cuando parece que más próximas puedan estar las posturas, sigue habiendo un abismo entre lo que cada cual entiende por servir.

Si quiero una mesa, tengo IKEA... si quiero un perro, tengo dos perros magníficos y cariñosos.... si quiero un retrete, ROCA me complace enormemente... de la basura prefiero ni comentar nada.... y me quedan el semental y el mayordomo.... ambos perfectamente alquilables.... no veo compañero en ninguna parte, no veo complicidad.... porque aunque yo esté aquí y tú ahí debe haber un puente que nos una... y no lo siento... no encuentro ese puente...

En fin.... sé que estás en alguna parte.... no tardes.... se me agotan las fuerzas....


viernes, 22 de abril de 2011

Yo confieso...

Le conocí en una de esas interminables reuniones vecinales donde se habla de todo y de todos, excepto de aquello para lo que se venía a la reunión. En el descanso tuvieron piedad de nosotros y nos ofrecieron un refrigerio, unas pastas y algo de beber, y se formaron los corrillos de vecinas ansiosas por cotillear y comentar sobre los demás asistentes.

Él me llamó la atención, no solo por su estatura, sinó por ese aire atento, su compostura, su forma de escuchar sin perder la sonrisa, una sonrisa apenas dibujada en el rostro pero perenne, que acompañaba a su mirada interesada. Se acercaban a él todo tipo de personas, y para todas parecía tener una palabra amable.

- Pareces distraída... oh... ya veo. - Marta era mi vecina de hacía muchos años y nos conocíamos bien. Yo estuve en su tercer parto cogiéndole de la mano mientras su marido recorría la ruta Barcelona-Berlín con su camión, y era la madrina de ese hijo al que vi nacer. - Creo que esta vez sí que no tienes nada que hacer, olvídalo. - Olvidarlo... difícil cuando la cazadora ha avistado una presa y tiene hambre, no sin haberlo intentado antes.

- ¿Porqué dices eso? - Marta conocía mi forma de ser, habíamos compartido muchas confidencias en la cocina de su casa, sobre hombres, sobre sexo, sobre la vida.

- Porque es cura, cariño.- Y con una sonrisa de vencedora dejó zanjado el asunto.

Le observé ahora desde otro prisma y todo encajaba. La actitud servicial, la forma en la que todos se acercaban a él, con respeto, pero al mismo tiempo con interés, no un interés por la persona, sinó por su función, y estaba convencida de que detrás de esa sonrisa perenne había un hombre solitario al que pocas personas se preocupaban por conocer.

Esa misma semana visité la parroquia en la que él daba servicio a los fieles, y esperé el momento oportuno para acercarme, cuando estuvo a solas arreglando las flores del altar, de rodillas sobre ese frío suelo.

- Padre, ¿podemos hablar un momento? - Él se giró y me miró sin reconocerme, y no es de extrañar, ya que hacía más de treinta años que yo no pisaba una iglesia excepto para bodas, bautizos y entierros, y era una completa desconocida para él. Pero no formaba parte de su trabajo el cuestionar a quien se acercara a la iglesia, así que se levantó del suelo y me habló con ese aire atento que me había cautivado.

- Por supuesto, ¿perteneces a esta parroquía? - Su mirada tenía la calidez de quien está acostumbrado a escuchar secretos inconfesables con el corazón abierto, y pensé que eso era un punto a mi favor.

- Vivo aquí cerca... - No quería explicarle sobre mi agnosticismo, no hubiera sido una buena forma de empezar.- ... y me preguntaba si podría pedirle un favor. Ultimamente ando preocupada por mi vida, y sobretodo por mi alma. ¿De verdad existe el infierno, padre? Porque si es así, me temo que tengo un lugar reservado en él, y eso me atemoriza y no me deja dormir.

- Existe un infierno, quizá no el que nos muestra la Biblia, sinó uno que se vive en el corazón de las personas, y en sus vidas. - Daba la sensación de que esa pregunta se la habían hecho ya muchas veces y tenía ensayada la respuesta.

- Entiendo... algo así estoy viviendo yo entonces. A veces el remordimiento no me deja respirar, pero el pasado ya no puede cambiarse ¿verdad? Sólo el presente, pero no sé como hacerlo padre, no sé como alejar de mi esos fantasmas del pasado ¿podría ayudarme? - Apelar a su misericordia era una baza segura que seguro no podría rechazar, y así fué.

- Puedes confesarte, y arrepentirte de todo lo que hayas hecho, un arrepentimiento sincero y una penitencia devota pueden reconciliar tu alma, y reconducirla. - Mirando alrededor, como si temiera que pudieran verme, saqué un libro de mi bolso, de tapas acolchadas, gastado por el uso, y lo puse en sus manos. Él me miraba desconcertado.

- Padre, aquí está mi vida, en cada una de estas palabras, de estas páginas, le suplico que lo lea, con atención, que intente comprenderme, y volveré la semana que viene para hacer lo que tenga que hacer.- Él parecía dudar de este procedimiento fuera de lo establecido, que no seguía ninguno de los cánones de la iglesia.- Por favor, no podría contarle todo esto de viva voz, me rompería el corazón.... - tuve que usar mi tono de voz más persuasivo para convencerle, pero al final, reticente, aceptó. Le di las gracias con dos besos y me alejé de allí sin mirar atrás.

La tentación se presenta de muchas formas, y no siempre es de forma carnal. No sabía hasta que punto en el seminario les preparaban para no sucumbir a tentaciones que provenían de la fantasía, de la imaginación, de la empatía con otro ser, de sentirse reflejado en la vida de otra persona, y aquel libro era un diario personal, donde además de mis experiencias sexuales, de mis relaciones con los hombres, también trascendía un sentimiento de soledad, la soledad que rodea a los depredadores que no pueden bajar la guardia ni un segundo, muy similar a la soledad del pastor que no puede descuidarse ni un momento para no perder ni una sola oveja de su rebaño.

¿Podría más la curiosidad que el protocolo? ¿Podría más el deber de ayudar incluso a la más descarriada de las ovejas? Yo intuía que María Magdalena era una fantasía recurrente en la mente de muchos seminaristas, que veían en ella una sublimación de su propia sexualidad, el pecado redimido. Y cada una de esas páginas rezumaba la esencia de María Magdalena, la inevitabilidad de los impulsos, una vida de placeres y pecados relatada con todo lujo de detalle, contados de tal forma que él pudiera casi sentirlos en sus carnes, que tuviera que hacerlo para comprender la magnitud del abismo en el que mi alma se encontraba. Y entremezcladas entre esas imágenes de lujuria y deseo, pinceladas de desesperación, de una mujer atormentada por sus inclinaciones y necesidades, una compulsión hacia una forma de vida en la que Pecado se escribía con mayúscula.

Pasó la semana, y volví de nuevo a la iglesia, y esperé de nuevo hasta estar a solas con él, y en ese instante lo supe, cuando su mirada no pudo sostener la mía. Supe que no había sido una simple lectura, supe que no lo había leído el cura sinó el hombre, y que había causado efectos profundos precisamente por lo inesperado, que le había sorprendido con la guardia baja.

