Un día cualquiera, en un país cualquiera, en el que se producen acontecimientos sociales que requieren de una intervención inmediata y extraordinaria del Gobierno, puede ser el escenario en el que se desarrolle mi agenda.
Llevamos cerca de diecisiete horas encerrados, discutiendo sobre la necesidad de este recorte, sus repercusiones, sus puntos débiles, sus puntos fuertes, y los ánimos están ya crispados. Mi participación hasta ahora ha consistido en escuchar a unos y a otros, y en observar sus reacciones. No se requiere nada más de mi a no ser que esta reunión llegue a punto muerto, punto indeseable dada la situación crítica del país.
- !Es imposible que podamos renunciar a esa partida! Nuestro personal en el extranjero depende de ella. - El Ministro de Asuntos Exteriores tiene el rostro convulso, pues ya ha tenido que ceder en cerrar algunas Embajadas menores y ve peligrar el resto de su dominio.
- Pues que vuelvan, así de fácil. - El Ministro de Economía tiene un difícil papel esta vez: reunir la cantidad precisa para reducir la deuda pública a la mitad. Y para ello está atacando en todos los frentes, y no hay Ministerio que no haya sufrido un recorte.
- Eso es fácil decirlo, pero complicado de llevar a la práctica ¿o es que vamos a crearles lugares de trabajo aquí para ellos? Es personal especializado en tratar asuntos de otros países, se han integrado en sus culturas para poder negociar en nuestro nombre. - Los argumentos son buenos en mi opinión, pero no depende de mi el decidir, ni tan siquiera el opinar. Observo que el Ministro tiene un tic nervioso en el ojo derecho, que le molesta, y le obliga a frotárselo cada dos por tres, y tomo nota mental de ello.
_ Ya les encontraremos un sitio, la Administración pública es flexible, y podemos crearles unos puestos singulares, pero los gastos de las Embajadas son desorbitados. Por ejemplo, ésta en Benin ¿qué se nos ha perdido en un país africano que lo único que nos aporta es más inmigración? Dejémonos de sentimentalismos inútiles y repleguemos filas, debemos quedarnos solo con las Embajadas en países en los que tengamos intereses. - Los demás Ministros asienten, probablemente porque piensan que si se reduce bastante la partida para las Embajadas, no tocaran sus presupuestos. El Ministro de Economía sabe que ha encontrado un filón fácilmente explotable, ya que no afecta directamente a ninguna de las cuestiones delicadas que están produciéndose en el país, y que por tanto tendrá el apoyo de la mayoría en esta medida, no así en otras que tiene en mente.
- ¿Me estás llamando sentimental inútil? - El cuerpo adelantado, las manos en los brazos de la silla, y el tic de nuevo manifestándose me ponen en estado de alerta. Cuando se llega a las cuestiones personales, una reunión puede sobrepasar el punto de no retorno, en el que cada cual se afiance en su trinchera y lance toda su artillería.
- Bueno, no es nada personal, pero me parece a mi que mantener esas Embajadas es totalmente inútil, la verdad. - El murmullo general parece apoyar la versión del Ministro.
- Entonces estás diciendo que mi trabajo no es eficiente, y que estoy gastando todo ese dinero que a ti te es tan "difícil" conseguir ¿es eso? - Parece que no está dispuesto a dejar pasar la ocasión de enfrentarse con el Ministro de Economía, y en parte es comprensible, ya que su Ministerio es el más afectado.
- Hombre, ya que lo dices tan claramente, pues sí, esas Embajadas no son más que una fuente de gasto sin beneficio apenas, por eso están sobre la mesa. Y creo que lo suyo es que lo admitas, simplemente, y que pasemos al punto siguiente, aun nos queda mucho que tratar. - El Ministro de Economía abre su carpeta y busca algunos documentos, seguramente su lista de recortes, haciendo caso omiso de la mirada furibunda del Ministro de Asuntos Exteriores.
- Pues no, no lo admito, esas Embajadas no se cierran porque a mi no me da la gana. Ya te estás pasando con los recortes en mi Ministerio, no sé porqué tiene que ser el que más se sacrifique, la crisis es de todos. - El Ministro se arrellana en su silla, los brazos cruzados en su pecho, la mandíbula apretada, claramente ha decidido no ceder ni un ápice más de su terreno.
El silencio se propaga rápidamente tras unos murmullos de desacuerdo. Todos ven peligrar sus respectivas carteras y tener un chivo expiatorio les sería muy útil, pero parece que la cabra se resiste a ser llevada al matadero.
