jueves, 9 de diciembre de 2010

Los lados de la ventana (3)

Es increíble la cantidad de ruidos que pueden escucharse en un piso cuando uno repara en ellos. Cada vez que suena el motor del ascensor mis sentidos se alertan, pero siempre se detiene en otros rellanos y mi decepción aumenta con cada vecino que llega a su casa. Ya es muy tarde, el frío me hace temblar y mi desesperanza crece por minutos impidiéndome reaccionar con claridad. Pero cuando estoy a punto de abandonar mi empeño, cuando todo parece perdido para mí… al fin ocurre. De pronto la puerta del ascensor se abre tan cerca que me sobresalta, y me entusiasmo al escuchar el taconeo reconocible de sus botines, los suyos por fin, llegando apresurados hasta nuestro piso.

Percibo ahora el tintineo de sus llaves hurgar en la cerradura, e instintivamente avanzo un par de metros hasta situarme junto a la puerta. Mi corazón late con tanta fuerza que las pinzas en mis pezones oscilan arriba y abajo renovando un dolor que estaba dormido. La puerta se abre con cierta brusquedad golpeándome un hombro y reparo en que es mi propia presencia la que obstaculiza el paso. Retrocedo gateando al tiempo que mi frente se aprieta fuertemente contra el suelo, como si quisiera atravesar el parquet.

No me atrevo a levantar la vista. Intuyo que mi Ama me contempla desde arriba, pero aún no alcanzo a sospechar su intención. Ninguno de los dos pronuncia palabra alguna, ni se mueve, e incluso yo apenas respiro. Ella cierra la puerta tras de sí y se inclina hacia mí. Permanezco arrodillado y quieto, dócil y expectante, y un segundo antes de que acaricie mi nuca con la palma de su mano ya tengo erizado absolutamente todo el vello de mi cuerpo.

Sé que Ella me pregunta cosas por la entonación de sus frases, pero estoy tan hechizado con la calidez de su voz que no acierto a comprenderlas. Me toma por la barbilla levantándome la cara, y la ternura con la que me mira a los ojos me vuelve del revés. Trato de expresarle al mismo tiempo la angustia de mis últimas horas, pero también mi agradecimiento, mis disculpas, las emociones que no soy capaz de contener, pero lejos de expresarme de forma entendible únicamente acierto a balbucear… mi Ama… mi Ama, como si el habla se me hubiera reducido a estas dos palabras.

Es Ella quien me ayuda a incorporarme, y mientras permanezco desnudo y entregado frente a su presencia, me libera al fin de las pinzas que me atenazan el pecho. Y comprendo entonces que no sólo soy incapaz de sostener su mirada, sino que tampoco tengo la menor intención de hacerlo, y lo más importante… ocultar mi turbación me produce un sereno bienestar…


Deben haber sido muchas horas, ya que sólo acierta a balbucear... mi Ama... mi Ama... como si fuera un mantra que le devolviera la cordura. He estado todo el día fuera prácticamente, a veces me da tiempo a venir a casa para comer, pero hoy era imposible, ¿es posible que haya estado así desde que me fuí? no... o espero que no, aunque al ayudarle a levantarse diría que esos músculos están ya mucho más que entumecidos, están atónicos, síntoma de una inmovilidad sostenida. Sonrío para mis adentros al recordar la cara contrita con la que me responde "sí, Señora", cada vez que le pregunto si está cómodo cuando me paso horas practicando con las cuerdas, sabiendo que al cabo de un rato le duele todo. Y hoy me ha ofrecido esa inmovilización, una prueba de su entrega, de su profundo deseo de complacerme, y mucho más que cualquier otra cosa, esa humildad, esa veneración, es la que me enternece el alma.

Intento ver en su mirada que es lo que siente, que es lo que intenta decirme con esas palabras, que adivino son un compendio de emociones contenidas que intentan expresarse todas al mismo tiempo. Pero rehuye mis ojos, quizá por vergüenza, quizá porque eso sería ya demasiado y le desbordaría. Le acompaño agarrándole por la cintura hasta el salón, y le ayudo a sentarse en el sofá, lo que le produce una serie de muecas de dolor al volver a recuperar la sensibilidad de las extremidades. Le quito las pinzas que tanto odia, porque aún no se ha acostumbrado a su presión y le produce un dolor más allá de lo tolerable, y me reafirmo en mi idea de que se ha autoinfligido él mismo su propia penitencia por hacerme enfadar, y eso es suficiente para que olvide todo el asunto. Sus pezones están morados y los masajeo suavemente, mientras él cierra los ojos. Con cierta habilidad adquirida con la práctica, masajeo también las articulaciones para desentumecerlas y conseguir que la sangre circule nuevamente. Su rostro se dulcifica y su cuerpo reacciona a mis caricias y masajes como un resorte.

Hay siempre algo de excitante en tenerle totalmente expuesto y abierto a mis atenciones, y si no le conociera bien, podría incluso llegar a pensar que todo esto puede haber sido una maniobra para conseguir mi perdón. Pero él no es así, es honesto en su forma de actuar y de ser, y cuando necesita de mi me lo hace saber, aunque esté en mis manos disponer qué hacer respecto a ello. Y ahora me resulta tan deliciosamente vulnerable que me despierta mi instinto felino, y mis caricias se vuelven más íntimas... él permanece muy quieto, sabe por mi respiración y mi forma de tocarle cuando ha aparecido la pantera acechante y aunque le gusta, también la teme... hay un placer ancestral en sentirse acechado como una presa, una que sabe que no puede morir, pero que puede sufrir si el más leve movimiento provoca el ataque de su Depredadora.

