viernes, 30 de marzo de 2012

Una tarde de compras (1)


Llevábamos hablando de ello hacía tiempo, fantaseando con ello más bien, y en cuanto surgió la oportunidad le invité a acompañarme, sin decirle adonde íbamos a ir ni lo que íbamos a hacer.

Quien me acompañaba era claramente él, pero con los ojos atentos de ella, que siempre está agazapada en las sombras. Por eso no me extrañó ver su sonrisa sibilina en cuanto llegamos a la puerta del sex-shop. "Aquí es, nuestra primera parada".

El escaparate estaba cubierto de conjuntos muy femeninos, de artilugios de cuero, y otros objetos de los que a los dos nos hacen la boca agua. Le pregunté cuales de esos conjuntos podrían quedarme bien, y me sugirió algunos, con su buen gusto, pero me di cuenta de que sus ojos se posaban en algunos que claramente no serían para mi.

"Entremos, que te enseñaré más cosas". Estuvimos curioseando por la sección de dildos, vibradores, comentando unos y otros, y nos detuvimos unos instantes en la sección de strap-ons, escandalizados por el tamaño de algunos de esos penes de silicona. No era la primera vez que visitábamos un sex-shop, ninguno de los dos, pero era la primera vez que lo hacíamos juntos, y eso le daba una dimensión diferente. Ver el brillo de los ojos en la otra persona cuando se imagina usando alguno de aquellos juguetes puede ser muy estimulante.

Después de darnos una vuelta por el local y de preguntar acerca de un par de objetos le vi más cómodo, y me pareció que era el momento de volver al escaparate. "Ahora elige uno para ti". Sus ojos se iluminaron, y apareció esa mujercita coqueta y alocada que se esconde en su interior. "Este, mi Ama". Eligió un modelito precioso de vinilo negro brillante, de cremallera abierta de arriba a abajo, corto hasta medio muslo. "Bien, vamos a perdir si tienen de tu talla y te lo pruebas", "¿aquí?", no sabría decir si era vergüenza, timidez o ilusión, o una mezcla de todo ello, "¿dónde si no?".

La observé mientras le preguntaba a la dependienta, que muy amablemente nos atendió y comprendió la situación. "Justo tengo aquí uno de tu talla, que se acaban de probar". Lo cogió como si fuera de cristal y se fuera a romper y nos fuímos al probador. No quise entrar, quería que fuera SU momento, el de observarse en el espejo sabiendo que yo la esperaba fuera. "Es perfecto, mi Señora". Y así era, le quedaba ceñido pero sin marcar excesivamente, mostrando sus estupendas piernas que le envidio sinceramente. Se había soltado el pelo, y me sonreía felinamente, con coquetería, gustándose. "Estás muy linda". Me abrazó con emoción, dándome besitos en la mejilla, y me sentí muy orgullosa de ella.

Después de agradecerle a la dependienta sus atenciones, y prometiéndonos volver, comentábamos lo que habíamos sentido de camino a la estación, cuando de pronto se paró en seco al ver un letrero que decía "Liquidación por cierre" en la puerta de una zapatería. "Señora, ¿podemos mirar?"

Se detuvo cada dos por tres al recorrer las hileras de zapatos y botas, como una niña en una zapatería, admirando unos y descartando otros. "¿Te gusta alguno?" No es fácil encontrar un calzado de su talla, así que los que le gustaban quedaban automáticamente descartados. "¿Y estas botas?", acababa de encontrar unas de su talla y se las ofrecí. Las miró con ojitos de ilusión, unas botas altas preciosas que resaltarían sus piernas. "Me encantan, Señora", "bien, pues pruébatelas". Se quedó blanca, mudada de palabra, ni siquiera se atrevía a parpadear, y juraría que empezaba a sudar. "¿Ahora?¿Aquí?", miró a su alrededor como si todos los ojos estuvieran puestos en ella. "Claro que aquí, que si no te quedan bien no nos las llevamos. Vamos, pediremos la otra del par." La llevé de la mano, reticente pero al mismo tiempo entusiasmanda, y le pedí el par a la dependienta, que nos dejó a nuestro aire. 

