Los domingos por la mañana me siento realmente como si estuviera en el paraíso. Después de haber dormido y descansado durante dos noches seguidas me siento recuperada y mis neuronas funcionando a pleno rendimiento.
Miro por la ventana, hoy hace un sol espléndido, y algunos rayos llegan ya a la terraza, reflejándose en el techo del dormitorio. Por la puerta aparece él, con una sonrisa cálida y generosa, y una bandeja con lo que parece ser el desayuno: un bol de cereales con trocitos de fruta, nata y espolvoreados con chocolate, y un pequeño jarroncito con una rosa roja. Son estos detalles los que le distinguen, los que le dan ese aire romántico a todo lo que hace.
- Buenos días, cariño ¿has dormido bien? - Siempre se levanta antes que yo, duerme poco, aunque más que cuando le conocí, quizá porque ahora se siente menos inquieto, más realizado, o porque tiene menos preocupaciones, o al menos eso intento. Asumo que es mi responsabilidad resolver los contratiempos, aunque muchas veces me apoyo en su criterio, que es coherente y práctico. Si fuera por mi, los problemas se resolverían rompiéndolos a cachitos y esparciéndolos en el aire, y él me recuerda que vivimos en un mundo real y material.
- Sí, mi Ama, a tu lado siempre duermo muy bien.- Coloca la bandeja encima de la cama, mientras me incorporo, y me coloca algunos cojines a mi espalda.
Es una curiosa combinación la nuestra, con un porcentaje de compatibilidad y un porcentaje de complementariedad. En algunas cosas somos muy diferentes y en otras, sin embargo, casi dos gotas de agua. Supongo que eso hace que nos entendamos y que al mismo tiempo no dejemos de sorprendernos, pero también a veces obliga a ciertos ajustes.
- Hace un día precioso ¿verdad? Creo que hoy me he despertado creativa. - También ha colocado en la bandeja un platito con pequeños bocaditos, para que pueda dárselos mientras yo desayuno, sabe que eso me gusta, aunque seguramente él haya desayunado algo ya.
- ¿Y qué es lo que te apetece hacer hoy, princesa? - Le miro con una sonrisa traviesa y él sabe que va a ser protagonista de mi aventura artística de hoy, y eso le complace. Le gusta participar en mis ocurrencias y sobretodo en mis travesuras.
- Pues creo que hoy voy a desenterrar las cuerdas, así que si me traes la bolsa... o mejor no, creo que iremos al patio, y así disfrutaremos del calor del sol, ¿te parece?
- Como quiera mi Ama... - tiene esa forma de decir "mi Ama", que es una mezlca entre adoración y amor, casi diría que me suena igual a que cuando me dice "mi amor", y es que en realidad ese sentimiento es el transfondo de nuestra relación, y sin él, no creo que nada de esto fuera posible. Termino el delicioso desayuno, y le miro ese culito apetecible mientras se lleva la bandeja, y ya empiezo a formar en mi mente un diseño.
Tenemos un patio amplio, en la parte trasera de la casa, que queda a resguardo de las miradas de los edificios vecinos, más elevado, y en él hice que pusieran algunos ganchos en la pared y un aro colgando del techo. Por supuesto mis juguetes están allí, protegidos por el tejado de cristal por el que se filtra el sol, iluminándolo todo. Y es que además de mazmorra, este patio también lo usamos de solarium.
Vestida únicamente con el camisón espero a que venga, en una de las tumbonas, con los ojos cerrados, escuchando el sonido característico del agua que cae de la fuente que está en una de las esquinas del patio. Es una fuente de agua continua que alimenta un pequeño estanque, con algunos nenúfares y peces. Es un regalo que él me hizo en mi cumpleaños, y que me pareció tan original... nadie me había regalado nunca el sonido de un riachuelo, y éste es ahora uno de mis rincones preferidos.
Siento sus dedos delicados recorriendo mis pies, mis piernas, y sé que ya está aquí con la bolsa, y que no quiere sacarme de mi relajación. Sonrío sin abrir los ojos y él continúa con las caricias, sentándose a mi lado. Es muy agradable el roce de sus yemas en mi piel, y poco a poco va despertando en mi el deseo. Es una curiosa criatura el deseo, un ser durmiente que despierta con la añoranza de volver a sentir la presencia del otro en nuestro cuerpo. Sin abrir aún los ojos, le atraigo hacia mi cogiéndole por la cintura, hasta que siento su aliento en mi mejilla.
