martes, 27 de marzo de 2012

Cry baby


Sábado 04:00

Yo no me despierto por la noche... odio despertarme por la noche... son todavía las 4 de la mañana... como me jode que me pase esto.

Sábado 06:30

Toca levantarse. Toca currar. Tengo que terminar el artículo que estoy escribiendo. Pero, coño, no debo ponerme. Me había prometido dejarlo “enfriar” unos días... coño! Hoy es sábado. Vuelve a dormirte... eres un capullo ansioso... duerme...

Sábado 08:30

Ahora sí que no aguanto más en la cama. Mi Ama sigue durmiendo y los perritos están ansiosos. Trata de no hacer ruido y de salir de la habitación.

Me levanto. Pongo de comer a los perros. Friego los platos de la noche anterior. De repente mi Ama. “Buenos días cariño”. Buenos días mi Señora.
Termino de fregar lo del día anterior. Me pongo un café. Le pido permiso a mi Ama para fumarme el primer “pucho” de la mañana. Como siempre, me da permiso sin problemas.
Mi Ama se pone sus tostadas y su vaso de leche. Termino de hacer otras cosas. Voy al baño a lavarme los dientes. La idea me irrumpe. Brutalmente, como siempre. Ya no consigo sacármelo de la cabeza. Y mi cuerpo reacciona.

Sábado 09:10

Mi Ama sabe perfectamente identificar esa cara. La conoce perfectamente. Soy incapaz de mirarLa a los ojos en estos momentos. Mi tono de voz se baja. Ella ya sabe qué Le voy a decir. Qué Le voy a pedir. Sonríe. Me avergüenzo. Más todavía al saber que ella sabe perfectamente lo que Le voy a decir. Bajo la cabeza.

Mi Ama... Le querría pedir una cosa y media. Bueno, en realidad dos. “Dime cariño”. Su sonrisa me indica que lo sabe. Y de nuevo bajo la cabeza. Siento vergüenza. Supongo que algunos lo llamarían humillación. La primera es el collar mi Ama. “Si cariño. ¿La segunda?”. No sé si estoy blanco, o rojo. La segunda... la segunda mi Ama... era si querría... si querría ponerme... si querría mi Ama ponerme los pañales. Gran sonrisa. Más vergüenza. Vuelvo a bajar la cabeza.

Se levanta. Vamos a la habitación. Me pide que me tumbe en la cama. Descubre en mí una gran erección. Decide ordeñarme. A continuación, saca los pañales. No puedo mirarLa. Sólo consigo cruzar con ella alguna mirada. Se me cae la cara... de vergüenza... por algo que he propuesto yo... me desconcierta un poco la idea.

Me vuelve a poner los pantalones. Volvemos al salón. “Cariño, nos vamos a poner a trabajar. Tenemos un montón de cosas que hacer”. Si mi Ama. Al poco siento una fuerte presión en la tripa. Mi Ama... yo... cuando Usted lo desee. “Ahora”. Mi Ama... ¿puedo ponerme de rodillas? “Si cariño”. Tengo miedo de que se salga. “No te preocupes”. Pero es mucho... “Tú tranquilo... no se sale”.

La sensación es como un huracán. Es algo que normalmente controlamos. Que de hecho estoy controlando. Pero al mismo tiempo me invade la sensación de que me desborda, de que no tengo el control sobre mi propio cuerpo. No es que me deje llevar... es como si algo me llevara...

Mi Ama me mira mientras lo hago. Bajo la cabeza. No puedo no bajar la cabeza. Terminé mi Señora. “Muy bien cariño. Ahora quiero que te sientes”. Siento el calor, la forma, y como la presión de mi cuerpo hace el esperado efecto. Estoy... así estoy.

Mi Ama... ahora tengo ganas de... “Pues hazlo también...” Vuelvo a estar de rodillas. De nuevo esa sensación que no puedo controlar. Vuelvo a bajar la cabeza. Vuelve a sonreir.

