domingo, 13 de febrero de 2011

The Magic Queendom (3): La entrevista (2ª parte)

De camino hacia la zona de suites privadas intento ver las instalaciones desde el punto de vista de un visitante que no ha tenido esta idea en mente durante años, y la decoración estilo mansión victoriana ayuda al cambio de chip necesario para una inmersión de este tipo. Se diría que mirando por la ventana podríamos ver la típica escena de campiña inglesa, y por eso resulta más chocante ver una reproducción de los jardines de Versalles. Reconozco que todo el conjunto resulta pintoresco por la mezcla de estilos y épocas, pero creo que eso le da ese toque inusual que estimula la fantasía.

Mis acompañantes me siguen en silencio, tomando nota mental de todo lo que van viendo, ya que les he prohibido tomar fotografías fuera del despacho. De vez en cuando algún murmullo entre ellos, breve, como si temieran contrariarme, como los niños durante una clase, y sonrío complacida, es la actitud de rebeldía inocente ante la autoridad.

Y llegamos a la zona designada de alta exclusividad, un recibidor central con pasillos radiales dotados de ascensores privados desde el aparcamiento. Busco la suite 101, recien terminada, ambientada en la arabia de las mil y una noches, y al abrir la puerta escucho tras de mi sendas exclamaciones de sorpresa y admiración. La habitación reproduce los arcos de las construcciones orientales, con tapices y sedas en las paredes y en dosel de la cama, con una preciosa alfombra de perfecta imitación a piel de leopardo, multitud de almohadones de colores cálidos y una iluminación indirecta de candelabros y antorchas. Me aparto para dejarles entrar y curiosear, y espero que no les pase desapercibidos algunos elementos de la habitación, como una cruz de San Andrés de madera de tejo, con argollas de hierro forjado, o el sillón reclinado de cordelería diseñado para que la persona pueda estar tumbada en diferentes posiciones.

- Este sería un ejemplo de Suite, que como podeis ver tiene su baño privado totalmente equipado... - abro la puerta y se diría que hemos llegado a un oasis, siendo la antesala un paso entre palmeras auténticas y suelo imitación arena. Lineas sinuosas, sanitarios de mármol, y ella agarrándose con fuerza al brazo de él, que le palmea la mano, los dos con los ojos abiertos de par en par. Me conmueve que se olviden de que están conmigo y tengan estas muestras de intimidad entre ellos. Guardo silencio mientras ella roza con los dedos la superficie pulida y suave de la bañera, y la plataforma caliente adyacente para los masajes. Cada detalle está pensado para transportar a otra época, para crear una situación en la que sea natural que uno de los dos atienda solícitamente al otro. Un suave aroma de canela impregna el ambiente y de fondo un hilo musical muy discreto, que invita a bailar la danza del vientre en cualquier momento. Ella se gira con una sonrisa radiante, la cámara colgando displicente a un costado, con toda su atención puesta en el lugar y el momento. Él le tiende la mano para subir los escalones a la plataforma de masaje, y ella se sienta, tanteando la temperatura agradablemente cálida de la piedra. Me quedo en la antesala, observándoles desde allí dejando únicamente las luces de los candelabros, permaneciendo en la penumbra, y poco a poco va aflorando la naturaleza de la relación entre ambos.

La sonrisa de ella es casi infantil, caprichosa, y la de él es de admiración. Ella señala los frascos de diseños voluptuosos con aceites esenciales y sales de baño y él le acerca una de las botellas, con reverencia, que ella olisquea con curiosidad. Él la observa, y puedo adivinar cómo la está viendo, con el reflejo de la luz en su pelo cobrizo y el brillo travieso en sus ojos. Me resisto a romper el encanto de la escena, pero no dispongo de demasiado tiempo.

- Si me acompañais os mostraré el resto de la suite, que tiene su propio saloncito también... - En ese momento se dan cuenta de que no han estado solos en ningún momento y ella se ruboriza, bajando de un salto de la plataforma.

La melodía de mi móvil interrumpe por un momento la visita, es Niní, mi ayudante, una impresionante belleza de sumisa de metro ochenta, imprescindible para que yo pueda llevar adelante este proyecto. Ella se ocupa de los pequeños detalles, de controlar que todo se desarrolle dentro de lo previsto, y de avisarme cuando eso no es así.

- Dime, preciosa... sí... ya veo... no te preocupes, voy para allá.- Al colgar, veo que ellos siguen curioseando por la suite y se me ocurre que no habría nada de malo en dejarlos a solas, que les inspirara el estar aquí como parte de su artículo. Por la forma en que se miran creo adivinar que todo esto no les es ajeno.

- ¿Qué os parece si seguís vosotros la visita? Tengo un asunto urgente que atender, pero podeis quedaros y haceros una idea de lo que sería estar aquí alojados... una especie de trabajo de campo, lo llamais así ¿no? - La idea parece agradarles, y la suite está totalmente equipada, incluído el mini bar. - Eso sí, si no os importa, la cámara de fotos y los móviles se quedarán resguardados en mi despacho... - Tiendo la mano para que, sobretodo ella, me cedan la custodia de cualquier artilugio con el que pudieran hacer fotografías. Ella se resiste, no esperaba menos, pero él la convence con su carita de súplica, y al final consigo salir de allí convencida de que esta visita al Magic Queendom será algo inolvidable para los dos.


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