- ¿Vas a portarte bien con tu Ama, y a concederle todos sus caprichos, mi niño? - Siento como se estremece al escuchar mis susurros, en ese tono de voz que a él le despierta hasta lo más profundo, y se le escapa un leve suspiro.
- Sí, mi Ama, en todo lo que quieras - Beso tiernamente su cuello, acariciándole el pelo, y noto como se va abandonando, dejando de estar pendiente de mi para disfrutar de mis atenciones. Me gusta su sabor, el sabor masculino de su piel, me despierta el apetito, y los largos lametones en sus hombros y en su pecho no hacen sinó abrir el camino hacia sus pezones que me esperan ya turgentes y anhelantes. Mientras, mis manos hábiles en reconocer el contenido de la bolsa, han cogido una de las cuerdas, y preparo un nudo de prisionero, para poder esposar sus manos a la espalda, sin dejar de besarle y lamerle. ¿Qué presa no se dejaría atrapar de una forma tan seductora? Y eso es lo que hace que este arte sea tan interesante.
Empieza con una seducción, la erótica de la presa acorralada que sabe que va a ser retenida, sometida a la voluntad de su apresadora. Confianza mezclada con curiosidad, sabiendo que su cuerpo deja de ser suyo para convertirse en lienzo, carne y cuerda entrelazados formando una escultura hermosa. Y ahora él sabe que se impone el silencio, que mi inspiración se nutre de verle, de tocar sus músculos, de sentir como el algodón se inserta en sus poros, como define sus formas, como marca claramente esas partes de él que me pertenecen. Y es que no se trata de nudos solamente, eso sería sencillo, sinó de elegir aquellos que, una vez combinados entre sí, con la tensión de las cuerdas, harán que él se sienta cada vez más poseído, más objeto de mi modelación, de mi antojo, menos resistente a ser transformado en algo nuevo, diferente. Y es que ser una obra de arte viviente te cambia, cambia tu perspectiva, porque no es lo mismo ser un espectador del arte, que ser el propio arte.
Mis dedos deslizan las cuerdas con lentitud, dejando que mis uñas arañen su piel, y él se mordisquea el labio. Es delicioso torturarle lentamente, a veces con un arañazo, a veces con un mordisco justo donde voy a pasar la cuerda, y eso incrementa la sensibilidad de esa zona. Poco a poco sus extremidades quedan inmovilizadas en una posición expuesta, sus nalgas separadas, su espalda encorvada, con las rodillas flexionadas, y él parece estar inmerso en la misma atmósfera que me envuelve a mi. Y es que cuando estoy atando entro en una especie de trance, en la que me fundo con ese maravilloso cuerpo que tengo entre mis manos, y mis roces son pura poesía, y mis nudos metáforas de todo lo que nos une, nudos elaborados y nudos sencillos, los grandes y pequeños detalles que construyen nuestra relación y que ahora forman una red a su alrededor. Y llega el último nudo, el que concluye toda la obra, y me retiro unos pasos para observar el resultado.
- Estás magnífico, este diseño hace que tu cuerpo sea aun más hermoso. - Me acerco para levantar su rostro que estaba dócilmente inclinado hacia el suelo, como si mirándome pudiera distraerme de mis evoluciones con las cuerdas, y le beso dulcemente, lamiendo sus labios, saboreando su lengua, y él consigue apenas balbucear un "Gracias, mi Ama". Acaricio su rostro con ambas manos y las deslizo paralelas por su cuello, y su pecho, y sin dejar de mirarle a los ojos, esos tiernos y adorables ojos, continúan su camino hasta acariciar su pene, que está maravillosamente erecto. Sus piernas están atadas a sus pies, de tal forma que no pueden juntarse, y mis manos tienen total libertad para recorrer sus genitales.
- Abre la boca, así... eso es... lame mis dedos...- y con una delicadeza malévola acaricio su glande con los dedos mojados, lentamente, y él gime, apoyando su cabeza en mi pecho - Lo sé, mi niño, lo sé... es una tortura...pero es que tú eres mi esclavo, ya lo sabes.
- Sí, mi Señora, para todo lo que quieras hacer conmigo, soy tuyo... - Y me sitúo a su espalda, apoyando mi rodilla en los nudos que atan sus manos, obligándole de esa manera a inclinarse hacia atrás, tirando de la cuerda que rodea sus testículos, estrangulándolos un poco más.
