Ya me habían invitado varias veces, pero nunca había podido ir, por unas cosas o por otras, por eso cuando me encontré con esa semana forzosa de vacaciones debido a la baja producción, me dije que era el momento.
Laurde es un pequeño pueblecito costero, de tradiciones arraigadas, muy pintoresco, y quecelebra San Juan de una forma diferente. Mis amigas me habían comentado que suceden cosas mágicas alrededor de las fogatas, y que todo el festejo en sí tiene cierta mística, y esa combinación de incógnita y sorpresa me pareció irresistible. Y más cuando Julieta me dijo: " y especialmente a ti te gustará", sin querer adelantarme nada más. Saben perfectamente como conseguir que vaya las muy....
La Posada en la que vamos a alojarnos es una construcción antigua, una masía reconstruída que hace las veces de casa rural y Casa Vecinal, donde se reune la gente del pueblo por las tardes a jugar a las cartas o a charlar viendo la televisión. En conjunto me recuerda a aquellas tardes silenciosas en el pueblo de mis abuelos, cuando yo era una niña, y la mayoría de la gente dormía la siesta.
Al parecer el pueblo se llena de gente al llegar estas fechas, a juzgar por la de coches que están aparcados en todos los rincones disponibles, y además de nosotras, hay otros grupos de foráneos que comparten la casona. Por suerte mi habitación es de las que da al patio, mucho más tranquilo que las callejuelas que supongo estarán bastante transitadas durante la noche. De vez en cuando algún petardo rompe la tranquilidad de media tarde, y dudo entre tumbarme un rato a leer o pasear por la playa antes de que oscurezca y empiecen las fiestas.
Al final me decido por el paseo, y sentir el agua del mar acariciando mis pies me resulta mucho más vivificante que haberme quedado en la casa, ya que seguramente me habría quedado dormida. Me quedo quieta, observando como la arena se va amontonando a mi alrededor, o como mis pies se van hundiendo cada vez más con el ir y venir de las olas. A lo lejos aparecen unas barcas, engalanadas, y sospecho que forman parte de esa misteriosa celebración que me comentaban mis amigas, que probablemente me estarán esperando para vestirnos y cenar, y se estarán preguntando donde estoy... es el momento de volver. Al girarme para volver por el camino que bordea la casa, me doy cuenta de que he sido observada por un grupo de hombres, lugareños a juzgar por la naturalidad con la que se enseñorean de las barcas encalladas en la arena. Me saludan y devuelvo el saludo, supongo que debe ser natural para ellos encontrarse con gente nueva durante estos días.
Por supuesto mis amigas ya están deshaciendo las maletas, intercambiándose prendas, cotilleando desde las ventanas de sus habitaciones, y me apremian para que me prepare. "Sobretodo ponte falda, la que quieras pero falda". En el último momento había echado mano de la falda negra estilo ibicenco y de las sandalias, así que pienso que será adecuada para la ocasión, junto con la blusa blanca ajustada, atada a un lado de la cintura. "Verás como te gusta, es algo muy tradicional". Y no las saco de ahi por más que les pregunto, así que dejo de hacerlo. Unas campanadas resuenan por todo el pueblo, y parecen marcar el inicio de las fiestas, por lo alborozadas que están mis amigas. "Vamos, vamos, tenemos que ser de las primeras." Y ahí vamos corriendo calle abajo, hacia la playa de nuevo, y volvemos a cruzarnos con el grupo que me saludara hacía un rato.
En la arena hay como unos barreños enormes, y empiezan a llegar unos camiones que vacían su contenido en ellas. Al acercarnos me doy cuenta de que son uvas, y la gente empieza a agolparse alrededor de los barreños, con mesitas de camping, sillas, sombrillas, toallas, incluso con cestas de comida y botellas de refrescos. "¿Ves?", me pregunta entusiasmada Carla, "es como en la película aquella italiana... si mujer... aquella que salía ese actor que te gusta tanto...". Entonces alguien habla a través de un micro chirriante y llama nuestra atención.
- A ver, por favor, iros colocando pero no en los pasos para las señoritas...- Alrededor se arremolinan familias con niños, pero sobretodo muchos hombres de todas las edades, y me resulta curioso. También aparecen grupos de mujeres que cuchichean entre ellas. Al parecer soy la única que no sabe lo que está ocurriendo.- ... en breve vamos a dar comienzo a los festejos, así que señoritas vayan acercándose a las mangueras...
Mis amigas me cogen de las manos y me arrastran hacia una zona habilitada con tablones de madera y unas mangueras, con unos bancos para sentarse. "Ahora empieza lo bueno", me susurra Julieta acomodándose en uno de ellos. Al mismo tiempo los grupos de hombres que permanecían cerca de los barreños se van acercando, observantes, sonrientes, y uno de los que me había saludado se dirije hacia a mi.