Empiezo a sentir que me mancha... que estoy manchado... que sigo manchado... “No sé qué tenías que hacer. Pero me gustaría mucho que, como me dijiste el otro día, escribieras sobre esto”. Reviso los correos. Envío un par de mails de trabajo. Y me pongo a escribir.

Mi Ama, vuelvo a tener ganas. “Coje el cojín, ponte aquí y hazlo”. Siento que el pañal se va a desbordar. De nuevo la sensación incontrolable. De nuevo me supero. Ya mi Ama. Me pide el cojín y me ofrece su mano. Esa mano es como un puerto en una tormenta. Me sonríe. Me siento Suyo. Me gustaría que me abrazara. Me pide que cuando termine de escribir Le avise para quitármelos. Le comentó que luego me gustaría seguir escribiendo algo más, pero que para eso tengo que no llevarlos puestos. Ella me contesta que una cosa es la experiencia y otra la reflexión. Asiento. “¿Cómo te sientes?”. Mi tono es casi imperceptible. “Repite”. Sucio. Y siento los pañales hasta arriba. Rojo y blanco.

Me siento. Termino de escribir el párrafo del que Le he hablado a mi Ama (este). Ya, mi Ama. Espérenme. Ahora vuelvo. Quiero pedirle que me pase la mano por el culo, por fuera del pañal, para que me restriegue. Me avergüenzo de escribirlo. Tengo una erección. Ahora vuelvo.

Martes, 22:40

Volví. He tardado un poco pero uno a veces se lía...

Mi Ama Alyna y yo hemos hablado varias veces sobre la humillación. La misma palabra no me gusta. Para mi tiene connotaciones demasiado desagradables. La primera vez que mi Ama hizo algo en esta dirección, debo confesaros que no fue muy bien. Pero son cosas que pasan.

Las cosas, digamos, han cambiado un poco. La palabra sigue disgustándome. Supongo que el contenido mucho menos. Sobre todo si pienso que he sido yo mismo quién Le ha rogado a mi Ama en varias ocasiones que haga aquello que no fue tan bien la primera vez que sucedió. Para más señas: ya se han dado varias ocasiones en las que Le he pedido que me escupa en la cara. Antes la idea me horrorizaba. Ahora, sencillamente, me excita.

Probablemente uno de los ejemplos fuertes de degradación – sí, es esa la palabra – es obligar a alguien a orinarse (y no sólo...) encima: como os decía, uno tiene que contener lo que casi podría ser llamado el instinto de no hacerlo, de no manchar ni mancharse.

En segundo lugar, Su mirada: sé perfectamente que nada de esto ocurriría no sólo si a mi Ama Le disgustara sino que, además, si no Le divirtiera, tampoco sucedería. Pero ello no impide que sienta vergüenza. Que vea Sus ojos adentrándose en los míos, que me sienta más que desnudo.

Y luego esa sensación de estar sucio. Al principio tengo que contener las ganas de salir corriendo a la ducha. Luego, mi Ama me hace sentir todavía más lo que he hecho. Aprieta mi culo, y siento... ya os imagináis lo que siento. A mi me da un asco atroz las heces. El olor me pone de los nervios, hasta me dan arcadas. Cuando mi Ama apretó Su mano contra mi culo, volví a tener una nueva erección. Incontrolable. Mi Ama seguía mirándome. Yo no retiro jamás una mirada. El sábado fui incapaz de hacerlo. Vergüenza. Excitación. Humillación.

Fui nuevamente ordeñado. De nuevo esas ganas irrefrenables de querer quitármelos, entrar en la ducha y enjabonarme 70 veces. “No. Tú no vas a ninguna parte. Quiero que disfrutes de todas las sensaciones. Incluida ser limpiado”. Sí mi Ama.

