Toda experiencia, del tipo que sea (real, virtual, onírica o imaginaria) tiene como misión enseñarnos un poco más sobre nuestra forma de pensar, sobre nuestra forma de ser, esa es su razón de producirse, aparte de la de proporcionarnos una vivencia que permanecerá para siempre enmarcada en nuestro álbum de los recuerdos. Como todo camino que se emprende casi sin experiencias, todo resulta novedoso, llamativo como las luces de neón de Broadway. Nuestros ojos van detrás de cada parpadeo, de cada letrero, pero esa sensación se calma con el tiempo. A partir de ese momento empezamos a observar con detenimiento en lugar de dejar que nuestra mirada vague de un lugar a otro.
Ante una pregunta tan sencilla como "¿qué experiencia tiene en esto?" o "¿cuanto lleva en este mundillo?" me planteo una serie de cuestiones, como por ejemplo... ¿soy realmente nueva en esto? Pues depende de lo que definamos por "esto". Confieso que hay prácticas dentro del D/s que ni se me habían pasado por la cabeza, otras que no he tenido ocasión de practicar, y otras que claramente me disgustan. Quizá la diferencia para poder decir que se ha tenido experiencia es haber tenido un sumiso entregado a ti... y como en todo, chocamos de nuevo con las definiciones, porque ¿qué es exactamente un sumiso? Si con ello entendemos alguien entregado a intentar hacerte feliz, si le añadimos la obediencia, un cierto carácter de servicio, una entrega de la voluntad total y con total confianza.... entonces soy virgen en ello, lo reconozco. Han habido hombres en mi vida que se han aproximado a esa definición, pero no creo que ellos se hubieran autodenominado sumisos... ¿me convierte eso en menos dominante? Es algo que me cuestiono.
Cuando vives en un entorno en el que destacar demasiado, o tener una personalidad fuerte parece contraproducente, aprendes muy pronto a esconder esa parte de ti, y a mostrarte complaciente con el mundo a tu alrededor, para sentirte aceptado, y esa actitud podría incluso llegar a interpretarse como de sumisión... pero es en realidad una máscara, bien aprendida, bien interpretada. Lo malo de las máscaras es que después de llevarlas durante mucho tiempo, éstas cobran vida propia (como le ocurría a Jim Carrey).
Así que, después de encontrar un nuevo mundo en el que podría dejar salir esas partes de mi que sólo se expresan en sueños y fantasías, y cuando decido pasar a la acción... mi máscara se resiste a ser dejada de lado. No la odio por eso, es su trabajo, fué creada para garantizarme la aceptación de la mayoría, y ciertamente es muy efectiva, pero... en algunos momentos incapacitante. Se construyó en base a un modelo social, mimética, precisa, y con una pátina de esplendor. Pero en cuanto intento añadir alguna nueva faceta, un gesto, una actitud, el conjunto parece distorsionado, carente de armonía.
Como todo principio, la transición a una nueva personalidad requiere paciencia, es como una operación de estética, delicada y quirúrgica, quitar de aquí, estirar de allá, incluso añadir donde convenga. Al principio el rostro que se muestra es grotesco, con cicatrices visibles, hematomas y edemas, fruto de la reconstrucción, y solo el tiempo, la paciencia y los cuidados necesarios harán que el nuevo rostro emerja, quizá se mantenga la máscara, pero en lugar de ser opaca, será cada vez más transparente, hasta que máscara y rostro sean uno.
Soy ahora mismo un proyecto de mi misma, y como toda creación requiero paciencia, puedo resultar desconcertante, incluso decepcionante al principio, pero estoy en rodaje, necesito ponerme a prueba, comprobar si lo que siento me encaja en este momento de mi vida, y a los que os cruceis en mi vida, es posible que algunas de mis actitudes os resulten incomprensibles. Es normal, también me lo parecen a mi.... pero detrás de todo ello me guía una intución, una sabiduría que va más allá de la mía propia, una intención, que va encaminada siempre a conseguir lo mejor de cada cual, de mi y de los demás. Quizá mis pasos parezcan vacilantes, pero mi objetivo es claro, conozco el destino final porque lo he vivido en sueños, y ahora solo intento encontrar las señales luminosas que me guíen hasta ese destino.
¿Soy una mujer dominante? Mira detrás de la máscara, mírame a los ojos, siénteme....y decide.
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