Busqué un rincón discreto de la zapatería donde sentarnos pero ella no se atrevía. "Haz una cosa, quítate el zapato y encara la suela de la bota con tu pie, así nos haremos una idea." Se quitó el zapato disimuladamente y lo dejó en el suelo, pero tenía que levantar la pierna para poder hacer lo que le había pedido, y eso le costó un mundo. Ahora claramente transpiraba de sudor. "Y ya que estás, póntela, solo tienes que meter el pie dentro...". Pareciera que le había dicho que sacara una pistola y empezara a disparar, por la cara de susto que puso. "Pero ¿y si me dicen algo?". Sonreí, me resultó conmovedora esa inocencia, que por otra parte era lógica. "A ver, ¿quién va a decirte algo? Mientras lo compres nadie te dirá nada, además, nadie te está mirando, gírate". Efectivamente las personas de la tienda estaban ocupadas en sus propios asuntos, incluso la dependienta, y tímidamente empezó a meter el pie en la bota. "No sé si me cabe..", "empuja más, hasta el fondo". Y la magia se hizo: la bota le quedaba bien. 

Cuando salimos de la tienda estaba eufórica, LAS dos lo estábamos, y desde ese momento todo ha sido una escalada de sopresas y de sensaciones que vivimos juntas, deseando hacer su aparición en público próximamente.


martes, 27 de marzo de 2012

Cry baby


Sábado 04:00

Yo no me despierto por la noche... odio despertarme por la noche... son todavía las 4 de la mañana... como me jode que me pase esto.

Sábado 06:30

Toca levantarse. Toca currar. Tengo que terminar el artículo que estoy escribiendo. Pero, coño, no debo ponerme. Me había prometido dejarlo “enfriar” unos días... coño! Hoy es sábado. Vuelve a dormirte... eres un capullo ansioso... duerme...

Sábado 08:30

Ahora sí que no aguanto más en la cama. Mi Ama sigue durmiendo y los perritos están ansiosos. Trata de no hacer ruido y de salir de la habitación.

Me levanto. Pongo de comer a los perros. Friego los platos de la noche anterior. De repente mi Ama. “Buenos días cariño”. Buenos días mi Señora.
Termino de fregar lo del día anterior. Me pongo un café. Le pido permiso a mi Ama para fumarme el primer “pucho” de la mañana. Como siempre, me da permiso sin problemas.
Mi Ama se pone sus tostadas y su vaso de leche. Termino de hacer otras cosas. Voy al baño a lavarme los dientes. La idea me irrumpe. Brutalmente, como siempre. Ya no consigo sacármelo de la cabeza. Y mi cuerpo reacciona.

Sábado 09:10

Mi Ama sabe perfectamente identificar esa cara. La conoce perfectamente. Soy incapaz de mirarLa a los ojos en estos momentos. Mi tono de voz se baja. Ella ya sabe qué Le voy a decir. Qué Le voy a pedir. Sonríe. Me avergüenzo. Más todavía al saber que ella sabe perfectamente lo que Le voy a decir. Bajo la cabeza.

Mi Ama... Le querría pedir una cosa y media. Bueno, en realidad dos. “Dime cariño”. Su sonrisa me indica que lo sabe. Y de nuevo bajo la cabeza. Siento vergüenza. Supongo que algunos lo llamarían humillación. La primera es el collar mi Ama. “Si cariño. ¿La segunda?”. No sé si estoy blanco, o rojo. La segunda... la segunda mi Ama... era si querría... si querría ponerme... si querría mi Ama ponerme los pañales. Gran sonrisa. Más vergüenza. Vuelvo a bajar la cabeza.

Se levanta. Vamos a la habitación. Me pide que me tumbe en la cama. Descubre en mí una gran erección. Decide ordeñarme. A continuación, saca los pañales. No puedo mirarLa. Sólo consigo cruzar con ella alguna mirada. Se me cae la cara... de vergüenza... por algo que he propuesto yo... me desconcierta un poco la idea.

Me vuelve a poner los pantalones. Volvemos al salón. “Cariño, nos vamos a poner a trabajar. Tenemos un montón de cosas que hacer”. Si mi Ama. Al poco siento una fuerte presión en la tripa. Mi Ama... yo... cuando Usted lo desee. “Ahora”. Mi Ama... ¿puedo ponerme de rodillas? “Si cariño”. Tengo miedo de que se salga. “No te preocupes”. Pero es mucho... “Tú tranquilo... no se sale”.