- Lo sé, y disfruto mucho de esta sensación, ya lo sabes... - agarro su garganta al mismo tiempo que agarro con fuerza su pene ahora enrojecido por la presión de las cuerdas, y eso arranca un nuevo gemido. - ... y parece que tú también lo disfrutas.
- Mucho, mi Ama - Ya no se trata únicamente de la belleza de un diseño simétrico, estudiado, adaptado, sinó de sus posibilidades, de la sensación de impotencia que produce, y de poder... el poder de tener a alguien completamente en tus manos.
Me coloco frente a él, quitándome lentamente el camisón, acariciándome los pechos con movimientos tentadores, y él me mira, hipnotizado, gozando del espectáculo, deseando formar parte de él, y entonces me giro, y apoyo mi espalda en su pecho, restregándome como una felina en celo, dejándole sentir mis nalgas en sus muslos, en su vientre, y ahí es cuando empieza el verdadero sufrimiento de sentirse atrapado en esta red de cuerdas que con cada uno de sus movimientos clavan aún más los nudos en su piel.
- ¿Esto es lo que quieres? Vamos mi niño, quiero oirlo.- Mi sexo húmedo se pasea ahora por su pene rojo y palpitante, empapándolo.
- Más que nada en este mundo, mi Ama - su voz entrecortada, teñida de deseo y de lucha por desasirse de las cuerdas, y poder tocarme, acariciarme...y mis manos agarrándole, y deslizando su glande entre mis nalgas, aumentando su tortura y su gozo, entreteniéndome en acariciar la zona sensible de mi ano, provocando sus gemidos más plañideros... y también los míos.
De rodillas frente a él, mis nalgas invitándole, mi sexo abierto, hinchado, y él inclinándose hacia adelante, intentando alcanzarme con su boca, pero no puede, las cuerdas se lo impiden a no ser que prefiera caer hacia adelante, y durante unos momentos permanece en un equilibrio precario, balanceándose hacia adelante y hacia atrás, en una indecisión resultante de su propia lucha interna.
- Ríndete, cielo, simplemente ríndete - Y en sus ojos veo que se resiste, que no quiere renunciar a intentar alcanzarme a pesar de las limitaciones, aún sabiendo que está todo estudiado para que no lo consiga, pero es que él es así, adorablemente tenaz, divertidamente insistente... pero al final cede... cede y se desploma sobre sus piernas dobladas, su espalda encorvada, su mirada resignada, y es entonces cuando la magia de las cuerdas obra su milagro, y somete el brío, la fuerza, la voluntad, al hombre, para convertirlo en obsequio, en cautiva y deliberada rendición. Y respiro profundamente, saboreando el néctar de esta ofrenda, que me estimula más que cien orgasmos.
- Así, shhhh, así.... - y le rodeo con mis brazos, con ternura, besándole su rostro, porque no hay momento más dulce, más intenso, que cuando su voluntad se doblega a la mía, y sentándome sobre sus muslos, enlazando mis piernas con las suyas atadas, siento su pene penetrarme, y acallo sus gemidos con mi boca, balanceándome arriba y abajo, poseyéndole, en cuerpo y alma.
- Y ahora, mi vida... ahora me perteneces
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- Abre la boca, así... eso es... lame mis dedos...- y con una delicadeza malévola acaricio su glande con los dedos mojados, lentamente, y él gime, apoyando su cabeza en mi pecho - Lo sé, mi niño, lo sé... es una tortura...pero es que tú eres mi esclavo, ya lo sabes.
- Sí, mi Señora, para todo lo que quieras hacer conmigo, soy tuyo... - Y me sitúo a su espalda, apoyando mi rodilla en los nudos que atan sus manos, obligándole de esa manera a inclinarse hacia atrás, tirando de la cuerda que rodea sus testículos, estrangulándolos un poco más.
- Lo sé, y disfruto mucho de esta sensación, ya lo sabes... - agarro su garganta al mismo tiempo que agarro con fuerza su pene ahora enrojecido por la presión de las cuerdas, y eso arranca un nuevo gemido. - ... y parece que tú también lo disfrutas.
- Mucho, mi Ama - Ya no se trata únicamente de la belleza de un diseño simétrico, estudiado, adaptado, sinó de sus posibilidades, de la sensación de impotencia que produce, y de poder... el poder de tener a alguien completamente en tus manos.