- Pues si no te da la gana, quizá el problema no está en las Embajadas, sinó en ti. Quizá el que sobra aquí eres tú. - La bomba ya ha sido lanzada. Se puede percibir la tensión entre ambos Ministros, ese tiempo de espera antes de un duelo en el que los contrincantes se observan, intentando adivinar por el más leve gesto, cuando el otro va a sacar la pistola. El Presidente me hace el gesto acordado para que yo intervenga, y respiro profundamente.
- ¿Podría traernos alguien unas botellas de agua fría? Estas están ya recalentadas después de tanto rato de deliberación. - Me levanto y eso produce un ligero movimiento en la mesa. Por supuesto mi indumentaria está pensada para producir un cierto efecto subliminal, y es que es imposible no fijarse en una mujer vestida de forma sugerente, por más enfadado que se esté. - Caballeros, creo que necesitamos un breve descanso, si les parece podemos pasar al salón contiguo para comer un poco, refrescarse quien lo necesite, y fumar, que llevamos muchas horas seguidas de reunión. - El Presidente es el primero en levantarse, entendiendo que este descanso forma parte de mi estrategia, y a ese gesto le siguen los demás Ministros, siendo el último en levantarse el Ministro de Asuntos Exteriores, como si en esa silla dejara en custodia todas sus Embajadas y temiera perderlas al levantarse.
Una vez en el salón es inevitable que se formen los grupitos por afinidades, los Ministros que se conocen mejor, los que son amigos, o los que tienen intereses comunes que defender. El Ministro de Economía es rodeado rápidamente por aquellos que aún no han visto seriamente recortados sus presupuestos, quizá con la vana esperanza de que dándole su apoyo puedan librarse de nuevos ataques. El Ministro de Asuntos Exteriores se arrellana en uno de los sofás, como afianzando su postura. Debo elegir con quien actuar primero, y debo elegir bien.
Tomo dos bebidas de la mesita y me acerco al Ministro de Asuntos Exteriores.
- ¿Me permite que le acompañe? Este sofá parece muy cómodo comparado con las sillas de la sala. - Mi sonrisa es cálida, un contraste con los rostros que le rodean, y el Ministro cede rápidamente.
- Claro, no faltaría más. - Se incorpora como para dejarme sitio, y me coloco a su lado, ofreciéndole una de las bebidas.
- He pensado que necesitaría beber algo, hace mucho calor aquí. - Él toma la bebida y la sostiene en su regazo, murmurando un "gracias". Bebo despacio, suspirando aliviada, como si el frescor de la bebida me hubiera calmado. - ¿No bebe? - Mi mano se apoya en su antebrazo, y noto un leve respingo. - Le sentará bien, es refrescante ese toque de menta que le han añadido, y le aseguro que no tiene nada de alcohol, no estoy intentando emborracharle. - Él sonríe ante esta pequeña broma, y da un breve sorbo a su bebida. - ¿Qué le parece? A mi me recuerda al té helado que sirven en Túnez, tan especiado pero tan ligero a la vez, que entra con una suavidad... - me quedo mirando al infinito, como recordando - ¿ha estado en Túnez? Es una ciudad curiosa. - Sé que tenemos una embajada en Túnez, eso me da ventaja, y según los informes que tengo en mi carpeta, el Ministro estuvo cuatro años viviendo allí.
- Sí, conozco la ciudad, estuve allí un tiempo. - Bebe otro sorbo, sin dejar de permanecer alerta. Cuando se ha producido un estallido de adrenalina no es fácil reconducir todas esas emociones. Pero no imposible. Vuelvo a apoyar mi mano en su antebrazo, que esta vez no reacciona.
- ¿De veras? Eso es una suerte, es un lugar tan exótico, pero al mismo tiempo como extemporáneo ¿no cree? No se parece en nada a los países que lo rodean. Eso me llamó la atención...- Hago una pausa para cambiar de posición, cruzando y descruzando las piernas deliberadamente. - ¿Qué es lo que más le gustó de vivir allí? - Me acerco para escuchar atentamente su respuesta, mirándole a los ojos con interés, y eso le obliga a hacerme caso.
- Pues... - ahora su mente se pierde en sus recuerdos de esa época, que yo sé que fué una época feliz de su vida, y tiene que elegir entre todos ellos el más significativo, y eso poco a poco va dulcificando su enfado. - ... yo diría que lo que más me gustó fué conocer a mi mujer, ella trabajaba en la embajada ¿sabe?
- ¿De veras? Vaya, veo que estar allí cambió su vida, ¿y cuanto tiempo estuvo allí viviendo? - le animo con un gesto a que beba un poco más, y eso le relaja.