La sensación es como un huracán. Es algo que normalmente controlamos. Que de hecho estoy controlando. Pero al mismo tiempo me invade la sensación de que me desborda, de que no tengo el control sobre mi propio cuerpo. No es que me deje llevar... es como si algo me llevara...

Mi Ama me mira mientras lo hago. Bajo la cabeza. No puedo no bajar la cabeza. Terminé mi Señora. “Muy bien cariño. Ahora quiero que te sientes”. Siento el calor, la forma, y como la presión de mi cuerpo hace el esperado efecto. Estoy... así estoy.

Mi Ama... ahora tengo ganas de... “Pues hazlo también...” Vuelvo a estar de rodillas. De nuevo esa sensación que no puedo controlar. Vuelvo a bajar la cabeza. Vuelve a sonreir.

Empiezo a sentir que me mancha... que estoy manchado... que sigo manchado... “No sé qué tenías que hacer. Pero me gustaría mucho que, como me dijiste el otro día, escribieras sobre esto”. Reviso los correos. Envío un par de mails de trabajo. Y me pongo a escribir.

Mi Ama, vuelvo a tener ganas. “Coje el cojín, ponte aquí y hazlo”. Siento que el pañal se va a desbordar. De nuevo la sensación incontrolable. De nuevo me supero. Ya mi Ama. Me pide el cojín y me ofrece su mano. Esa mano es como un puerto en una tormenta. Me sonríe. Me siento Suyo. Me gustaría que me abrazara. Me pide que cuando termine de escribir Le avise para quitármelos. Le comentó que luego me gustaría seguir escribiendo algo más, pero que para eso tengo que no llevarlos puestos. Ella me contesta que una cosa es la experiencia y otra la reflexión. Asiento. “¿Cómo te sientes?”. Mi tono es casi imperceptible. “Repite”. Sucio. Y siento los pañales hasta arriba. Rojo y blanco.

Me siento. Termino de escribir el párrafo del que Le he hablado a mi Ama (este). Ya, mi Ama. Espérenme. Ahora vuelvo. Quiero pedirle que me pase la mano por el culo, por fuera del pañal, para que me restriegue. Me avergüenzo de escribirlo. Tengo una erección. Ahora vuelvo.

Martes, 22:40

Volví. He tardado un poco pero uno a veces se lía...

Mi Ama Alyna y yo hemos hablado varias veces sobre la humillación. La misma palabra no me gusta. Para mi tiene connotaciones demasiado desagradables. La primera vez que mi Ama hizo algo en esta dirección, debo confesaros que no fue muy bien. Pero son cosas que pasan.

Las cosas, digamos, han cambiado un poco. La palabra sigue disgustándome. Supongo que el contenido mucho menos. Sobre todo si pienso que he sido yo mismo quién Le ha rogado a mi Ama en varias ocasiones que haga aquello que no fue tan bien la primera vez que sucedió. Para más señas: ya se han dado varias ocasiones en las que Le he pedido que me escupa en la cara. Antes la idea me horrorizaba. Ahora, sencillamente, me excita.

Probablemente uno de los ejemplos fuertes de degradación – sí, es esa la palabra – es obligar a alguien a orinarse (y no sólo...) encima: como os decía, uno tiene que contener lo que casi podría ser llamado el instinto de no hacerlo, de no manchar ni mancharse.

En segundo lugar, Su mirada: sé perfectamente que nada de esto ocurriría no sólo si a mi Ama Le disgustara sino que, además, si no Le divirtiera, tampoco sucedería. Pero ello no impide que sienta vergüenza. Que vea Sus ojos adentrándose en los míos, que me sienta más que desnudo.

Y luego esa sensación de estar sucio. Al principio tengo que contener las ganas de salir corriendo a la ducha. Luego, mi Ama me hace sentir todavía más lo que he hecho. Aprieta mi culo, y siento... ya os imagináis lo que siento. A mi me da un asco atroz las heces. El olor me pone de los nervios, hasta me dan arcadas. Cuando mi Ama apretó Su mano contra mi culo, volví a tener una nueva erección. Incontrolable. Mi Ama seguía mirándome. Yo no retiro jamás una mirada. El sábado fui incapaz de hacerlo. Vergüenza. Excitación. Humillación.

Fui nuevamente ordeñado. De nuevo esas ganas irrefrenables de querer quitármelos, entrar en la ducha y enjabonarme 70 veces. “No. Tú no vas a ninguna parte. Quiero que disfrutes de todas las sensaciones. Incluida ser limpiado”. Sí mi Ama.