- Padre, he venido, tal como le dije ¿ha leído mi diario? - La dulzura de mi voz contrastaba con la dureza de su mirada, como si le hubiera obligado a arrastrar su alma inmaculada por el fango de una realidad oscura y oculta.

- Vamos a la sacristía, allí podremos hablar. - Apresuró el paso, como queriendo terminar con este asunto lo antes posible, y sonreí. Podría parecer que haberle provocado de esta forma le ponía en mi contra, pero era todo lo contrario. Sólo desencajándole de su vida habitual, de sus creencias, de su compostura arraigada de años de servicio, podía colocarle en ese punto en el que fuera posible hacerle dudar, de si mismo y de su condición. Una vez dentro de la sacristía me indicó que me sentara en uno de los sillones que estaban en un extremo de la estancia.

- Padre, no sé por donde empezar....- Él se sentó, envarado, visiblemente incómodo, sin decir nada, probablemente en plena lucha interior. - ¿Está enfadado conmigo? - Era una pregunta directa, que no podía obviar.

- No... - Estaba segura de que por su mente pasaban imágenes de cuerpos arañados, nalgas enrojecidas, marcas de mordiscos, ojos vendados, manos inmisericordemente atadas a la espalda, abusos sexuales consentidos, sodomizaciones contra natura, caricias íntimas, cuerpos desnudos postrados de rodillas, usos impúdicos de la lengua por todos los rincones del cuerpo, prácticas obscenas y paganas... y mi gozo desbordado, mi lujuria omnipotente, mi apetito incansable, mis ansias por devorar hasta el último cachito de esos cuerpos entregados a mi, mi afán por entregar esas almas a un poder mayor, a que la devoción que esos hombres me profesaran fuera ofrecida en el altar de una divinidad infinita, femenina y poderosa, el camino del placer para alcanzar la redención, un paseo por las nubes del éxtasis, con el fin de devolver el equilibrio a un mundo totalmente inmerso en la energía de la masculinidad, en manos de un Dios paternalista y condescendiente.

Sabía que todo eso era demasiado para él, que le había socavado en sus convicciones, donde el bien y el mal tenían lineas bien definidas, y que ahora no sabía donde agarrarse. Así que le tendí mi mano, y de forma inconsciente posó la suya, en silencio.

- No es lo que hacemos, ni lo que pensamos, sinó lo que sentimos lo que importa, y la intención que hay detrás de nuestros actos lo que nos define. No hay un único camino para llegar a conocer nuestra magnificencia, y en este camino el hombre llega a conocerse a si mismo en su entrega. Pero así como Dios es inaccesible y reservado en sus muestras de afecto,la Diosa es próxima, inmediata, y la consagración a su devoción está exenta de pecado. La mirada de la Diosa es benévola, comprensiva de la naturaleza humana, y en ella no hay lugar para la duda, porque todos los corazones son su reflejo... no se sienta culpable por haberlo comprendido, sinó afortunado, y si ese Dios al que profesa su dedicación es tan clemente como cree, entenderá que quiera explorar este camino... el camino que yo le ofrezco... el que fué el suyo desde un principio.

Me miró, entre incrédulo y reacio, era la reacción de su intelecto, de esas vocecitas que hablan de los "deberías" y de los "no debes". Acaricié su mano, con una suavidad exquisita, su brazo... y él cerró los ojos, anhelante como estaba de sentir por si mismo lo que se describía en esas páginas, luchando por conciliar su deseo con su obligación, de encontrar un resquicio en sus creencias que le permitiera acceder a ese mundo fascinante y hasta ahora prohibido. Acaricié su cara con tal dulzura que habría hecho derretirse el iceberg del Titanic, y un suspiro largamente enterrado surgió de las profundidades. Mis besos sobre sus párpados cerrados, sobre sus sienes, su frente, sus mejillas, poco a poco se abrían camino hacia su verdadera naturaleza, la que le llevó a dedicar su vida a un Dios soberano, antes incluso de saber que habían otras opciones, antes de saber que su humildad, su necesidad de servir a los demás podía incluirle a él mismo, que no era necesario sacrificar al hombre en aras de un ideal, que él también tenía derecho a sentir el calor de otra alma, una que se preocupara por él, que le guiara para que su entrega fuera plena.

Y esa tarde de Abril de una primavera resurgente, lo que empezó siendo una tentación se convirtió en vocación, y esa sonrisa perenne, esculpida por años de servicio a una comunidad interesada, se convirtió en una genuina muestra de realización, la de quien ha encontrado el camino que verdaderamente le da la felicidad.


miércoles, 20 de abril de 2011

martes, 19 de abril de 2011

La noche de San Juan

Ya me habían invitado varias veces, pero nunca había podido ir, por unas cosas o por otras, por eso cuando me encontré con esa semana forzosa de vacaciones debido a la baja producción, me dije que era el momento.
Laurde es un pequeño pueblecito costero, de tradiciones arraigadas, muy pintoresco, y quecelebra San Juan de una forma diferente. Mis amigas me habían comentado que suceden cosas mágicas alrededor de las fogatas, y que todo el festejo en sí tiene cierta mística, y esa combinación de incógnita y sorpresa me pareció irresistible. Y más cuando Julieta me dijo: " y especialmente a ti te gustará", sin querer adelantarme nada más. Saben perfectamente como conseguir que vaya las muy....

La Posada en la que vamos a alojarnos es una construcción antigua, una masía reconstruída que hace las veces de casa rural y Casa Vecinal, donde se reune la gente del pueblo por las tardes a jugar a las cartas o a charlar viendo la televisión. En conjunto me recuerda a aquellas tardes silenciosas en el pueblo de mis abuelos, cuando yo era una niña, y la mayoría de la gente dormía la siesta.

Al parecer el pueblo se llena de gente al llegar estas fechas, a juzgar por la de coches que están aparcados en todos los rincones disponibles, y además de nosotras, hay otros grupos de foráneos que comparten la casona. Por suerte mi habitación es de las que da al patio, mucho más tranquilo que las callejuelas que supongo estarán bastante transitadas durante la noche. De vez en cuando algún petardo rompe la tranquilidad de media tarde, y dudo entre tumbarme un rato a leer o pasear por la playa antes de que oscurezca y empiecen las fiestas.

Al final me decido por el paseo, y sentir el agua del mar acariciando mis pies me resulta mucho más vivificante que haberme quedado en la casa, ya que seguramente me habría quedado dormida. Me quedo quieta, observando como la arena se va amontonando a mi alrededor, o como mis pies se van hundiendo cada vez más con el ir y venir de las olas. A lo lejos aparecen unas barcas, engalanadas, y sospecho que forman parte de esa misteriosa celebración que me comentaban mis amigas, que probablemente me estarán esperando para vestirnos y cenar, y se estarán preguntando donde estoy... es el momento de volver. Al girarme para volver por el camino que bordea la casa, me doy cuenta de que he sido observada por un grupo de hombres, lugareños a juzgar por la naturalidad con la que se enseñorean de las barcas encalladas en la arena. Me saludan y devuelvo el saludo, supongo que debe ser natural para ellos encontrarse con gente nueva durante estos días.

