viernes, 30 de marzo de 2012

Una tarde de compras (1)


Llevábamos hablando de ello hacía tiempo, fantaseando con ello más bien, y en cuanto surgió la oportunidad le invité a acompañarme, sin decirle adonde íbamos a ir ni lo que íbamos a hacer.

Quien me acompañaba era claramente él, pero con los ojos atentos de ella, que siempre está agazapada en las sombras. Por eso no me extrañó ver su sonrisa sibilina en cuanto llegamos a la puerta del sex-shop. "Aquí es, nuestra primera parada".

El escaparate estaba cubierto de conjuntos muy femeninos, de artilugios de cuero, y otros objetos de los que a los dos nos hacen la boca agua. Le pregunté cuales de esos conjuntos podrían quedarme bien, y me sugirió algunos, con su buen gusto, pero me di cuenta de que sus ojos se posaban en algunos que claramente no serían para mi.

"Entremos, que te enseñaré más cosas". Estuvimos curioseando por la sección de dildos, vibradores, comentando unos y otros, y nos detuvimos unos instantes en la sección de strap-ons, escandalizados por el tamaño de algunos de esos penes de silicona. No era la primera vez que visitábamos un sex-shop, ninguno de los dos, pero era la primera vez que lo hacíamos juntos, y eso le daba una dimensión diferente. Ver el brillo de los ojos en la otra persona cuando se imagina usando alguno de aquellos juguetes puede ser muy estimulante.

Después de darnos una vuelta por el local y de preguntar acerca de un par de objetos le vi más cómodo, y me pareció que era el momento de volver al escaparate. "Ahora elige uno para ti". Sus ojos se iluminaron, y apareció esa mujercita coqueta y alocada que se esconde en su interior. "Este, mi Ama". Eligió un modelito precioso de vinilo negro brillante, de cremallera abierta de arriba a abajo, corto hasta medio muslo. "Bien, vamos a perdir si tienen de tu talla y te lo pruebas", "¿aquí?", no sabría decir si era vergüenza, timidez o ilusión, o una mezcla de todo ello, "¿dónde si no?".

La observé mientras le preguntaba a la dependienta, que muy amablemente nos atendió y comprendió la situación. "Justo tengo aquí uno de tu talla, que se acaban de probar". Lo cogió como si fuera de cristal y se fuera a romper y nos fuímos al probador. No quise entrar, quería que fuera SU momento, el de observarse en el espejo sabiendo que yo la esperaba fuera. "Es perfecto, mi Señora". Y así era, le quedaba ceñido pero sin marcar excesivamente, mostrando sus estupendas piernas que le envidio sinceramente. Se había soltado el pelo, y me sonreía felinamente, con coquetería, gustándose. "Estás muy linda". Me abrazó con emoción, dándome besitos en la mejilla, y me sentí muy orgullosa de ella.

Después de agradecerle a la dependienta sus atenciones, y prometiéndonos volver, comentábamos lo que habíamos sentido de camino a la estación, cuando de pronto se paró en seco al ver un letrero que decía "Liquidación por cierre" en la puerta de una zapatería. "Señora, ¿podemos mirar?"

Se detuvo cada dos por tres al recorrer las hileras de zapatos y botas, como una niña en una zapatería, admirando unos y descartando otros. "¿Te gusta alguno?" No es fácil encontrar un calzado de su talla, así que los que le gustaban quedaban automáticamente descartados. "¿Y estas botas?", acababa de encontrar unas de su talla y se las ofrecí. Las miró con ojitos de ilusión, unas botas altas preciosas que resaltarían sus piernas. "Me encantan, Señora", "bien, pues pruébatelas". Se quedó blanca, mudada de palabra, ni siquiera se atrevía a parpadear, y juraría que empezaba a sudar. "¿Ahora?¿Aquí?", miró a su alrededor como si todos los ojos estuvieran puestos en ella. "Claro que aquí, que si no te quedan bien no nos las llevamos. Vamos, pediremos la otra del par." La llevé de la mano, reticente pero al mismo tiempo entusiasmanda, y le pedí el par a la dependienta, que nos dejó a nuestro aire. 

Busqué un rincón discreto de la zapatería donde sentarnos pero ella no se atrevía. "Haz una cosa, quítate el zapato y encara la suela de la bota con tu pie, así nos haremos una idea." Se quitó el zapato disimuladamente y lo dejó en el suelo, pero tenía que levantar la pierna para poder hacer lo que le había pedido, y eso le costó un mundo. Ahora claramente transpiraba de sudor. "Y ya que estás, póntela, solo tienes que meter el pie dentro...". Pareciera que le había dicho que sacara una pistola y empezara a disparar, por la cara de susto que puso. "Pero ¿y si me dicen algo?". Sonreí, me resultó conmovedora esa inocencia, que por otra parte era lógica. "A ver, ¿quién va a decirte algo? Mientras lo compres nadie te dirá nada, además, nadie te está mirando, gírate". Efectivamente las personas de la tienda estaban ocupadas en sus propios asuntos, incluso la dependienta, y tímidamente empezó a meter el pie en la bota. "No sé si me cabe..", "empuja más, hasta el fondo". Y la magia se hizo: la bota le quedaba bien. 

Cuando salimos de la tienda estaba eufórica, LAS dos lo estábamos, y desde ese momento todo ha sido una escalada de sopresas y de sensaciones que vivimos juntas, deseando hacer su aparición en público próximamente.


3 comentarios:

  1. espero que esta vez si logre subir mi comentario. felicidades por el blog. Me gusta mucho. me encanta la complicidad entre los dos y lo divertido que hacen que sea su relación un beso

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias zoé sin tabus :), por fin he podido leer un comentario tuyo, no sé qué pudo pasar con los anteriores, pero me alegro de que te guste el blog y lo que representa. Eres bienvenida a participar siempre que quieras.

      Eliminar
  2. Muchas gracias caballero por tu apoyo y comprensión, y por supuesto que me importa tu opinión, si no fuera así no te habría escrito despidiéndome. Y así es, valoro mi libertad personal y me gusta estar donde me siento cómoda siendo quien soy, no donde me intentan convertir en otra cosa. Espero que coincidamos en alguno de los lugares de encuentro de este mundillo, que, aunque pequeño, da mucho de sí. Un honor que hayas dejado un comentario en mi blog :).

    ResponderEliminar

Se agradecen los comentarios