Me coloco frente a él, quitándome lentamente el camisón, acariciándome los pechos con movimientos tentadores, y él me mira, hipnotizado, gozando del espectáculo, deseando formar parte de él, y entonces me giro, y apoyo mi espalda en su pecho, restregándome como una felina en celo, dejándole sentir mis nalgas en sus muslos, en su vientre, y ahí es cuando empieza el verdadero sufrimiento de sentirse atrapado en esta red de cuerdas que con cada uno de sus movimientos clavan aún más los nudos en su piel.
- ¿Esto es lo que quieres? Vamos mi niño, quiero oirlo.- Mi sexo húmedo se pasea ahora por su pene rojo y palpitante, empapándolo.
- Más que nada en este mundo, mi Ama - su voz entrecortada, teñida de deseo y de lucha por desasirse de las cuerdas, y poder tocarme, acariciarme...y mis manos agarrándole, y deslizando su glande entre mis nalgas, aumentando su tortura y su gozo, entreteniéndome en acariciar la zona sensible de mi ano, provocando sus gemidos más plañideros... y también los míos.
De rodillas frente a él, mis nalgas invitándole, mi sexo abierto, hinchado, y él inclinándose hacia adelante, intentando alcanzarme con su boca, pero no puede, las cuerdas se lo impiden a no ser que prefiera caer hacia adelante, y durante unos momentos permanece en un equilibrio precario, balanceándose hacia adelante y hacia atrás, en una indecisión resultante de su propia lucha interna.
- Ríndete, cielo, simplemente ríndete - Y en sus ojos veo que se resiste, que no quiere renunciar a intentar alcanzarme a pesar de las limitaciones, aún sabiendo que está todo estudiado para que no lo consiga, pero es que él es así, adorablemente tenaz, divertidamente insistente... pero al final cede... cede y se desploma sobre sus piernas dobladas, su espalda encorvada, su mirada resignada, y es entonces cuando la magia de las cuerdas obra su milagro, y somete el brío, la fuerza, la voluntad, al hombre, para convertirlo en obsequio, en cautiva y deliberada rendición. Y respiro profundamente, saboreando el néctar de esta ofrenda, que me estimula más que cien orgasmos.
- Así, shhhh, así.... - y le rodeo con mis brazos, con ternura, besándole su rostro, porque no hay momento más dulce, más intenso, que cuando su voluntad se doblega a la mía, y sentándome sobre sus muslos, enlazando mis piernas con las suyas atadas, siento su pene penetrarme, y acallo sus gemidos con mi boca, balanceándome arriba y abajo, poseyéndole, en cuerpo y alma.
- Y ahora, mi vida... ahora me perteneces
Mmmmmmmm... precioso Señora Alyna, me rindo a su sensibilidad.Es usted capaz de descubrirme cosas que ni imaginaba.
ResponderEliminarReconozco que no había reparado nunca especialmente en el tema del bondage más allá de sus connotaciones eróticas, pero leyendo sus reflexiones (ambientadas además con un estupendo relato)caigo en la cuenta de sus muchas posibilidades. Me descubre usted no ya su lado artístico (qué hermoso ese párrafo en el que hace ver al propio sumiso maniatado como una obra de arte en sí misma), sino también su lado poético, esa trascendencia de la rendición como el verdadero móvil de todo. Doblegar la mente de uno para ponerla a su disposición, de tal modo que sólo exista un deseo y una voluntad, los suyos, y dos cuerpos sintonizados con una misma alma que se engrandece.
"Ríndete, cielo, símplemente ríndete... y ahora, mi vida, ahora me perteneces".
Rendido estoy, Señora.
Buenos dias Señora Alyna:
ResponderEliminarDicen que la realidad supera siempre la ficción y aunque mi imaginación es grande,reconozco que este relato me supera,hasta el punto que lo que escribe ahí arriba ya no sé si lo he leido o lo estoy soñando o imaginando.
Pero es tan bonito y con un final tan explosivo..!
mariomg25 has captado perfectamente la esencia de lo que quería transmitir. A veces no basta con explicar como se ven o entienden las cosas, hay que encontrar la forma de que se pueda vivir como si se estuviera en mi lugar, así que espero haberlo conseguido.
ResponderEliminarLa rendición es tan seductora....
gracias espartaco, no hay consideración mayor para un escritor que el que alguien confunda lo escrito con la realidad, y más si se considera algo bello, eso da muchos ánimos para seguir creando!
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