La excitación ha desaparecido. Me siento... me siento indefenso. Como un niño que se lo ha hecho encima pero no sabe o no puede limpiarse. Esto, esta fantasía o esta práctica, nada tiene que ver con los niños. No me siento un niño: ni durante este juego ni normalmente en mi vida. Pero me siento indefenso. Y ella, mi Ama, Sus manos, Su infinita bondad, Sus brazos, ahí están para que yo me agarre a ellos.

Respiro. Me limpia. Se me saltan varias veces las lagrimas. No sufro. No río. Es sencillamente una emoción incomparable e incontrolable. Me abraza. Nos miramos. Más abrazos. Se me saltan nuevamente las lagrimas. Más abrazos. Esa ducha.

Le pido que no me deje sólo en el baño. Nuestros juegos no empiezan y acaban. Nuestros juegos se calientan y se enfrían. Y éste estaba ardiendo. Conversamos. Reímos. Me acuerdo de algo que escribí hace algunas horas: Mi Señora no puedo ni quiero seguir viviendo sin Usted.

Comemos. Tenemos una tarde llena de placeres. Bajamos al Fetish. Me hace una suspensión horizontal. Estoy, literal y figuradamente, volando. Y todavía creo que no he aterrizado.

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Ha pasado una noche movidita, intranquila, así que no me extraña si a las ocho y media ya está en pie. Yo también me levantaría, pero es Sábado, día de indulgencia sin despertador y me quedo un rato más en la cama sabiendo que él se hará cargo de todo.

Es una mañana cotidiana, de desayunar frente al ordenador leyendo el correo, de empezar a planificar el día, cuando le veo venir con la cabecita gacha y esa mirada que me indica que está pensando en algo... algo que hicimos hace unos días y que le ha vuelto a la cabeza. Lo sé porque hay vergüenza en su cara, y hasta ahora sólo eso le ha dado vergüenza.

Es como ver florecer una rara flor, la vas viendo abrirse poco a poco, probando sensaciones nuevas, situaciones que le obligan a enfrentarse a si mismo. Seguro que habrá quien piense que esa es mi parte, la de imaginar situaciones de ese tipo, pero yo no he nacido con una bola de cristal para saber qué ideas pasan por su cabecita, así que sigo el viejo sistema de preguntarle.

La primera vez que me comentó lo de los pañales me sorprendió, no lo esperaba, pero cuando vi su reacción al comprarlos en el supermercado no me lo pensé dos veces. La primera vez fue un tanteo, saber como se sentía al ponérselos, y sobretodo si sería capaz de hacérselo todo encima. Así fue. Y le sentí vulnerable, tremendamente sensible, como si hubiéramos llegado a un lugar oculto de su mente, uno que ni siquiera él se había atrevido a explorar antes.

Pero aquella tarde no fue capaz de procesarlo, de ponerle palabras a esos sentimientos, y le dije que lo dejábamos para la vez siguiente. Quiero saber qué siente en esa situación, más allá de la propia vergüenza, saber a dónde nos lleva ese camino que recién iniciamos los dos. Y es que yo dije que no me gustaba la humillación, pero empiezo a verle las orejas al lobo.

Y acepto su petición, como siempre lo hago. Y habrá quien piense que al final hacemos lo que él quiere, y tiene parte de razón, pero es que en ese ceder por mi parte yo encuentro una gran satisfacción, ¿porqué voy a renunciar a sus sugerencias si me pone a mil cuando viene con esa miradita y esa vocecita humilde a pedirme algo?

Cuando le tomo de la mano y me lo llevo al dormitorio, me sigue como un corderito, y al mismo tiempo está asustado, no de mi, claro, sino de lo que ha imaginado. En cierta forma parece estar luchando, una lucha perdida de antemano contra algo que le puede. ¿De dónde surgen esas ideas? No lo sé, no diría que son simplemente fantasías, hay algo más, una urgencia que va más allá de la pura excitación, y estoy dispuesta a averiguarlo. Es algo que me fascina, observar su comportamiento, sus cambios de registro, como pasa de ser el hombre seguro de sí, echado p'alante, el que hace callar a cualquiera con un comentario irónico, y se convierte en este hombre dulce y apocado, incluso tembloroso. Él me fascina.

