En un entorno en el que hay mucho de simbología y de estereotipo, no es de extrañar que entre las formas que adopta la D/s se encuentren algunos modelos o mitos que no le son extrañamente ajenos. Uno de esos mitos es Pigmalión, del que existen muchas versiones.
El mito
Existen varias versiones del origen de este mito, en las que interviene Afrodita, la diosa del amor, el deseo, la lujuria y la sexualidad.
Una de ellas cuenta que Pigmalión fue un rey de Chipre, que buscó durante muchísimo tiempo a una mujer con la que casarse. Pero, con una condición: debía ser la mujer perfecta. Frustrado en su búsqueda, decidió no casarse y dedicar su tiempo a crear esculturas preciosas para compensar. Una de ellas, Galatea, era tan bella que Pigmalión se enamoró de ella. Mediante la intervención de Afrodita, Pigmalión soñó que Galatea cobraba vida.
En otra versión, Pigmalión era un escultor que no había hallado mujer alguna digna de su amor. Afrodita se apiadó de él y decidió enseñarle las maravillas del amor. Un día, Pigmalión fue inspirado por un sueño de Afrodita para fabricar una mujer de marfil semejante a ella, a la que llamó Galatea. Pigmalión se enamoró de la estatua y decidió que no podría vivir sin ella. Rezó a Afrodita, quien llevó a cabo la última parte de su plan infundiendo vida a la exquisita escultura. Pigmalión amó a Galatea y pronto estuvieron casados.
Otra versión de este mito cuenta que las mujeres de la ciudad en la que Pigmalión vivía se enfadaron porque no se hubiera casado, y pidieron a Afrodita que le obligase. Afrodita aceptó y fue esa misma noche a ver a Pigmalión, pidiéndole que eligiese una mujer con la que casarse y adviertiéndole de que si no, lo haría ella en su lugar. No queriendo casarse, Pigmalión le suplicó más tiempo, pidiéndole que le permitiese hacer una escultura de Afrodita antes de que tuviese que elegir novia. Halagada, aceptó.
Pigmalión empleó mucho tiempo haciendo pequeñas esculturas de arcilla de la diosa, afirmando que era necesario para poder elegir la pose adecuada. Cuando comenzó a hacer la escultura real, quedó sorprendido al descubrir que quería terminarla, incluso sabiendo que tendría que casarse con alguien al hacerlo. La razón de esto era que se había enamorado de la escultura. Cuanto más trabajaba en ella, más la cambiaba, hasta que no se pareció a Afrodita en nada.
En el mismo momento en que Pigmalión se separó de la escultura terminada, Afrodita apareció y le dijo que eligiera a su novia. Pigmalión eligió la estatua, a lo que Afrodita respondió que no podía ser, pidiéndole que eligiese otra. Pigmalión abrazó la estatua, y pidió a Afrodita que le transformase en estatua para así poder estar con ella. Afrodita se apiadó de él y en vez de esto infundió vida a la estatua.
Más allá del mito
El trasfondo de este personaje no es otro que la búsqueda de la perfección, en algunos casos como reflejo de la que se cree propia, y en otros porque nada de lo que existe nos satisface. Esa búsqueda de la perfección es solitaria porque nos aleja de la gente real para perdernos en un ideal onírico.
En algunos casos esta búsqueda de la perfección se enmascara de una buena intención: la de mejorar a la persona, la de hacerla mejor, y este deseo por si mismo no sería malo si no fuera que adolece de dos defectos: ¿qué vía se sigue para conseguir esa perfección? y ¿cómo sabemos que la persona se convierte en algo mejor?
En algunos casos esta búsqueda de la perfección se enmascara de una buena intención: la de mejorar a la persona, la de hacerla mejor, y este deseo por si mismo no sería malo si no fuera que adolece de dos defectos: ¿qué vía se sigue para conseguir esa perfección? y ¿cómo sabemos que la persona se convierte en algo mejor?
La vía de la perfección
Todos influímos unos sobre otros, de esa manera aprendemos, tomando a los demás como referentes de lo que queremos y de lo que no queremos ser, y nuestra personalidad se va formando con los años y con las vivencias, con las alegrías y con las decepciones.