La excitación ha desaparecido. Me siento... me siento indefenso. Como un niño que se lo ha hecho encima pero no sabe o no puede limpiarse. Esto, esta fantasía o esta práctica, nada tiene que ver con los niños. No me siento un niño: ni durante este juego ni normalmente en mi vida. Pero me siento indefenso. Y ella, mi Ama, Sus manos, Su infinita bondad, Sus brazos, ahí están para que yo me agarre a ellos.

Respiro. Me limpia. Se me saltan varias veces las lagrimas. No sufro. No río. Es sencillamente una emoción incomparable e incontrolable. Me abraza. Nos miramos. Más abrazos. Se me saltan nuevamente las lagrimas. Más abrazos. Esa ducha.

Le pido que no me deje sólo en el baño. Nuestros juegos no empiezan y acaban. Nuestros juegos se calientan y se enfrían. Y éste estaba ardiendo. Conversamos. Reímos. Me acuerdo de algo que escribí hace algunas horas: Mi Señora no puedo ni quiero seguir viviendo sin Usted.

Comemos. Tenemos una tarde llena de placeres. Bajamos al Fetish. Me hace una suspensión horizontal. Estoy, literal y figuradamente, volando. Y todavía creo que no he aterrizado.

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Ha pasado una noche movidita, intranquila, así que no me extraña si a las ocho y media ya está en pie. Yo también me levantaría, pero es Sábado, día de indulgencia sin despertador y me quedo un rato más en la cama sabiendo que él se hará cargo de todo.

Es una mañana cotidiana, de desayunar frente al ordenador leyendo el correo, de empezar a planificar el día, cuando le veo venir con la cabecita gacha y esa mirada que me indica que está pensando en algo... algo que hicimos hace unos días y que le ha vuelto a la cabeza. Lo sé porque hay vergüenza en su cara, y hasta ahora sólo eso le ha dado vergüenza.

Es como ver florecer una rara flor, la vas viendo abrirse poco a poco, probando sensaciones nuevas, situaciones que le obligan a enfrentarse a si mismo. Seguro que habrá quien piense que esa es mi parte, la de imaginar situaciones de ese tipo, pero yo no he nacido con una bola de cristal para saber qué ideas pasan por su cabecita, así que sigo el viejo sistema de preguntarle.

La primera vez que me comentó lo de los pañales me sorprendió, no lo esperaba, pero cuando vi su reacción al comprarlos en el supermercado no me lo pensé dos veces. La primera vez fue un tanteo, saber como se sentía al ponérselos, y sobretodo si sería capaz de hacérselo todo encima. Así fue. Y le sentí vulnerable, tremendamente sensible, como si hubiéramos llegado a un lugar oculto de su mente, uno que ni siquiera él se había atrevido a explorar antes.

Pero aquella tarde no fue capaz de procesarlo, de ponerle palabras a esos sentimientos, y le dije que lo dejábamos para la vez siguiente. Quiero saber qué siente en esa situación, más allá de la propia vergüenza, saber a dónde nos lleva ese camino que recién iniciamos los dos. Y es que yo dije que no me gustaba la humillación, pero empiezo a verle las orejas al lobo.

Y acepto su petición, como siempre lo hago. Y habrá quien piense que al final hacemos lo que él quiere, y tiene parte de razón, pero es que en ese ceder por mi parte yo encuentro una gran satisfacción, ¿porqué voy a renunciar a sus sugerencias si me pone a mil cuando viene con esa miradita y esa vocecita humilde a pedirme algo?

Cuando le tomo de la mano y me lo llevo al dormitorio, me sigue como un corderito, y al mismo tiempo está asustado, no de mi, claro, sino de lo que ha imaginado. En cierta forma parece estar luchando, una lucha perdida de antemano contra algo que le puede. ¿De dónde surgen esas ideas? No lo sé, no diría que son simplemente fantasías, hay algo más, una urgencia que va más allá de la pura excitación, y estoy dispuesta a averiguarlo. Es algo que me fascina, observar su comportamiento, sus cambios de registro, como pasa de ser el hombre seguro de sí, echado p'alante, el que hace callar a cualquiera con un comentario irónico, y se convierte en este hombre dulce y apocado, incluso tembloroso. Él me fascina.