- Pues cuatro años, allí nació mi hija, la mayor, Naisha. - Una leve sonrisa empieza a apareceren su rostro.
- Cuatro años es mucho tiempo, seguro que conocía bien el país ¿su mujer era de allí o de aquí?
- No, no, de aquí, de Palencia - eso parece divertirle, recordar que su mujer es de Palencia, quizá por el contraste con el exotismo del lugar en el que se habían conocido.
- Una lástima que se terminara entonces, parece que allí fueron muy felices. - La mandíbula ha dejado de estar tensa, y solo queda un leve parpadeo en el ojo derecho.
- Bueno, decidimos volver para educar a nuestra hija en España, mi mujer echaba de menos a su familia también. - Pongo mi mano sobre la suya, con mi dedo pulgar en ese punto que los chinos conocen tan bien, que con un leve masaje libera la tensión emocional. Para él es un simple gesto de simpatía, que además es bien recibido.
- Es que la familia y el lugar donde nacimos tira mucho, creo que incluso las personas más viajeras necesitan volver a casa una temporada, y recuperar los vínculos con los amigos, volver a sentir que pertenecen a algún lugar ¿no cree? Vivir fuera puede llegar a ser muy solitario, incluso rodeado de gente. La añoranza es muy natural en el ser humano, pero no todo el mundo tiene la oportunidad de volver, y más si está trabajando. Me pregunto cuantas personas que están desplazadas en otros países querrían volver a España... - El tic desaparece del todo con el breve masaje, y en general el Ministro parece estar ya más apaciguado, incluso tranquilo, así que me levanto alegando tener un poco de hambre, y le dejo con esa última reflexión rondando por su mente, entremezclada con sus propios recuerdos.
El Ministro de Economía se encuentra cerca de la mesita con los canapés, conversando con el Presidente, que en cuanto me ve dirigirme hacia ellos, me saluda, para que me una.
- Una buena idea la de hacer preparar este tentempié, estaba muerto de hambre. - El Presidente acompaña sus palabras con un ofrecimiento de su plato, en el que hay una selección de canapés. Tomo uno y lo mordisqueo.
- Mmmm.. está muy bueno. Me recomendaron este catering por su calidad y no es caro, una relación calidad-precio a tener en cuenta. ¿Qué le parece a usted, señor Ministro? - Mi sonrisa y mi mirada invitan al Ministro a unirse a la conversación, animándole a participar.
- Está bien. - Una respuesta corta, escueta, significativa de que su mente está en mil otras cosas diferentes. Me acerco y me inclino hacia él, como para hacerle una confidencia.
- Estaba segura de que alguien como usted sabría apreciarlo. - Mi tono de voz es cálido, sugerente, sensual, y por unos momentos consigo sacarle de sus pensamientos.
- ¿Alguien como yo?¿qué quiere decir? - La curiosidad mató al gato.. ¿porqué no a un Ministro?
- Me he estado fijando en usted todo el día, en como maneja los asuntos con inteligencia, en como se desenvuelve con seguridad en la reunión. Está claro que es un hombre que sabe lo que quiere y como conseguirlo, y que aprecia la calidad y el buen servicio.
- Sí, claro... - Asiente sin saber muy bien qué es lo que está aceptando, pero en conjunto parece haberle halagado.
- Estoy convencida de que es un hombre de recursos, de que ha estudiado cada caso desde muchos ángulos para encontrar la mejor solución ¿verdad? - El Presidente se aleja musitando una disculpa cortés, y nos quedamos el Ministro y yo a solas.
- Sí, por supuesto. - Ahora sí tiene claro de lo que hablo, y está firmemente de acuerdo.
- ¿Sabe? Le admiro. Su trabajo no es de los más populares, todo el mundo le teme, pero usted es capaz de preocuparse por todos, de ver qué es lo que cada uno necesita, y de ajustar sus demandas a sus necesidades. Es francamente admirable.
- Bueno, hago lo que puedo. - ¿Puede un Ministro ruborizarse? Os aseguro que sí, nadie es inmune a que valoren sus cualidades.
- Lo sé, por eso me ha parecido extraño que en este último asunto la medida haya sido algo más... contundente. - Mi rostro refleja sorpresa, una inquietud que en realidad es genuina. Probablemente entre ambos Ministros haya alguna cuestión personal que haya aflorado inconscientemente en la negociación.
- Bueno, hay que ser enérgico con Morales, se cree que el Ministerio es suyo. - Ciertamente había una cuestión personal, y ya está asomando.