Lo que aquí comento puede enmarcarse dentro de una relación D/s o no, por supuesto, aunque en el primer caso hay un elemento de autoridad no discutida que hace que se produzca con mayor frecuencia. En el marco de una relación D/s, esa influencia puede ser directa o indirecta. Es directa cuando la parte dominante pretende conscientemente ese cambio, y para ello recurre a los mecanismos a su alcance, e indirecta cuando los cambios se producen sin que ninguna de las partes se dé cuenta de ello.
Influencia directa o el Efecto Pigmalión
Es muy frecuente en la D/s encontrarse con los siguientes planteamientos: "moldéeme a su gusto", o bien, "haré de ti el/la mejor de l@s sumis@s". Suena muy bien cuando pensamos que esa persona se nos está ofreciendo en su totalidad o bien que intenta cuidar de nosotros y convertirnos en mejor persona, y como intención no está nada mal, aunque más bien parece jugar a ser Dios y arcilla.
Este tipo de acción se conoce como Efecto Pigmalión, en honor al mito, y se ha referenciado sobre todo al ámbito de la educación, aunque también se da en otros ámbitos como el laboral o el familiar. En todos ellos hay una figura de autoridad (maestros, jefes o padres) que alberga una serie de expectativas sobre la persona (buenas o malas), que al final se convierten en profecías autocumplidas, es decir, la persona termina respondiendo exactamente a como se espera de ellas.
Si esas expectativas se refieren a algún comportamiento o característica que ya está presente en la persona, y potenciamos que se produzca alabándola y recompensándola, se dice que es un efecto pigmalión positivo. Al contrario, si la expectativa se fija sobre una característica indeseable, reprochando a la persona cada vez que aparece, se dice que es un efecto pigmalión negativo. En ambos casos la persona cumple con lo que se espera de ella, en el primer caso aumentando su autoestima al ver cumplidos los deseos de la figura de autoridad, y en el segundo caso la actitud desaparece al igual que la autoestima.
Si esas expectativas se refieren a algún comportamiento o característica que ya está presente en la persona, y potenciamos que se produzca alabándola y recompensándola, se dice que es un efecto pigmalión positivo. Al contrario, si la expectativa se fija sobre una característica indeseable, reprochando a la persona cada vez que aparece, se dice que es un efecto pigmalión negativo. En ambos casos la persona cumple con lo que se espera de ella, en el primer caso aumentando su autoestima al ver cumplidos los deseos de la figura de autoridad, y en el segundo caso la actitud desaparece al igual que la autoestima.
Como Dominantes podemos preferir y pedir un cierto comportamiento hacia nosotros o en nuestra presencia, pero de ahí a intentar modificar totalmente a la otra persona hay un gran trecho. El problema está en que muchos creen que lo hacen por el bien de la otra persona (como cuando nuestros padres nos decían "hazme caso, que es por tu bien"). Olvidamos así que la persona tiene su propio mecanismo para decidir lo que es bueno para ella, y en todo caso, en lo que podemos contribuir como parte Dominante es a que esa persona se conozca mejor a sí misma, poniendo los medios para que experimente diversas vivencias, pero respetando su personalidad.
¿De veras necesitamos moldear no solo la carne sino el espíritu hasta convertirlos en la versión corpórea de la estatua de Pigmalión? A mi entender es un acto de soberbia pretenderlo de verdad, aunque como parte de una fantasía puede resultar tremendamente excitante. Poniendo como ejemplo el despertar de una mariposa, convertir a un sumiso en una perfecta sissymaid puede ser muy gratificante para ambas partes si ambos desean vivir esa experiencia, no porque sea algo necesario para mantener el afecto y la atención de la parte Dominante, sino porque ambos aprenden mucho de si mismos durante el proceso de transformación.
Influencia indirecta
Respecto a este tipo de influencia, si el motivo de la sumisión es la admiración hacia la parte Dominante, por su forma de ser, de pensar, de comportarse, incluso por su físico, es natural que de esa admiración surja la voluntad o el deseo inconsciente de emular aquellas características que más nos inspiran. Por el contrario, si la sumisión no tiene esa base, es posible que algunas de las peticiones de la parte Dominante se vivan como exigencias, y por lo tanto sólo bien recibidas si se enmarcan en un contexto sexual.