Se deja hacer, sin mirarme, mirando al techo, al armario, como un muñeco en mis manos, y se avergüenza de su erección, cuando nunca lo hace, porque sabe que yo sé de donde viene esa erección, y le enseño los pañales, y eso multiplica su erección y su vergüenza. Esa reacción me excita, lo reconozco, verle turbado, colorado... no sé hasta qué punto es vergüenza y hasta que punto es algo más ¿humillación quizá?¿pero erótica o de otro tipo? No parece sentirse mal pero no quiero que tenga esta experiencia como algo excitante, no, quiero provocar una emoción mayor y por eso le ordeño, para sacar ese elemento de la ecuación. Sé que nos adentramos en terreno pantanoso, pero lo hacemos juntos, con plena conciencia, sin disfrazarlo de nada.

Y sigue sin mirarme cuando se lo hace encima. Admiro su facilidad para hacerlo, yo no podría, sufro de vejiga tímida. Y le veo tocarse por encima del pantalón, sintiéndose mojado, pero en realidad el pañal lo contiene todo. Es una prueba, o más de una en realidad. Una prueba de confianza, de dejarse llevar más allá de sus propios límites, porque yo sé que esto es un límite. Y yo le acompaño, le doy seguridad, como cuando le acompañé a comprarse las botas. Él confía en que le llevo de la mano y que no le soltaré en el aire para caer al vacío, sino que al final caerá en mis brazos.

Y restregarle el pañal le provoca de nuevo una erección, y cuando le masturbo con él puesto gime, sin poder evitar excitarse, sin querer evitarlo en realidad. Al final se derrama, como lo hizo antes, una mezcla de orina, heces y semen, y su mirada me lo dice todo: está desbordado. Eso es bueno, ha llegado a un punto de no retorno, un lugar de si mismo que desconocía y que ahora conoce, y eso le hace más fuerte, más completo, y en estos momentos sencillamente adorable.

Y mientras le limpio tiernamente con una toallita húmeda, él cierra los ojos y de nuevo se derrama, esta vez en lágrimas de emoción, de una emoción profunda y silenciosa, y cuando le abrazo me aprieta tan fuerte que me corta el aire. Pero no me importa, le siento Mío, entregado a mi.

Y es que no siempre lo que hacemos forma parte de una sexualidad muy particular, sino que trasciende y alcanza cotas que solo conoce el alma, y en esas cotas nos abrazamos, nos comprendemos, y sabemos que hemos dado un paso más allá, un paso que nos une más aún, que nos ata y nos redime, a los dos, a él por disfrutar de algo tan humillante, y a mi por disfrutar haciéndolo.


martes, 13 de marzo de 2012

Juegos de rol: ¿el hábito hace al monje?

Está claro que cuando hablamos de disfraces, cada cual es libre de disfrazarse de lo que quiera, incluso de Presidente del Gobierno, y que cuando uno se disfraza lo hace con alguna finalidad, ya sea divertirse, ridiculizar, o empalmarse. Pero en todo caso siguen siendo disfraces.

La cuestión cambia un poco cuando se trata de vestirse según lo que uno cree, y en esa base podemos ver muchas corrientes en el vestir que son muy concretas, como la línea gótica, la punk, incluso la supersofisticada, que además de una imagen, encierran una forma de ver la vida.

En el juego BDSM la frontera entre realidad y ficción puede ser muy fina, y en un mundo donde la fantasía está tan presente, los símbolos son importantes. Estoy segura de que cuando alguien elige vestirse de chacha, de maestra, de militar, de enfermera, de bombero, de romano o de esclavo, es porque ello le ayuda a meterse en la piel de la fantasía que quiere representar, y esa es la parte lúdica del asunto.

Pero existe un trasfondo que no es tan lúdico, que forma parte de las influencias que recibimos, y es que esos disfraces llevan asociadas una serie de implicaciones sociales, históricas o funcionales. Por ejemplo, en el caso de los disfraces de militares, me extrañaría que alguien se disfrazara así y que su fantasía fuera hacer ganchillo. Es decir, la elección del hábito, aunque no hace al monje, le facilita el sentirse como si lo fuera. Así pues la elección del atrezzo es importante porque nos refleja.