Por supuesto mis amigas ya están deshaciendo las maletas, intercambiándose prendas, cotilleando desde las ventanas de sus habitaciones, y me apremian para que me prepare. "Sobretodo ponte falda, la que quieras pero falda". En el último momento había echado mano de la falda negra estilo ibicenco y de las sandalias, así que pienso que será adecuada para la ocasión, junto con la blusa blanca ajustada, atada a un lado de la cintura. "Verás como te gusta, es algo muy tradicional". Y no las saco de ahi por más que les pregunto, así que dejo de hacerlo. Unas campanadas resuenan por todo el pueblo, y parecen marcar el inicio de las fiestas, por lo alborozadas que están mis amigas. "Vamos, vamos, tenemos que ser de las primeras." Y ahí vamos corriendo calle abajo, hacia la playa de nuevo, y volvemos a cruzarnos con el grupo que me saludara hacía un rato.

En la arena hay como unos barreños enormes, y empiezan a llegar unos camiones que vacían su contenido en ellas. Al acercarnos me doy cuenta de que son uvas, y la gente empieza a agolparse alrededor de los barreños, con mesitas de camping, sillas, sombrillas, toallas, incluso con cestas de comida y botellas de refrescos. "¿Ves?", me pregunta entusiasmada Carla, "es como en la película aquella italiana... si mujer... aquella que salía ese actor que te gusta tanto...". Entonces alguien habla a través de un micro chirriante y llama nuestra atención.

- A ver, por favor, iros colocando pero no en los pasos para las señoritas...- Alrededor se arremolinan familias con niños, pero sobretodo muchos hombres de todas las edades, y me resulta curioso. También aparecen grupos de mujeres que cuchichean entre ellas. Al parecer soy la única que no sabe lo que está ocurriendo.- ... en breve vamos a dar comienzo a los festejos, así que señoritas vayan acercándose a las mangueras...

Mis amigas me cogen de las manos y me arrastran hacia una zona habilitada con tablones de madera y unas mangueras, con unos bancos para sentarse. "Ahora empieza lo bueno", me susurra Julieta acomodándose en uno de ellos. Al mismo tiempo los grupos de hombres que permanecían cerca de los barreños se van acercando, observantes, sonrientes, y uno de los que me había saludado se dirije hacia a mi.

- ¿Me permite que la ayude? Es parte de la tradición.- Miro de reojo a mis amigas, que están dejándose descalzar entre risas y bromas, y asiento. Él se arrodilla, debe rondar la treintena, moreno, ojos grandes con un brillo que no podría muy bien decir a qué se debe, quizá al reflejo del sol que está empezando a ocultarse. - Tiene unos pies preciosos.- Sus manos acarician mis pies como si fueran de porcelana, y esa sensación me relaja, al mismo tiempo que me inquieta. - Son los pies de una Diosa, la Diosa del vino. - Sonríe y me guiña un ojo, mientras acerca una palangana con agua. Con una mano sostiene mi pie derecho, y con la otra escancia el agua, quitándome los restos de arenilla que habían quedado pegados de mi excursión por la playa. Con cuidado lo deja sobre la toalla que traía al cuello, y toma entre sus manos mi pie izquierdo. - ¿Es la primera vez que viene? - Caigo en la cuenta de que me trata muy cortesmente de usted, y reconozco que me gusta, me hace sentir importante.

- Así es, me dijeron que era una celebración muy tradicional y he venido con mis amigas para vivir esta experiencia.- Así, de rodillas lavando mis pies, puedo hacerme a la idea de lo que sentían las Señoras que veía en las películas de romanos, o en las películas medievales, y parece que a él no solo no le molesta hacerlo, sinó que se diría que le gusta, por el cuidado con que actúa.

- Entonces, permítame que sea su guía esta noche, y que le explique en qué consiste esta celebración tan especial para nosotros. - Su sonrisa es tan franca como su mirada, y al parecer es lo que se espera que haga, ya que mis amigas están conversando animádamente con sus acompañantes.

- Está bien, supongo que así debe ser ¿no? - Me tiende la mano para que me levante, y cuando voy a dar un paso veo como todas mis amigas son levantadas en volandas y llevadas hacia los barreños. La sonrisa en el rostro de mi guía es divertida, supongo que ante la cara de sorpresa que he puesto.

- Creo que sus amigas no le han contado nada apenas ¿verdad? - Asiento desconcertada mientras él me coge en brazos, llevándome sin prisas hacia donde están los demás. - Cada año, los hombres del lugar recogemos las uvas que cultivamos en los campos cercanos, y cuando llega la noche de San Juan, las mujeres solteras pisan las uvas para obtener el mosto con el que después haremos el vino. Es importante que sea haga la noche de San Juan, o la del solsticio, y que las mujeres sean solteras para que la madre tierra, o la naturaleza, se sienta satisfecha y nos de una mejor cosecha el año que viene... antes se pedía que fueran vírgenes, pero eso hoy en día es mucho pedir. - Me guiña el ojo, cómplice, como si supiera a ciencia cierta que yo no lo soy. Mis amigas ya están dentro de uno de los barreños y parece que lo pasan en grande, y cuando me deja delicadamente, sus manos me acarician el cuerpo de forma muy sutil, casi como de casualidad.

- ¿Qué te parece?¿a que es divertido? - me grita Julieta. El tacto de los granos de uva al reventar, los sonidos del chapoteo, la textura del mosto que se va formando, fresco, pegajoso, las risas, las canciones improvisadas,las faldas arremangadas hasta las ingles, los hombres dando palmas y observándonos, las miradas de sus ojos, las bromas descaradas de las chicas, los cuchicheos de los hombres, todo parece crear un ambiente cargado de alegría y electricidad, como si realmente se tratara de una ceremonia de consagración de las uvas a la feminidad de la naturaleza. Él me mira, atento, sonriente, con una sonrisa que parece invitarme a divertirme, a dejarme llevar, y poco a poco mis recelos se diluyen en ese líquido dulzón y en la desinhibición que me rodea. Poco a poco se calman las charlas, y la música se vuelve más melódica, y cuando el representante del pueblo lo considera, da por terminada la ceremonia de pisar las uvas. Me quedan aun las palpitaciones de la euforia, de los bailes en el barreño, de los gritos de júbilo, de los resbalones, de quedar embadurnadas de pellejos de uva y pepitas, de las risas, y entonces, saliendo ya de la oscuridad, los mismos brazos que nos trajeron se ofrecen a llevarnos a la zona de bancos y mangueras. Él me ofrece su mano y enrosca mis brazos alrededor de su cuello, mientras vuelve a cogerme en volandas.