Mi Señora me conduce hasta el salón sujetándome por la cintura. Mientras camino trato de apoyar suavemente mi cabeza en su hombro. No estoy seguro de contar con su permiso, pero un dulce beso en mi frente me reconforta de un modo delicioso. Me ayuda a recostarme en el sofá y Ella permanece de pie observándome desde arriba. Al principio me abochornaban este tipo de situaciones, pero ya hace algún tiempo que aprendí a no darle importancia al hecho de mostrarme completamente desnudo en su presencia. Es algo que me reafirma en mi condición, como si la vulnerabilidad que concede la desnudez acentuara la humildad y mi total disposición de entrega.

Tampoco estar desnudo a su lado tiene una necesaria connotación sexual, ni siquiera un sentido erótico. La auténtica desnudez está en la mente y es allí donde reside también el auténtico erotismo. En estos momentos pienso incluso que mi cuerpo no me pertenece, que no es enteramente mío al menos. Mi cuerpo reacciona según sus deseos, por lo que ninguna respuesta ante sus estímulos debería avergonzarme ante Ella. Puedo sentir dolor o placer, llorar o eyacular, todo forma parte de lo mismo, de la misma emoción de entregarse a una mujer como Ella. A veces me imagino como un caballero medieval que disfrutara entregando su vida al defender una causa necesaria, un caballero que en el mismo momento en que reconociera su derrota pudiera al fin acceder al goce del verdadero triunfo.

Mientras mi Ama contempla el lamentable estado en que han quedado mis pezones observo en su rostro un gesto de preocupación. Entonces humedece la yema de su dedo en su propia saliva y comienza a masajear mis areolas con mucho cuidado. Cierro los ojos y me relajo. Al instante, una incipiente erección comienza a apoderarse de mi pene. Cuando trato de mirarla para agradecerle sus atenciones me doy cuenta de su aspecto cansado. Su rostro refleja el agotamiento de la jornada. Seguramente aún no ha cenado, tenga ganas de cambiarse de ropa, tomarse un baño… ¡¡Pero qué estoy haciendo!! De pronto caigo en la cuenta de lo egoísta de mi comportamiento. Soy yo quien debería estar mimándola, atendiéndola, masajeándola, soy yo quien está aquí para servirla. Una ola de calor me ruboriza y me pongo súbitamente en pie, sin reparar siquiera en mi erección.

- Mi Señora, sus cuidados son mucho más de lo que merezco. Le ruego que me permita ocuparme de usted...

Decían en su tiempo que había elixires milagrosos que eran capaces de curar todos los males e incluso revivir a los muertos. Por supuesto en aquella época no conocían el poder de un hombre sumiso entregado a una misión vital: la de cuidar y complacer a su Dueña, que es capaz de sobreponerse a cualquier sufrimiento y sublimarlo en dedicación a la Mujer por la que sienten veneración.

Y aún así, sabiéndolo, me sorprende ese cambio brusco de la aparente convalecencia a la recuperación milagrosa, y me pregunto si mis caricias habrán tenido algo que ver. Después de un largo y complicado día, ha conseguido dibujar en mi rostro una sonrisa de orgullo, recordándome el porqué accedí a que formara parte de mi vida.

Ya hacía tiempo que nos conocíamos y hablábamos, que compartíamos secretos y confidencias, pero había sido quizá más como una amistad, una afinidad de gustos y aficiones que nos hacían sentir a gusto el uno con el otro. Y sin darnos cuenta se volvió en cariño, y el cariño dió paso al deseo.

Aceptar a alguien en tu vida conlleva responsabilidad, no consiste solamente en tener a alguien a tu disposición las veinticuatro horas del día, sinó que esa persona deja en tus manos decisiones que le atañen profundamente, con total y plena confianza en tu criterio. Sería algo así como cuando estás embarazada, que tienes que pensar por dos, por ti y por tu bebé. Y hay momentos en los que se siente el peso de ese vínculo, en los que sabes que tus decisiones van a afectar a dos personas, y que él aceptará lo que yo decida, sabiendo que habré tenido en cuenta su opinión y su bienestar.

Y ahora vuelve ese brillo a sus ojos, esa mirada dulce y arrobada que tanto me llena, y me relajo por fin, suspirando. Me doy cuenta de toda la tensión que he acumulado cuando noto el dolor en mi cuello.

- Creo que podríamos empezar con un masaje en la espalda, ya sabes, terapéutico, que los mimitos los podemos dejar para después del baño... uno con mucha espuma y el agua bien caliente esta vez.

Le veo desaparecer en dirección al baño, y le veo tan hermoso como el primer día en el que tímidamente se desnudó para mi... en cuerpo y alma.


2 comentarios:

  1. La verdad es que de entre todos los blogs que he visto sobre BDSM es el mejor. Los demás eran de enfermas mentales con el cartelito estúpido y subnormaloide de AMA y daban ganas de meterlas una soberana paliza por ser discriminantes y ofensivos.

    Bueno,con un poco de suerte en internet no habrá basuras como esas ya que gracias a mi ya han cerrado más de 50 bazofias.
    A sus pies,bonita muchacha.

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  2. muy bueno lo suyo mario. gracias también... un placer saludarte por aquí también

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