- Mmmmm... creo que algo que define al hombre es ese instinto de protección, de cuidar aquello de lo que se responsabiliza, aunque claro, no es comparable unas cuantas Embajadas con todo un país, como es su caso. Pero puedo entender que él considere a esas personas como si fueran parte de su familia, creo que estuvo muchos años como Embajador en diversos países, y se solidariza con su situación... - apoyo mi mano en su hombro, acariciándolo suavemente - ... al igual que usted se solidariza con la crisis que está viviendo el país. Creo que ambos están intentando proteger aquello que les importa ¿no cree?
- Bueno... puede ser... - Poco a poco el razonamiento va haciendo mella, y la duda va surgiendo, la duda de si está haciendo lo correcto.
- Estoy convencida también de que esas Embajadas tuvieron su razón de ser en su día, aunque ahora parezcan inútiles, quizá incluso las personas que están allí estén deseando volver a casa, y eso simplificaría las cosas. No por ser una embajada pequeña es menos signficativa... como David con Goliat, a veces es necesario tener presencia, aunque sea pequeña, a no tener ninguna.- Suspiro aliviada, como si se hubiera producido la solución al problema, y el Ministro suspira por simpatía, de forma automática. - Estoy convencida de que sabrá encontrar una solución tan eficiente y conciliadora como las que ha estado proponiendo durante toda la reunión, confío en su criterio señor Ministro. - Tomo su mano entre las mías, dedicándole una mirada de total confianza y apoyo, y él sonríe asintiendo.
El Presidente nos reclama de nuevo a la sala de reuniones, justo a tiempo, y todos se acomodan de nuevo en sus sillas. Los dos Ministros parecen más calmados y pensativos. El Presidente abre de nuevo la sesión.
- Muy bien, ya que nos hemos recuperado un poco, ¿qué tal si zanjamos el asunto de las Embajadas? ¿Benítez?
El Ministro de Economía carraspea y revuelve sus papeles.
- He estado revisando mi documentación, y veo que me faltan algunos informes para poder tomar una decisión. Me pregunto si el Ministro Morales podría facilitarme una lista de las Embajadas pequeñas y de las razones por las que deberían permanecer en sus países respectivos, quizá haya detalles que se me han escapado. Y de paso, se podría hacer un sondeo para saber si alguna de las personas desplazadas allí tendría interés en volver a España, en un puesto en el Ministerio de Asuntos Exteriores, claro está, como asesores o personal de Administración, incluso es posible que alguno quiera quedarse en el país y desvincularse de la Embajada con un buen incentivo.
Se produce un murmullo aprobatorio general ante este giro en la negociación, y el Ministro de Asuntos Exteriores asiente lentamente.
- Por supuesto, este Ministerio colaborará en facilitar esa información, y en conocer la disponibilidad del personal que trabaja en las Embajadas, y entiendo que en ningún momento se obligará a nadie a dejar su trabajo, y que no se cerrarán las Embajadas si no es absolutamente necesario... que hay otras medidas que pueden tomarse antes que esa, quiero decir.
- Todo se estudiará y se tendrá en cuenta, Morales. Veamos si al final de la reunión hemos conseguido los objetivos y volveremos a hablar de ello con detalle, y con datos en la mano ¿te parece?
El Ministro de Asuntos Exteriores asiente complacido, y el Ministro de Economía también.
- Bien, el siguiente asunto es el de los viajes de representación del Gobierno, señor Presidente ¿es necesario que viaje todo el séquito en primera clase?....
Y la reunión sigue, esta vez con naturalidad, por supuesto que con sus tiras y aflojas, pero como en todas las negociaciones, y me relajo, observando el ir y venir de las justificaciones, sabiendo que al final llegarán a un consenso.
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Le saludo Señora.
ResponderEliminarGracias por enseñarnos Vuestra Inteligencia y el Don de la Palabra con tanta magia y belleza...
Extrañaba el placer de leerle y aprender conociéndole.
Qué bueno estar aquí y ahora!
Quisiera compartir algo escrito:
Señora
Lugares como madrazo y turó parc
acercan el gobierno de tu imagen
que disfruta del reinado a paso firme
Como un perro sin dueño
desde el sueño te persigo
y te visto con modelos exclusivos
Con tacones pedestal de tu figura
que prefieras mi servicio eso desea
el corazón que late a tu compás
y con orgullo cae rendido.
Con los mejores deseos,
pablito
Un poema con sentimiento Pablo, creo que es un complemento perfecto para una historia centrada más en el poder de la mente. Eres bienvenido a este rinconcito, sobretodo si lo adornas de esta manera.
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