- Ha estado magnífica, no podía dejar de mirarla. - Me ruborizo pensando el aspecto que debo tener, mi blusa blanca que ya no tiene de blanca más que la etiqueta.

- Me siento totalmente pegajosa, temo que te voy a manchar. - Me pega más a su cuerpo, como si me dijera que no le importa.

- Esta noche todos nos debemos a la madre naturaleza, es un honor mancharse y servirla... y servir a su hermosa representante. - Por suerte la zona de los bancos está semi a oscuras y no puede ver que me he puesto colorada. El sol ha ido poniéndose durante la celebración, y la única iluminación es la de las antorchas alrededor de los barreños. Con cuidado me deja en uno de los bancos y se arrodilla de nuevo a mis pies, supongo que para lavarlos, aunque más bien necesitaría una ducha completa. - Si me lo permite, es un desperdicio dejar que se pierda este néctar... - Cuando acerca sus labios a mi piel me estremezco, son suaves, cálidos en contraste con el frescor de la noche, y parecen querer beber cada gota que queda entre mis dedos... me causa sorpresa sentir su lengua deslizándose entre ellos, pero más me sorprenden las sensaciones que eso me despierta... el hormigueo placentero que sube por mi pierna y que se queda anclado en mi vientre... como si pudiera sentirle en toda mi piel al mismo tiempo... coge mi pie con firmeza, como si temiera que pudiera resbalarse, y verle tan entregado a dejar mi pie limpio me conmueve... diría que es casi pasión lo que veo en sus ojos entrecerrados, cuando uno a uno se lleva mis dedos a su boca, sorbiéndolos, lamiéndolos, incluso mordisqueándolos, haciendome gritar por lo inesperado. - Perdone, no quería dañarla...- Parece afligido, me mira como suplicante, una mirada que no había visto nunca antes en el rostro de un hombre, es tan conmovedor que me impulsa a acariciarle la mejilla, y el aprieta con fuerza mi mano en su cara, frotándola como lo haría un gatito, y le sonrío quitándole importancia. - ¿Quiere que lo deje? - Todo en su cuerpo me dice lo contrario, pero él se siente obligado a preguntar... y yo a negar... y de nuevo brilla esa sonrisa en su rostro, esa mirada de deseo... deseo por besar mis pies, por sentirlos en contacto con su cara, sus labios, su lengua - Gracias, señora, es algo tan... - recorre con pequeños besos mi empeine - ... no sabría como explicarle como me hace sentir besar algo tan bello, lo que representa para mi, lo que usted representa... - y me doy cuenta de que entremezclado con el deseo hay algo más que no sabria definir - ... estaba tan hermosa esta noche, la observaba, como se observa algo perfecto, sublime, me hubiera pasado toda la noche mirándola, como reía, como todo parecía mágico, casi podía sentir que ese mosto cobraba vida en contacto con estos pies... - los acaricia de nuevo, con una devoción... eso es, devoción es lo que se entremezcla con su deseo - ... no puede haber mejor vino que el que salga de ese mosto, y quien lo beba, beberá de su esencia Señora, igual que yo lo hago ahora... bebiendo de sus pies...- El tiempo se ha detenido, no sé cuanto llevamos en este trance, los dos envueltos por una fuerza arrolladora. Ignoro donde han ido los demás, pero al mirar hacia los lados descubro que estamos solos, y que no me importa, al contrario.

- Creo que los pies no es lo único que se ha manchado de mosto... - él levanta la mirada, y sus ojos siguen el recorrido de mis piernas, de mi ropa, de mi pecho, de mi pelo, y parece caer en la cuenta de que hay un mundo por recorrer... y que tiene vía libre para hacerlo.

- Si me lo permite, déjeme que esta noche sea su esponja, su jabón, su toalla...- Asiento lentamente, y ese hormigueo que se había encerrado en mi vientre, ocultándose, se libera por todo el cuerpo en cuanto su lengua empieza a subir por mi muslo, y cierro los ojos, y me abandono a sus delicadas atenciones...
...
A la mañana siguiente, en la mesa del desayuno todo son preguntas, que quien era él, que qué pasó, que como fué, que si me gustó, que mira qué mosquita muerta, y yo tomo mi chocolate a sorbos, ajena a todo ese gallinero, simplemente recordando cada segundo en que ese hombre me hizo sentir la mujer más deseada del planeta.


lunes, 18 de abril de 2011

La feminización

Es un tema controvertido, y que a mi me produce cierto desconcierto, y es que tiene tantas connotaciones que al final se convierte en una de esas prácticas que, o te gusta, o no te gusta.

Por una parte habría que diferenciar lo que sería el juego, la representación, de lo que sería la transformación. Cuando se juega a la Ama y su sirvienta, la indumentaria tiene la capacidad de hacer que cada cual se meta en su papel, por ejemplo, y una vez sin las prendas propias del servicio doméstico, se recupera un rol más general. Algo muy diferente es cuando no se trata de un disfraz, sinó de una identidad. Hay quien vestido de mujer se siente mujer, habla, se comporta y siente como si lo fuera, y en ese caso hablamos de transformación, y tiene una profundidad que no tiene el disfraz, porque permite aflorar una personalidad femenina oculta.

Ambas formas me parecen válidas, aunque no sean santo de mi devoción. En el primer caso podría ser parte de una diversión, pero eso no me resultaría excitante, sinó travieso. Y en el segundo caso estaría ante un símil de relación lésbica, que tampoco me resulta motivante.

Hay un tercer caso que me cuesta comprender, que no es tan claro como los anteriores, y es el de los sumisos que vestidos de mujer se sienten humillados por parecerlo. A mi me resulta una contradicción alguien que por una parte admira a las mujeres y que por otra se siente humillado pareciendo aquello que se supone que admira, ¿no sería más lógico sentirse mejor por parecerse a ellas? Y más si es llevando ropas o prendas de su Ama, que es como compartir su esencia. 

En los tres casos, el cambio de género me resulta confuso, aunque puedo entender que en un momento dado alguien se sienta un poco "zorra", tanto ellos como ellas, ya que esto es más bien un concepto... machista, pero concepto al fin y al cabo, y entiendo también que en esos momentos haya Amas a las que les produzca gran satisfacción someter no solo al sumiso, sinó al propio concepto machista en sí.

Supongo que al final lo que cada cual está haciendo a su manera es explorar el otro género, y es que como dicen los taoistas, el Yang y el Yin no son opuestos sino complementarios, y cada uno contiene al otro. Y ahí está el equilibrio.... ¿y entonces porqué se espera que las Amas seamos muy femeninas? Como veis, este mundo es una paradoja.


domingo, 17 de abril de 2011

La mediadora

Un día cualquiera, en un país cualquiera, en el que se producen acontecimientos sociales que requieren de una intervención inmediata y extraordinaria del Gobierno, puede ser el escenario en el que se desarrolle mi agenda.