Se deja hacer, sin mirarme, mirando al techo, al armario, como un muñeco en mis manos, y se avergüenza de su erección, cuando nunca lo hace, porque sabe que yo sé de donde viene esa erección, y le enseño los pañales, y eso multiplica su erección y su vergüenza. Esa reacción me excita, lo reconozco, verle turbado, colorado... no sé hasta qué punto es vergüenza y hasta que punto es algo más ¿humillación quizá?¿pero erótica o de otro tipo? No parece sentirse mal pero no quiero que tenga esta experiencia como algo excitante, no, quiero provocar una emoción mayor y por eso le ordeño, para sacar ese elemento de la ecuación. Sé que nos adentramos en terreno pantanoso, pero lo hacemos juntos, con plena conciencia, sin disfrazarlo de nada.

Y sigue sin mirarme cuando se lo hace encima. Admiro su facilidad para hacerlo, yo no podría, sufro de vejiga tímida. Y le veo tocarse por encima del pantalón, sintiéndose mojado, pero en realidad el pañal lo contiene todo. Es una prueba, o más de una en realidad. Una prueba de confianza, de dejarse llevar más allá de sus propios límites, porque yo sé que esto es un límite. Y yo le acompaño, le doy seguridad, como cuando le acompañé a comprarse las botas. Él confía en que le llevo de la mano y que no le soltaré en el aire para caer al vacío, sino que al final caerá en mis brazos.

Y restregarle el pañal le provoca de nuevo una erección, y cuando le masturbo con él puesto gime, sin poder evitar excitarse, sin querer evitarlo en realidad. Al final se derrama, como lo hizo antes, una mezcla de orina, heces y semen, y su mirada me lo dice todo: está desbordado. Eso es bueno, ha llegado a un punto de no retorno, un lugar de si mismo que desconocía y que ahora conoce, y eso le hace más fuerte, más completo, y en estos momentos sencillamente adorable.

Y mientras le limpio tiernamente con una toallita húmeda, él cierra los ojos y de nuevo se derrama, esta vez en lágrimas de emoción, de una emoción profunda y silenciosa, y cuando le abrazo me aprieta tan fuerte que me corta el aire. Pero no me importa, le siento Mío, entregado a mi.

Y es que no siempre lo que hacemos forma parte de una sexualidad muy particular, sino que trasciende y alcanza cotas que solo conoce el alma, y en esas cotas nos abrazamos, nos comprendemos, y sabemos que hemos dado un paso más allá, un paso que nos une más aún, que nos ata y nos redime, a los dos, a él por disfrutar de algo tan humillante, y a mi por disfrutar haciéndolo.


5 comentarios:

  1. Impresionante señora! Ahora entiendo por que nadie a comentado. Es tan revelador y conciso que no deja lugar a nada más. Un abrazo muy fuerte.

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    1. Muchas gracias ayla{E}, no es fácil compartir según qué cosas, pero tampoco hay necesidad de ocultarlas. Al mostrarlas abrimos una puertecita para que dejemos de ser considerados bichos raros :). Me alegra que pasaras por aquí y te animaras a leerlo y a dejarnos un comentario. Besos

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  2. Querida ayla{E}:

    Muchas gracias por tu comentario :) La verdad es que no sabíamos si habíamos asustado a alguien, jejeje. Pero vemos que no :)

    machi{AmAly}

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    1. ¿Crees que podríamos asustar a alguien? ^^... en todo caso a nosotros mismos con lo que vamos descubriendo :).

      Sin tí esto no sería posible, cielo

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  3. No lo habia leido...pero mas alla del acto en si.. de la situacion.. mucho mas alla... bello.. sin mas... bello.

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Se agradecen los comentarios