- ¿Me permite que la ayude? Es parte de la tradición.- Miro de reojo a mis amigas, que están dejándose descalzar entre risas y bromas, y asiento. Él se arrodilla, debe rondar la treintena, moreno, ojos grandes con un brillo que no podría muy bien decir a qué se debe, quizá al reflejo del sol que está empezando a ocultarse. - Tiene unos pies preciosos.- Sus manos acarician mis pies como si fueran de porcelana, y esa sensación me relaja, al mismo tiempo que me inquieta. - Son los pies de una Diosa, la Diosa del vino. - Sonríe y me guiña un ojo, mientras acerca una palangana con agua. Con una mano sostiene mi pie derecho, y con la otra escancia el agua, quitándome los restos de arenilla que habían quedado pegados de mi excursión por la playa. Con cuidado lo deja sobre la toalla que traía al cuello, y toma entre sus manos mi pie izquierdo. - ¿Es la primera vez que viene? - Caigo en la cuenta de que me trata muy cortesmente de usted, y reconozco que me gusta, me hace sentir importante.
- Así es, me dijeron que era una celebración muy tradicional y he venido con mis amigas para vivir esta experiencia.- Así, de rodillas lavando mis pies, puedo hacerme a la idea de lo que sentían las Señoras que veía en las películas de romanos, o en las películas medievales, y parece que a él no solo no le molesta hacerlo, sinó que se diría que le gusta, por el cuidado con que actúa.
- Entonces, permítame que sea su guía esta noche, y que le explique en qué consiste esta celebración tan especial para nosotros. - Su sonrisa es tan franca como su mirada, y al parecer es lo que se espera que haga, ya que mis amigas están conversando animádamente con sus acompañantes.
- Está bien, supongo que así debe ser ¿no? - Me tiende la mano para que me levante, y cuando voy a dar un paso veo como todas mis amigas son levantadas en volandas y llevadas hacia los barreños. La sonrisa en el rostro de mi guía es divertida, supongo que ante la cara de sorpresa que he puesto.
- Creo que sus amigas no le han contado nada apenas ¿verdad? - Asiento desconcertada mientras él me coge en brazos, llevándome sin prisas hacia donde están los demás. - Cada año, los hombres del lugar recogemos las uvas que cultivamos en los campos cercanos, y cuando llega la noche de San Juan, las mujeres solteras pisan las uvas para obtener el mosto con el que después haremos el vino. Es importante que sea haga la noche de San Juan, o la del solsticio, y que las mujeres sean solteras para que la madre tierra, o la naturaleza, se sienta satisfecha y nos de una mejor cosecha el año que viene... antes se pedía que fueran vírgenes, pero eso hoy en día es mucho pedir. - Me guiña el ojo, cómplice, como si supiera a ciencia cierta que yo no lo soy. Mis amigas ya están dentro de uno de los barreños y parece que lo pasan en grande, y cuando me deja delicadamente, sus manos me acarician el cuerpo de forma muy sutil, casi como de casualidad.
- ¿Qué te parece?¿a que es divertido? - me grita Julieta. El tacto de los granos de uva al reventar, los sonidos del chapoteo, la textura del mosto que se va formando, fresco, pegajoso, las risas, las canciones improvisadas,las faldas arremangadas hasta las ingles, los hombres dando palmas y observándonos, las miradas de sus ojos, las bromas descaradas de las chicas, los cuchicheos de los hombres, todo parece crear un ambiente cargado de alegría y electricidad, como si realmente se tratara de una ceremonia de consagración de las uvas a la feminidad de la naturaleza. Él me mira, atento, sonriente, con una sonrisa que parece invitarme a divertirme, a dejarme llevar, y poco a poco mis recelos se diluyen en ese líquido dulzón y en la desinhibición que me rodea. Poco a poco se calman las charlas, y la música se vuelve más melódica, y cuando el representante del pueblo lo considera, da por terminada la ceremonia de pisar las uvas. Me quedan aun las palpitaciones de la euforia, de los bailes en el barreño, de los gritos de júbilo, de los resbalones, de quedar embadurnadas de pellejos de uva y pepitas, de las risas, y entonces, saliendo ya de la oscuridad, los mismos brazos que nos trajeron se ofrecen a llevarnos a la zona de bancos y mangueras. Él me ofrece su mano y enrosca mis brazos alrededor de su cuello, mientras vuelve a cogerme en volandas.
- Ha estado magnífica, no podía dejar de mirarla. - Me ruborizo pensando el aspecto que debo tener, mi blusa blanca que ya no tiene de blanca más que la etiqueta.
- Me siento totalmente pegajosa, temo que te voy a manchar. - Me pega más a su cuerpo, como si me dijera que no le importa.