Llevamos cerca de diecisiete horas encerrados, discutiendo sobre la necesidad de este recorte, sus repercusiones, sus puntos débiles, sus puntos fuertes, y los ánimos están ya crispados. Mi participación hasta ahora ha consistido en escuchar a unos y a otros, y en observar sus reacciones. No se requiere nada más de mi a no ser que esta reunión llegue a punto muerto, punto indeseable dada la situación crítica del país.

- !Es imposible que podamos renunciar a esa partida! Nuestro personal en el extranjero depende de ella. - El Ministro de Asuntos Exteriores tiene el rostro convulso, pues ya ha tenido que ceder en cerrar algunas Embajadas menores y ve peligrar el resto de su dominio.

- Pues que vuelvan, así de fácil. - El Ministro de Economía tiene un difícil papel esta vez: reunir la cantidad precisa para reducir la deuda pública a la mitad. Y para ello está atacando en todos los frentes, y no hay Ministerio que no haya sufrido un recorte.

- Eso es fácil decirlo, pero complicado de llevar a la práctica ¿o es que vamos a crearles lugares de trabajo aquí para ellos? Es personal especializado en tratar asuntos de otros países, se han integrado en sus culturas para poder negociar en nuestro nombre. - Los argumentos son buenos en mi opinión, pero no depende de mi el decidir, ni tan siquiera el opinar. Observo que el Ministro tiene un tic nervioso en el ojo derecho, que le molesta, y le obliga a frotárselo cada dos por tres, y tomo nota mental de ello.

_ Ya les encontraremos un sitio, la Administración pública es flexible, y podemos crearles unos puestos singulares, pero los gastos de las Embajadas son desorbitados. Por ejemplo, ésta en Benin ¿qué se nos ha perdido en un país africano que lo único que nos aporta es más inmigración? Dejémonos de sentimentalismos inútiles y repleguemos filas, debemos quedarnos solo con las Embajadas en países en los que tengamos intereses. - Los demás Ministros asienten, probablemente porque piensan que si se reduce bastante la partida para las Embajadas, no tocaran sus presupuestos. El Ministro de Economía sabe que ha encontrado un filón fácilmente explotable, ya que no afecta directamente a ninguna de las cuestiones delicadas que están produciéndose en el país, y que por tanto tendrá el apoyo de la mayoría en esta medida, no así en otras que tiene en mente.

- ¿Me estás llamando sentimental inútil? - El cuerpo adelantado, las manos en los brazos de la silla, y el tic de nuevo manifestándose me ponen en estado de alerta. Cuando se llega a las cuestiones personales, una reunión puede sobrepasar el punto de no retorno, en el que cada cual se afiance en su trinchera y lance toda su artillería.

- Bueno, no es nada personal, pero me parece a mi que mantener esas Embajadas es totalmente inútil, la verdad. - El murmullo general parece apoyar la versión del Ministro.

- Entonces estás diciendo que mi trabajo no es eficiente, y que estoy gastando todo ese dinero que a ti te es tan "difícil" conseguir ¿es eso? - Parece que no está dispuesto a dejar pasar la ocasión de enfrentarse con el Ministro de Economía, y en parte es comprensible, ya que su Ministerio es el más afectado.

- Hombre, ya que lo dices tan claramente, pues sí, esas Embajadas no son más que una fuente de gasto sin beneficio apenas, por eso están sobre la mesa. Y creo que lo suyo es que lo admitas, simplemente, y que pasemos al punto siguiente, aun nos queda mucho que tratar. - El Ministro de Economía abre su carpeta y busca algunos documentos, seguramente su lista de recortes, haciendo caso omiso de la mirada furibunda del Ministro de Asuntos Exteriores.

- Pues no, no lo admito, esas Embajadas no se cierran porque a mi no me da la gana. Ya te estás pasando con los recortes en mi Ministerio, no sé porqué tiene que ser el que más se sacrifique, la crisis es de todos. - El Ministro se arrellana en su silla, los brazos cruzados en su pecho, la mandíbula apretada, claramente ha decidido no ceder ni un ápice más de su terreno.

El silencio se propaga rápidamente tras unos murmullos de desacuerdo. Todos ven peligrar sus respectivas carteras y tener un chivo expiatorio les sería muy útil, pero parece que la cabra se resiste a ser llevada al matadero.

- Pues si no te da la gana, quizá el problema no está en las Embajadas, sinó en ti. Quizá el que sobra aquí eres tú. - La bomba ya ha sido lanzada. Se puede percibir la tensión entre ambos Ministros, ese tiempo de espera antes de un duelo en el que los contrincantes se observan, intentando adivinar por el más leve gesto, cuando el otro va a sacar la pistola. El Presidente me hace el gesto acordado para que yo intervenga, y respiro profundamente.

- ¿Podría traernos alguien unas botellas de agua fría? Estas están ya recalentadas después de tanto rato de deliberación. - Me levanto y eso produce un ligero movimiento en la mesa. Por supuesto mi indumentaria está pensada para producir un cierto efecto subliminal, y es que es imposible no fijarse en  una mujer vestida de forma sugerente, por más enfadado que se esté. - Caballeros, creo que necesitamos un breve descanso, si les parece podemos pasar al salón contiguo para comer un poco, refrescarse quien lo necesite, y fumar, que llevamos muchas horas seguidas de reunión. - El Presidente es el primero en levantarse, entendiendo que este descanso forma parte de mi estrategia, y a ese gesto le siguen los demás Ministros, siendo el último en levantarse el Ministro de Asuntos Exteriores, como si en esa silla dejara en custodia todas sus Embajadas y temiera perderlas al levantarse.

Una vez en el salón es inevitable que se formen los grupitos por afinidades, los Ministros que se conocen mejor, los que son amigos, o los que tienen intereses comunes que defender. El Ministro de Economía es rodeado rápidamente por aquellos que aún no han visto seriamente recortados sus presupuestos, quizá con la vana esperanza de que dándole su apoyo puedan librarse de nuevos ataques. El Ministro de Asuntos Exteriores se arrellana en uno de los sofás, como afianzando su postura. Debo elegir con quien actuar primero, y debo elegir bien.

Tomo dos bebidas de la mesita y me acerco al Ministro de Asuntos Exteriores.

- ¿Me permite que le acompañe? Este sofá parece muy cómodo comparado con las sillas de la sala. - Mi sonrisa es cálida, un contraste con los rostros que le rodean, y el Ministro cede rápidamente.

- Claro, no faltaría más. - Se incorpora como para dejarme sitio, y me coloco a su lado, ofreciéndole una de las bebidas.