Y es que hay algunas personas en cuya compañía sentimos que nos hacen ser mejor personas, no porque hagan nada en concreto, no porque actuemos expresamente para que sea así, sino que de forma natural se potencian los aspecto más positivos de nuestra personalidad, los que nos hacen sentir satisfechos de nosotros mismos.
¿De veras necesitamos moldear no solo la carne sino el espíritu hasta convertirlos en la versión corpórea de la estatua de Pigmalión? A mi entender es un acto de soberbia pretenderlo de verdad, aunque como parte de una fantasía puede resultar tremendamente excitante. Poniendo como ejemplo el despertar de una mariposa, convertir a un sumiso en una perfecta sissymaid puede ser muy gratificante para ambas partes si ambos desean vivir esa experiencia, no porque sea algo necesario para mantener el afecto y la atención de la parte Dominante, sino porque ambos aprenden mucho de si mismos durante el proceso de transformación.
Influencia indirecta
Respecto a este tipo de influencia, si el motivo de la sumisión es la admiración hacia la parte Dominante, por su forma de ser, de pensar, de comportarse, incluso por su físico, es natural que de esa admiración surja la voluntad o el deseo inconsciente de emular aquellas características que más nos inspiran. Por el contrario, si la sumisión no tiene esa base, es posible que algunas de las peticiones de la parte Dominante se vivan como exigencias, y por lo tanto sólo bien recibidas si se enmarcan en un contexto sexual.
Y es que hay algunas personas en cuya compañía sentimos que nos hacen ser mejor personas, no porque hagan nada en concreto, no porque actuemos expresamente para que sea así, sino que de forma natural se potencian los aspecto más positivos de nuestra personalidad, los que nos hacen sentir satisfechos de nosotros mismos.
Al final la medida de si alguien es mejor persona es si se siente mejor consigo misma, y esa medida es ajena a nosotros, solo podemos observar y preguntar.
El mito de Pigmalión en el cine y la literatura
Toma diferentes formas, aunque una destaca por encima de las demás: El Pigmalión de George Bernard Shaw, que escribió una comedia en el año 1913 que tenía como aparente tema el de la enseñanza de la fonética pero que en realidad trataba sobre el amor, sobre lo que se es capaz de hacer por amor, y la razonabilidad de que los fines justifiquen los medios. Una muestra cinematográfica de ello la encontramos en My Fair Lady (un musical del año 1964), y en Pigmalión, un clásico del año 1938.
En ambas versiones, la vendedora de flores queda reducida a un mero objeto de estudio, y el medio para conseguir demostrar la destreza y el afán de perfeccionismo y protagonismo del profesor, sin que éste se percate de que ella pasó de querer ser mejor para tener una mejor vida a querer ser mejor para agradarle a él. Aunque es una película antigua vale la pena verla para reflexionar sobre algunas cuestiones.
Fuentes: Pigmalión - Wikipedia
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Interesante cuestión la de moldear al sumiso. Yo no pretendo cambiar a nadie, solo (o nada menos que) modificar comportamientos, claro que a veces el caracter/personalidad está demasiado conectado con la forma de actuar, de ahi que sea tan importante buscar la complementariedad como personas a la vez que como par Ama/sumiso.
ResponderEliminarUn saludo.
Opino igual Ama S. Es mejor buscar la complementariedad que intentar conseguir la cuadratura del círculo, más sencillo y más lógico, a pesar de que se ofrezcan a ser quienes queramos que sean, pero ¿eso cuanto dura? Creo que las dos conocemos la respuesta ;). Agradecida por tu comentario
EliminarNo tengo una idea clara al respecto. Pero lo que sí digo es que es una redacción muy cuidad y completa. Elegante también...
ResponderEliminarA sus pies!
Gracias rafalin.coquin, si además te ha hecho pensar sobre el tema ya me doy por satisfecha. No pretendo que todos estemos de acuerdo, sino que tengamos las ideas claras, en un sentido o en otro.
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