Otra cosa distinta es lo que cada cual asocie a cada indumentaria. Para mi puede resultar entrañable ver a alguien vestido con pañales, pero para la persona que los lleve puede resultar ridículo, y eso no tiene porque ser malo en ninguno de los casos, simplemente que cada cual asocia los símbolos a características diferentes.

Pero la cuestión no está en lo que a cada cual le pone a la hora de jugar, a mi me preocupan otras cuestiones, como que detrás de ese disfraz se oculten actitudes que no pertenecen a lo que podemos entender como BDSM, ya que estamos siempre en una línea muy fina entre lo SSSC (Sano, Sensato, Seguro y Consensuado) y lo abusivo, y es que no hay que olvidar que durante un juego BDSM, dada su intensidad, dado que muchas veces exploramos lo inexplorado, podemos encontrarnos ante una situación que se salga del juego y pueda causar un daño a la/s persona/s que intervienen en él.

A veces un disfraz es simplemente eso, y puede que el hábito no haga al monje... pero para los demás puede parecerlo convincentemente.


lunes, 12 de marzo de 2012

Entrevista en sexoybdsm.com

Hace poco recibí una invitación a participar en este foro (http://tu.crearforo.com), y me encontré con un grupo de personas abiertas, simpáticas, con muy buen rollo, y me apunté a su apartado de entrevistas, que me parece una buena forma de conocerse. Pondré aquí algunas de las preguntas y respuestas por si pueden ser interesantes para los demás, y a la vez os invito a visitarles.

¿Tienes pareja? 

Veamos... tengo pareja D/s, eso quiere decir que tengo pareja pero encuadrada en una relación de Dominación/sumisión, él es a la vez mi compañero y mi sumiso. 

¿Hace mucho que ejerces como Ama?

Un interesante matiz el de "ejercer"... entonces pongamos que más de dos años, ya que interesada en esto llevo más, y siendo Dominante, pues toda una vida. 

¿Te atraen las personas de tú mismo sexo? 

Supongo que la pregunta va por la atracción sexual, y mi respuesta es un no.... pero si alguna respuesta tiene muchos matices es ésta. Me atraen las personas de mi mismo sexo por muchas otras razones, pero no la sexual, y también me atrae la belleza ambigua, o sea, los chicos que parecen chicas, o las chicas que parecen chicos ¿porqué? ... pues a esta pregunta sí que no tengo respuesta

¿Cedes a tu sumiso? 

Depende de lo que entiendas por ceder. Mi sumi participa en juegos conjuntos, con otras Amas/sumisos/sumisas siempre que esté yo presente y consensuado con él (si no quiere jugar lo respeto, por supuesto, antes que nada somos compañeros), no me gusta la idea de cederle sin estar presente, ya que ante una discrepancia con otra Dómina, mi opinión prevalece sobre la suya en lo referente a mi sumi. No le cedo a terceras personas para que haga lo que ellas quieran, sino lo que yo permito y él quiere hacer. 

¿Tienes algún otro sumiso aparte del oficial? 

Al principio de conocer a mi sumi, tenía otros, pero mi relación con ellos no era del mismo tipo. Una vez que nos dimos cuenta de que entre nosotros había algo más que juego, fuí honesta con los demás y me quedé solo con él. No es simplemente una cuestión de honestidad, es que simplemente solo me apetece estar con él. 

¿Tienes intención de meterte en esos temas? 

Hemos hablado de si en un futuro admitiríamos a terceras personas en la intimidad, ya que en los juegos claramente ya intervienen, como he dicho antes. Es una cuestión complicada, ya que una tercera persona podría implicarse emocionalmente, y no queremos hacerle daño a nadie ni dar ilusiones que no se puedan cumplir, así que de momento está aparcado. 

¿A que edad, tuviste tu primera experiencia sexual total...y cuéntame fue satisfactoria?

Si por total te refieres al coito... fué tarde, porque le tenía mucho miedo a que me doliera. Y para cuando me decidí a hacerlo tenía ya 21 años, aprovechando que me recetaron la píldora por un desarreglo hormonal, y me dije "esta es la mía" ^^. Y si llego a saber que era tan fácil lo hago antes!!! No fué tan satisfactoria como una se imagina, pero fué agradable y sobretodo, indolora. 

¿Le tiene controlados a su sumiso los orgasmos o deja que se masturbe libremente? 