- He pensado que necesitaría beber algo, hace mucho calor aquí. - Él toma la bebida y la sostiene en su regazo, murmurando un "gracias". Bebo despacio, suspirando aliviada, como si el frescor de la bebida me hubiera calmado. - ¿No bebe? - Mi mano se apoya en su antebrazo, y noto un leve respingo. - Le sentará bien, es refrescante ese toque de menta que le han añadido, y le aseguro que no tiene nada de alcohol, no estoy intentando emborracharle. - Él sonríe ante esta pequeña broma, y da un breve sorbo a su bebida. - ¿Qué le parece? A mi me recuerda al té helado que sirven en Túnez, tan especiado pero tan ligero a la vez, que entra con una suavidad... - me quedo mirando al infinito, como recordando - ¿ha estado en Túnez? Es una ciudad curiosa. - Sé que tenemos una embajada en Túnez, eso me da ventaja, y según los informes que tengo en mi carpeta, el Ministro estuvo cuatro años viviendo allí.

- Sí, conozco la ciudad, estuve allí un tiempo. - Bebe otro sorbo, sin dejar de permanecer alerta. Cuando se ha producido un estallido de adrenalina no es fácil reconducir todas esas emociones. Pero no imposible. Vuelvo a apoyar mi mano en su antebrazo, que esta vez no reacciona.

- ¿De veras? Eso es una suerte, es un lugar tan exótico, pero al mismo tiempo como extemporáneo ¿no cree? No se parece en nada a los países que lo rodean. Eso me llamó la atención...- Hago una pausa para cambiar de posición, cruzando y descruzando las piernas deliberadamente. - ¿Qué es lo que más le gustó de vivir allí? - Me acerco para escuchar atentamente su respuesta, mirándole a los ojos con interés, y eso le obliga a hacerme caso.

- Pues... - ahora su mente se pierde en sus recuerdos de esa época, que yo sé que fué una época feliz de su vida, y tiene que elegir entre todos ellos el más significativo, y eso poco a poco va dulcificando su enfado. - ... yo diría que lo que más me gustó fué conocer a mi mujer, ella trabajaba en la embajada ¿sabe?

- ¿De veras? Vaya, veo que estar allí cambió su vida, ¿y cuanto tiempo estuvo allí viviendo? - le animo con un gesto a que beba un poco más, y eso le relaja.

- Pues cuatro años, allí nació mi hija, la mayor, Naisha. - Una leve sonrisa empieza a apareceren su rostro.

- Cuatro años es mucho tiempo, seguro que conocía bien el país ¿su mujer era de allí o de aquí?

- No, no, de aquí, de Palencia - eso parece divertirle, recordar que su mujer es de Palencia, quizá por el contraste con el exotismo del lugar en el que se habían conocido.

- Una lástima que se terminara entonces, parece que allí fueron muy felices. - La mandíbula ha dejado de estar tensa, y solo queda un leve parpadeo en el ojo derecho.

- Bueno, decidimos volver para educar a nuestra hija en España, mi mujer echaba de menos a su familia también. - Pongo mi mano sobre la suya, con mi dedo pulgar en ese punto que los chinos conocen tan bien, que con un leve masaje libera la tensión emocional. Para él es un simple gesto de simpatía, que además es bien recibido.

- Es que la familia y el lugar donde nacimos tira mucho, creo que incluso las personas más viajeras necesitan volver a casa una temporada, y recuperar los vínculos con los amigos, volver a sentir que pertenecen a algún lugar ¿no cree? Vivir fuera puede llegar a ser muy solitario, incluso rodeado de gente. La añoranza es muy natural en el ser humano, pero no todo el mundo tiene la oportunidad de volver, y más si está trabajando. Me pregunto cuantas personas que están desplazadas en otros países querrían volver a España... - El tic desaparece del todo con el breve masaje, y en general el Ministro parece estar ya más apaciguado, incluso tranquilo, así que me levanto alegando tener un poco de hambre, y le dejo con esa última reflexión rondando por su mente, entremezclada con sus propios recuerdos.

El Ministro de Economía se encuentra cerca de la mesita con los canapés, conversando con el Presidente, que en cuanto me ve dirigirme hacia ellos, me saluda, para que me una.

- Una buena idea la de hacer preparar este tentempié, estaba muerto de hambre. - El Presidente acompaña sus palabras con un ofrecimiento de su plato, en el que hay una selección de canapés. Tomo uno y lo mordisqueo.

- Mmmm.. está muy bueno. Me recomendaron este catering por su calidad y no es caro, una relación calidad-precio a tener en cuenta. ¿Qué le parece a usted, señor Ministro? - Mi sonrisa y mi mirada invitan al Ministro a unirse a la conversación, animándole a participar.

- Está bien. - Una respuesta corta, escueta, significativa de que su mente está en mil otras cosas diferentes. Me acerco y me inclino hacia él, como para hacerle una confidencia.

- Estaba segura de que alguien como usted sabría apreciarlo. - Mi tono de voz es cálido, sugerente, sensual, y por unos momentos consigo sacarle de sus pensamientos.

- ¿Alguien como yo?¿qué quiere decir? - La curiosidad mató al gato.. ¿porqué no a un Ministro?

- Me he estado fijando en usted todo el día, en como maneja los asuntos con inteligencia, en como se desenvuelve con seguridad en la reunión. Está claro que es un hombre que sabe lo que quiere y como conseguirlo, y que aprecia la calidad y el buen servicio.

- Sí, claro... - Asiente sin saber muy bien qué es lo que está aceptando, pero en conjunto parece haberle halagado.

- Estoy convencida de que es un hombre de recursos, de que ha estudiado cada caso desde muchos ángulos para encontrar la mejor solución ¿verdad? - El Presidente se aleja musitando una disculpa cortés, y nos quedamos el Ministro y yo a solas.

- Sí, por supuesto. - Ahora sí tiene claro de lo que hablo, y está firmemente de acuerdo.

- ¿Sabe? Le admiro. Su trabajo no es de los más populares, todo el mundo le teme, pero usted es capaz de preocuparse por todos, de ver qué es lo que cada uno necesita, y de ajustar sus demandas a sus necesidades. Es francamente admirable.

- Bueno, hago lo que puedo. - ¿Puede un Ministro ruborizarse? Os aseguro que sí, nadie es inmune a que valoren sus cualidades.

- Lo sé, por eso me ha parecido extraño que en este último asunto la medida haya sido algo más... contundente. - Mi rostro refleja sorpresa, una inquietud que en realidad es genuina. Probablemente entre ambos Ministros haya alguna cuestión personal que haya aflorado inconscientemente en la negociación.

- Bueno, hay que ser enérgico con Morales, se cree que el Ministerio es suyo. - Ciertamente había una cuestión personal, y ya está asomando.

- Mmmmm... creo que algo que define al hombre es ese instinto de protección, de cuidar aquello de lo que se responsabiliza, aunque claro, no es comparable unas cuantas Embajadas con todo un país, como es su caso. Pero puedo entender que él considere a esas personas como si fueran parte de su familia, creo que estuvo muchos años como Embajador en diversos países, y se solidariza con su situación... - apoyo mi mano en su hombro, acariciándolo suavemente - ... al igual que usted se solidariza con la crisis que está viviendo el país. Creo que ambos están intentando proteger aquello que les importa ¿no cree?

- Bueno... puede ser... - Poco a poco el razonamiento va haciendo mella, y la duda va surgiendo, la duda de si está haciendo lo correcto.