- Esta noche todos nos debemos a la madre naturaleza, es un honor mancharse y servirla... y servir a su hermosa representante. - Por suerte la zona de los bancos está semi a oscuras y no puede ver que me he puesto colorada. El sol ha ido poniéndose durante la celebración, y la única iluminación es la de las antorchas alrededor de los barreños. Con cuidado me deja en uno de los bancos y se arrodilla de nuevo a mis pies, supongo que para lavarlos, aunque más bien necesitaría una ducha completa. - Si me lo permite, es un desperdicio dejar que se pierda este néctar... - Cuando acerca sus labios a mi piel me estremezco, son suaves, cálidos en contraste con el frescor de la noche, y parecen querer beber cada gota que queda entre mis dedos... me causa sorpresa sentir su lengua deslizándose entre ellos, pero más me sorprenden las sensaciones que eso me despierta... el hormigueo placentero que sube por mi pierna y que se queda anclado en mi vientre... como si pudiera sentirle en toda mi piel al mismo tiempo... coge mi pie con firmeza, como si temiera que pudiera resbalarse, y verle tan entregado a dejar mi pie limpio me conmueve... diría que es casi pasión lo que veo en sus ojos entrecerrados, cuando uno a uno se lleva mis dedos a su boca, sorbiéndolos, lamiéndolos, incluso mordisqueándolos, haciendome gritar por lo inesperado. - Perdone, no quería dañarla...- Parece afligido, me mira como suplicante, una mirada que no había visto nunca antes en el rostro de un hombre, es tan conmovedor que me impulsa a acariciarle la mejilla, y el aprieta con fuerza mi mano en su cara, frotándola como lo haría un gatito, y le sonrío quitándole importancia. - ¿Quiere que lo deje? - Todo en su cuerpo me dice lo contrario, pero él se siente obligado a preguntar... y yo a negar... y de nuevo brilla esa sonrisa en su rostro, esa mirada de deseo... deseo por besar mis pies, por sentirlos en contacto con su cara, sus labios, su lengua - Gracias, señora, es algo tan... - recorre con pequeños besos mi empeine - ... no sabría como explicarle como me hace sentir besar algo tan bello, lo que representa para mi, lo que usted representa... - y me doy cuenta de que entremezclado con el deseo hay algo más que no sabria definir - ... estaba tan hermosa esta noche, la observaba, como se observa algo perfecto, sublime, me hubiera pasado toda la noche mirándola, como reía, como todo parecía mágico, casi podía sentir que ese mosto cobraba vida en contacto con estos pies... - los acaricia de nuevo, con una devoción... eso es, devoción es lo que se entremezcla con su deseo - ... no puede haber mejor vino que el que salga de ese mosto, y quien lo beba, beberá de su esencia Señora, igual que yo lo hago ahora... bebiendo de sus pies...- El tiempo se ha detenido, no sé cuanto llevamos en este trance, los dos envueltos por una fuerza arrolladora. Ignoro donde han ido los demás, pero al mirar hacia los lados descubro que estamos solos, y que no me importa, al contrario.
- Creo que los pies no es lo único que se ha manchado de mosto... - él levanta la mirada, y sus ojos siguen el recorrido de mis piernas, de mi ropa, de mi pecho, de mi pelo, y parece caer en la cuenta de que hay un mundo por recorrer... y que tiene vía libre para hacerlo.
- Si me lo permite, déjeme que esta noche sea su esponja, su jabón, su toalla...- Asiento lentamente, y ese hormigueo que se había encerrado en mi vientre, ocultándose, se libera por todo el cuerpo en cuanto su lengua empieza a subir por mi muslo, y cierro los ojos, y me abandono a sus delicadas atenciones...
...
A la mañana siguiente, en la mesa del desayuno todo son preguntas, que quien era él, que qué pasó, que como fué, que si me gustó, que mira qué mosquita muerta, y yo tomo mi chocolate a sorbos, ajena a todo ese gallinero, simplemente recordando cada segundo en que ese hombre me hizo sentir la mujer más deseada del planeta.
Twittear
mmm..exquisito ;)
ResponderEliminarGracias Señora!!!!
ResponderEliminarMaravillado, subyugado y transportado por la magia de Vuestro relato a sus pies....
Gracias por vuestros comentarios :), me animais a seguir liberando mi imaginación en forma de relatos.
ResponderEliminarA mi no me resulta atractivo este texto Señora. Hay mucho elemento pueril, cosas que no ocurren ni en las películas de Walt Disney...
ResponderEliminarBueno... por eso hay películas de todo tipo, para todos los gustos, igual que hay visiones de la D/s para todos los gustos. Simplemente mi gusto y el tuyo no coinciden sarva, no hay nada de malo en ello. Gracias por leerlo de todas formas.
ResponderEliminar