Mmmmm... a ver como lo digo.... su sexualidad me pertenece, su excitación, sus orgasmos, su placer, su deseo... pero me pertenecen porque él me lo ha entregado. No se masturba libremente porque no le sale hacerlo, me pide permiso para hacerlo si está lejos, y cuando está conmigo simplemente yo decido y dispongo, porque los dos lo queremos así. 

¿Que es lo que mas te ha sorprendido de un sumiso?

Pues diría que lo que más me ha sorprendido es encontrarme con alguien a quien casi no había que decirle nada, sabía perfectamente cómo y cuando hacerlo todo (y no me refiero a exóticas y complicadas técnicas amatorias jejeje). Es lo que se suele denominar un sumiso bien educado 

¿Qué es lo que menos te agrada del mundo BDSM? 

Lo que menos me gusta son varias cosas. La primera, que haya quien se aproveche de los sentimientos de sumisión de otras personas para crear personas dependientes, y lo mismo en sentido inverso. Pienso que para entablar una relación lo primero es ser consciente del propio valor, y precisamente ese valor es lo que se entrega voluntariamente. Entregarse no significa depender de alguien para todo, ni perder el criterio propio, ni la capacidad de decidir, si así fuera, esa entrega no tendría el mismo valor. 

La segunda cosa que no me agrada es que siendo la fantasía uno de los elementos importantes del BDSM haya quien confunda fantasía con realidad, y espere que todo sea como en los videos, relatos, etc, y no aprecie que somos personas ante todo. 

¿Que no harias nunca por dinero? 

Es una interesante pregunta, muy actual, y complicada de contestar. Si ese "por dinero" implica no morirse de hambre, la subsistencia nos lleva a hacer cosas que antes nunca nos hubiéramos planteado, y esas no soy capaz de saberlas de antemano. 

Si simplemente es por ganar más dinero o tener más, entonces no sería capaz de robar o de vender la confianza de otra persona. 

¿Que estarias dispuesta hacer por dinero? 

Caray, por dinero estoy dispuesta hasta a trabajar!!. Aparte de eso soy de las que creo que Dios aprieta pero no ahoga y no me he visto en la situación de plantearme nada que no pudiera o estuviera dispuesta a hacer. No se me caen los anillos por hacer cualquier cosa que sea honrada, es muy importante poder dormir por las noches, tanto como poder comer por la mañana. 

Puesta en esta situación te diré que me han preguntado si me haría Dómina profesional por dinero, y la verdad no creo que se me diera nada bien, igual que no se me ha dado hacerme profesional en otras actividades que me ilusionan y me divierten. Cuando los demás deciden sobre tus ilusiones pierdes la capacidad de soñar. 

¿Hasta que punto siente poder sobre su sumiso. o sea si siente que su vida la pertenece. y que sentimientos le provoca?

No siento que su vida me pertenezca, le pertenece a él, pero sí que siento que su vida gira en gran parte a mi alrededor. El poder, sobretodo hablando de Dominación, depende en gran parte de la respuesta de los demás. Para poder ejercer poder debe existir alguien que lo ceda. 

En mi caso es una mezcla entre sentirme agradecida por el valioso presente que él me hace cada día, y la responsabilidad asumida de corazón de cuidar de él, de aconsejarle, de escucharle, de procurar por su felicidad, que su sonrisa es uno de mis mayores tesoros. 

Sé que mi respuesta puede sonar muy almibarada, pero es tal como lo siento. El poder conlleva responsabilidad, y hay que recordar que es algo que él me regala, no algo que se dé por hecho. 

Y cuando me mira con esos ojitos de corderito y me dice "mi Ama"... pues que me derrito toa... 

¿Es el mejor estado para un sumiso 24/7? dedicación plena a su Ama…. 

Hay tipos de sumisión diferentes, hay quien solo es sumiso en el plano sexual, hay quien lo es desde que nació, y hay quien lo es sólo con la persona que le hace sentir sumiso. Para cada tipo de sumisión hay un tipo de situación ideal. 

Mi sumiso es del tercer tipo, en el resto de sus relaciones con amigos, compañeros de trabajo, familia, etc, nadie diría que es sumiso, al contrario, quizá imaginarían que está más en el otro lado de la moneda (si supieran de su gusto por la D/s). 