- Estoy convencida también de que esas Embajadas tuvieron su razón de ser en su día, aunque ahora parezcan inútiles, quizá incluso las personas que están allí estén deseando volver a casa, y eso simplificaría las cosas. No por ser una embajada pequeña es menos signficativa... como David con Goliat, a veces es necesario tener presencia, aunque sea pequeña, a no tener ninguna.- Suspiro aliviada, como si se hubiera producido la solución al problema, y el Ministro suspira por simpatía, de forma automática. - Estoy convencida de que sabrá encontrar una solución tan eficiente y conciliadora como las que ha estado proponiendo durante toda la reunión, confío en su criterio señor Ministro. - Tomo su mano entre las mías, dedicándole una mirada de total confianza y apoyo, y él sonríe asintiendo.

El Presidente nos reclama de nuevo a la sala de reuniones, justo a tiempo, y todos se acomodan de nuevo en sus sillas. Los dos Ministros parecen más calmados y pensativos. El Presidente abre de nuevo la sesión.

- Muy bien, ya que nos hemos recuperado un poco, ¿qué tal si zanjamos el asunto de las Embajadas? ¿Benítez?

El Ministro de Economía carraspea y revuelve sus papeles.

- He estado revisando mi documentación, y veo que me faltan algunos informes para poder tomar una decisión. Me pregunto si el Ministro Morales podría facilitarme una lista de las Embajadas pequeñas y de las razones por las que deberían permanecer en sus países respectivos, quizá haya detalles que se me han escapado. Y de paso, se podría hacer un sondeo para saber si alguna de las personas desplazadas allí tendría interés en volver a España, en un puesto en el Ministerio de Asuntos Exteriores, claro está, como asesores o personal de Administración, incluso es posible que alguno quiera quedarse en el país y desvincularse de la Embajada con un buen incentivo.

Se produce un murmullo aprobatorio general ante este giro en la negociación, y el Ministro de Asuntos Exteriores asiente lentamente.

- Por supuesto, este Ministerio colaborará en facilitar esa información, y en conocer la disponibilidad del personal que trabaja en las Embajadas, y entiendo que en ningún momento se obligará a nadie a dejar su trabajo, y que no se cerrarán las Embajadas si no es absolutamente necesario... que hay otras medidas que pueden tomarse antes que esa, quiero decir.

- Todo se estudiará y se tendrá en cuenta, Morales. Veamos si al final de la reunión hemos conseguido los objetivos y volveremos a hablar de ello con detalle, y con datos en la mano ¿te parece?

El Ministro de Asuntos Exteriores asiente complacido, y el Ministro de Economía también.

- Bien, el siguiente asunto es el de los viajes de representación del Gobierno, señor Presidente ¿es necesario que viaje todo el séquito en primera clase?....

Y la reunión sigue, esta vez con naturalidad, por supuesto que con sus tiras y aflojas, pero como en todas las negociaciones, y me relajo, observando el ir y venir de las justificaciones, sabiendo que al final llegarán a un consenso.


sábado, 16 de abril de 2011

No hay mal que por bien no venga

Hay veces, en las que trabajar puede resultar tan gratificante que no tengas la sensación de estar cumpliendo con una obligación, y el haber conseguido este puesto de masajista del equipo local de fútbol es una de esas fantasías hechas realidad.

Después de cada partido, pasan por mis manos esos músculos esculpidos, maltratados por el ímpetu y esa energía desbocada de la juventud tardía, de quien cree retener aún los últimos alientos de una adolescencia apresurada. Nadie sabe de mi inclinación fetichista hacia los músculos masculinos, del deseo latente cuando les veo correr por el campo, esos gemelos descaradamente marcados debajo de las medias deportivas, esos muslos arrolladoramente tensos al flexionar las piernas, y lo que para los demás puede llegar a confundirse con concentración extrema por mi parte, no es en realidad más que un éxtasis profundo.

Hay veces también en las que algo más llama tu atención, ya no se trata solamente de hermosas cadenas musculares funcionando en conjunto a la perfección, sinó que su dueño es capaz de imprimirle una elegancia al movimiento, una cadencia rayando la sensualidad, que hace que además de ser efectivo, sea fascinante observarle al desplazarse por el campo. No todo el mundo puede imprimir a su movimiento ese aire felino, flemático y seguro, y me siento hipnotizada, como si el resto de lo que estuviera sucediendo no tuviera importancia.

Y entonces algo rompe mi concentración, un movimiento brusco fuera de lugar, ese homenaje a la armonía cae de rodillas, con la crispación marcada en su lindo rostro. Algo va mal, no puede levantarse, y el banquillo en pleno se levanta por él. El entrenador pide tiempo, mientras dos asistentes salen hacia el campo para ayudar al jugador a incorporarse, y tambaleándose, es llevado casi en volandas hacia el vestuario.

- Vé con él, a ver qué se ha hecho, y si puedes arréglalo, le necesitamos en el campo. - No hacía falta que me lo dijera, porque yo ya estaba en pie, recogiendo mis cosas. El pasillo hacia el vestuario está vacío, todo el mundo pendiente de la evolución de este partido que decidiría el paso a la categoría superior. Mis pasos resuenan y me transportan a un mundo diferente, y al abrir la puerta del vestuario, y verle tumbado en la camilla, los brazos tapando su rostro, su cuerpo sudoroso, sus músculos contraídos por el dolor, sé que cuando la cierre, todo lo demás quedará atrás, y que en este momento sólo existimos él y yo.

Está perdido en sus pensamientos, supongo que también en reproches y quejas, y le dejo en ese estado mientras le quito las medias y el calzado. Estiro sus piernas, y con delicadeza palpo en busca de un punto doloroso, y un "!mierda, joder!", me indica que he llegado a ese punto.

- Perdona, no quería decir eso, es que.... - Con naturalidad le hago callar colocando mi dedo índice en sus labios, y él se va calmando hasta tumbarse de nuevo.

- Déjalo en mis manos, no te preocupes de nada más. - Él suspira, sabiendo por experiencia que no hay nada más que pueda hacer en ese momento que abandonarse a mis cuidados. Mis manos se deslizan solas por esos músculos que conocen bien, y profundizan para determinar el grado de la lesión. Afortunadamente no es tan grave como él piensa, ya que las contracturas son mucho más dolorosas en músculos sobrecargados que en los que no están acostumbrados a funcionar hasta este grado extremo de actividad. Nada que no se pueda resolver con un poco de masaje y descanso. - Te va a doler...

- ¿Más aún? - Su tono es de incredulidad quejumbrosa, de ironía frustrada. - Pues sí que tengo mala suerte, tenía que ser precisamente hoy que me rompiera algo. Este partido es importante ¿sabes?