Si es mi sumiso es porque estando conmigo se siente así, entregado, feliz de poner muchas de las decisiones en mis manos, libre en su elegida "esclavitud", privilegiado de servirme y cuidarme. Este es nuestro estado ideal, el 24/7, porque para nosotros no es una cuestión de forma, sino de fondo: así lo sentimos todo el tiempo, así que decir "de aquí a aquí somos Ama-sumiso, y de aquí a aquí somos pareja", no tiene sentido para nosotros. Somos lo que se entiende por Pareja BDSM. 

¿Qué tipo de cuerdas o ataduras utilizas para el bondage? 

Cuando empecé con el bondage no sabía muy bien qué cuerdas usar, y cogí unas que tenía por casa que habían sido de mi madre, de cuando hacía macramé. Son de algodón retorcido, no trenzado, y lo cierto es que en poco tiempo se deshilachan y aflojan, pero les tengo mucho cariño. 

Las mejores, para mi, son las de algodón trenzado, ya que me dedico más al bondage decorativo, pero cuando quiero hacer un bondage de inmovilización, o una suspensión, recomiendo usar las cuerdas de yute (me gustan más que las de cáñamo, que para mi gusto rascan más). 

Para un bondage de castigo (apretando y rozando con la cuerda), las de cáñamo son mejores. 

Y si te quieres lanzar a experiencias diferentes, entonces prueba las cuerdas de tender de los chinos jeje. Las hay más suavecitas y las hay más recias, y el material sintético da una sensación diferente a los materiales naturales. Lo ideal para un bondage genital, por ejemplo, es una cuerda sintética de pocos milímetros de ancho (hay ovillos de cuerda blanca de este estilo), al ser finitas y fáciles de lavar permiten usarlas incluso debajo de la ropa de vestir (con pantalones holgados). 

¿Con que artilugio te gusta mas fustigar a tu sumiso.? ¿ eres muy sádica a la hora de infringir dolor ? 

Cuando yo tropecé con el mundo del BDSM lo primero que pensé fué "yo no sería capaz de hacerle daño a nadie", y es que yo no mato ni a las moscas. Cuando conocí a mi primer sumiso, que era masoquista, me ayudó a cambiar mi concepto sobre el dolor, sabiendo que ellos transforman el dolor en placer, y ahora es algo que me encanta, tanto que mis amigas Amas siempre bromean diciéndome "y eso que decías que no te gustaba producir dolor", y yo les contesto "es que yo lo que hago es dar placer"

Respondiendo a tu pregunta, lo que más me gusta usar para azotarle es la mano. No hay mejor sensación que la piel con la piel, el hormigueo que siento en mi mano, que sé que en él se multiplica por mil. También me gusta usar el gato de colas y la pala, aunque no le hago ascos a la fusta, a la vara y con el tiempo al látigo corto. 

Mi nivel de sadismo se puede entender de dos maneras: por una parte, me gusta atizar fuerte (dicho así suena muy bestia ¿no?). Me gusta el sonido del gato, o de la pala, al golpear sus nalgas, pero en realidad lo que más me estimula son sus reacciones. Si él lo disfruta, yo lo disfruto mucho más. Digamos que estamos en un viaje de exploración conjunto, nos acercamos a los límites, los observamos y hablamos sobre cómo avanzar. Como todas las técnicas, ésta también evoluciona, y vamos descubriendo facetas que desconocemos, y eso nos enriquece a los dos. 

Electro estimulación ¿placer o castigo? 

Pues depende. Incluso las técnicas más dolorosas en un grado inicial suave producen una estimulación placentera, es una respuesta fisiológica generalizada (¿a quién no le gustan unos azotitos eróticos?). Yo no me considero masoquista, y hay cosa que me dan placer hasta cierto grado de intensidad, y a partir de ahí me resultan dolorosos y no me molan nada. 

Mientras algo guste, ya sea electroestimulación o otra técnica que produzca color, pues yo la consideraría un premio, y en el momento en el que produce dolor (del insufrible, como un dolor de muelas), entonces se considera un castigo. 

Me parece un contrasentido hablar de "castigo" cuando te está dando placer (entiéndase azotar, encerrar, inmovilizar, y cualquier situación que se pudiera considerar dolorosa o humillante). 

Como todo, depende del grado e intensidad del estímulo, y de la sensibilidad de la persona que lo recibe. Es más, añadiría que también depende mucho de la intención al aplicarlo.