- Lo sé. - Mi tono tranquilo contrasta con el suyo, y le resta gravedad a su irritación. Por suerte traigo conmigo ese aceite milagroso a base de caléndula que es capaz de suavizar la contractura más pertinaz, y después de frotarme las manos enérgicamente, el contacto de mis manos calientes sobre su piel, refrescada por el chorro de reflex que los asistentes se empeñaron en aplicarle al salir del campo, le provoca un estremecimiento de alivio. - ¿Mejor así?

- Sí... tienes buenas manos... - Los primeros efectos de la relajacion empiezan a notarse, y poco a poco el resto de su cuerpo se libera de la tensión, de la frustración... seguramente esa misma tensión, provocada por la responsabilidad, es la que había desembocado en la lesión, así que la pericia de mis manos estaba deshaciendo más de un bloqueo.

Tener ese magnífico gemelo entre mis manos me está despertando un cosquilleo que tengo que controlar, o no podré evitar sucumbir a la tentación de deslizar mis manos por esa pierna bien formada y perderme entre los pliegues de ese ligero pantalón de deporte. Aunque... trabajar toda la musculatura es bien sabido que produce efectos más duraderos que un masaje localizado, así que sería algo terapéutico si lo hiciera...y si trabajara con ambas piernas, sería incluso mucho mejor... y ese suave ronroneo que escucho me da la razón.

- Date la vuelta. - Boca abajo no puede verme, tampoco creo que lo hiciera, ya que está con los ojos cerrados, entregado y confiado. Deslizo mis manos desde los tobillos hasta las nalgas, con suavidad y firmeza, y con cada pasada mis manos suben un poco más, sin llegar a resultar sospechoso que me entretenga unos segundo en notar la redondez de sus glúteos. Amaso los grandes músculos, siento como se derriten bajo mis dedos, como me derrito yo al unísono, como se derrite él en consecuencia. Su respiración está algo más agitada, y su ronroneo es más continuado, y dejo de resistirme... por debajo del pantalón, que es holgado, me recreo en moldear a mi antojo esos glúteos, en darles la forma de mi deseo dormido, y en despertar lentamente el suyo. Lo noto porque imperceptiblemente sus piernas se separan, como invitándome a descubrir los efectos de mis caricias que son ya descaradamente sensuales.

Me aparto un momento, lo justo para untar de nuevo mis manos de aceite, para frotarlas y calentarlas, y noto como él se mantiene en ese silencio expectante, esa inmovilidad que teme romper el encanto del momento con un gesto inadecuado. Y cuando de nuevo se produce el contacto de mis yemas sobre su piel, surge ese estremecimiento que nada tiene que ver ya con el dolor de un principio.

Mientras mis dedos se deslizan hábilmente por sus recovecos, atrás queda el sufrimiento, el mal humor, la preocupación, y se abren paso el placer y la sorpresa, el abandonarse a otras sensaciones del cuerpo que se van avivando  con el roce continuado, con la sabiduría del conocimiento de la anatomía masculina, de esas zonas ricamente inervadas que reaccionan a mis atenciones. Sigue con los ojos cerrados, pero su ronroneo es claramente un gemido ahora, una súplica por hacer duradera esa sensación de bienestar, de dulce rigidez, de palpitación vital, y de la misma forma delicada con la que había conseguido decontracturar su gemelo estaba ahora alcanzando una última serie de espasmos que derramaban lo que quedaba de su tensión en la toalla de la camilla.

Con un cuidado casi maternal retiro cualquier resto que pudiera resultar incómodo o inadecuado, y disfruto masajeando algunas otras zonas que puedan necesitar también de mi atención, regodeándome en el deleite de tener entre mis manos un cuerpo bien formado, el de un hombre atractivo.

- Creo que ya está, intenta ponerte de pie. - Le cuesta volver de esa nube de agradable inconsciencia, en la que poder fingir que nada ha sucedido, pero al final se incorpora. - Despacio, no te levantes de golpe, que no es bueno... así... yo te sostengo, ¿qué tal?

Me mira de una forma curiosa, como si no diera crédito a lo sucedido, a no sentir ya dolor, solo una ligera molestia, a sentirse deliciosamente relajado, con energía, cuando debería ser al revés, y una hermosa sonrisa de complicidad se dibuja en su lindo rostro.

- Mucho mejor... en todo. Gracias.

- De nada... ha sido un verdadero placer, y ahora ¿harás algo por mi?

Me interroga con la mirada, esa sonrisilla suspendida en el silencio, deseando conocer mi deseo a cambio de este pequeño milagro.

- Ve y marca el gol de la victoria para mi. - Sonrío malévola porque sé que esperaba otra cosa.

- Eso está hecho.


martes, 12 de abril de 2011

Las paradojas de la Dominación Femenina (DomFem)


Ya en su momento me resultó chocante descubrir que el mundo de la DomFem era paradójico, un mundo en el que nada parecía ser lo que era, como el País de las Maravillas de Alicia. No es fácil moverse en un mundo al revés, en el que el dolor puede ser placentero y la humillación deseable, y las cosas se complican más aún cuando estas "leyes" no se cumplen para todos sus habitantes... ¿os imaginais un mundo donde la gravedad afectara sólo a algunas personas, o en el que no para todo el mundo el sol saliera cada día? Pues así me siento a veces... desconcertada.

Quizá es que mi manera de vivir la Dominación sea un submundo dentro de un submundo, un vestigio de épocas pasadas a las que quizá no sea bueno volver. A mi entender, la "Dueña", por decirlo de alguna manera, cuida y se hace cargo de la persona que está bajo su tutela, y se preocupa de su bienestar, porque al fin y al cabo es alguien a quien valora, y en un mundo coherente, eso debería producir un sentimiento de pertenencia, de sentirse protegido, de sentirse especial. Mis perros, por ejemplo, los de cuatro patas por supuesto, entrarían dentro de este modelo lógico. Cuanto más les cuido más quieren permanecer cerca de mi. Hay quien puede interpretar esto como dependencia, pero en personas adultas eso depende mucho de la personalidad de cada cual. Yo prefiero interpretarlo como interés.

En este mundo al revés de la DomFem parece que en la mayoría de los casos esto produce precisamente el efecto contrario, es decir, cuanto más te preocupas o te interesas por alguien, más se aleja de ti. Me atrevo a pensar que podría estar dándose el famoso postulado que reza así: "la tengo en el bote, ya no hace falta que me esfuerce", y es que el caso opuesto también sucede, que cuanto menos te interesas más te persiguen. También se le añade otro aspecto que me cuesta llegar a entender y que alguien me comentó hace unos días, y es que cuando una Ama se interesa y le cuida, se siente menos perro, que es precisamente lo que quiere sentir.

Comentando esto con mis perros, que son muy comprensivos y atentos conmigo, me di cuenta en su forma de mirarme que estaban tan desconcertados como yo misma, y que no podían llegar a entender que alguien pudiera sacrificar los mimos y el cariño, por el descuido y el desinterés, o que se interpretara esta forma de atenderles como sinónimo de debilidad y falta de carácter.

Quizá tenga que acostumbrarme a la idea de que mi forma de entender la DomFem está destinada a la extinción...