martes, 24 de enero de 2012

De nuevo el 24/7, mi vivencia actual


Una relación 24/7 ¿es viable?¿Puede permitirse su sumiso serlo a todas horas?¿Lo muestra externamente y lo entiende la sociedad?¿Le llena ser sumiso a todas horas de la misma forma que en la intimidad?

Me han hecho esta pregunta referente a mi relación actual, y creo que es una de las preguntas que más surgen dentro del mundo de la D/s, si es posible vivirla todo el tiempo, y mi respuesta sería que sí... y que no.

Todo depende de como se entienda una relación D/s, porque hay muchas y variadas opiniones. Para alguien que la entienda como tener a la parte sumisa todo el día en cueros, y llevarla a todas partes con correa y collar, pues evidentemente no, no se puede vivir esa situación todo el día, a no ser que tengas a tu sumiso secuestrado en casa.

Voy a intentar responder a las preguntas pero no en ese orden, y desde el punto de vista de mi vivencia actual.

¿Puede permitirse su sumiso serlo a todas horas? 

Esta pregunta ya me está indicando un matiz que voy a responder con otra pregunta ¿se puede no ser sumiso en algún momento? Si hablamos de una sumisión sexual, es evidente que no podemos estar todo el santo día en ese plano, sería agotador y además contraproducente. Creo que es bastante general la fantasía entre los sumisos de llegar a vivir una relación en la que poder pasarse todo el día excitado, pero eso es biológicamente imposible a no ser que quieras fundir tus plomos, y totalmente agotador para la parte dominante.

La sumisión como yo la entiendo es un sentimiento, es un estado respecto a otra persona, a la que uno se entrega, por admiración, por adoración, por voluntad propia. Puedo entender que para algunos la sumisión lo es a una situación, a las sensaciones, a una expresión sexual, pero yo no me estoy refiriendo a esa clase de sumisión, para la cual no es tan importante con quien se produce.

Así pues, la pregunta se puede reformular como ¿Puede dejar de sentirse sumiso hacia usted en algún momento? No aspiro a ocupar su mente en todo momento, hay otras cosas importantes en su vida que no tienen que ver conmigo, pero estoy convencida de que cuando piensa en mi, lo piensa desde ese sentimiento de entrega y sumisión, que se siente Mío, y eso puede llegar a influir e impregnar el resto de aspectos de su vida. Se establece un cambio natural de prioridades que afecta a sus decisiones (sí, la respuesta a la pregunta de si él puede tomar decisiones es sí).

De aquí la segunda pregunta: ¿Lo muestra externamente y lo entiende la sociedad?

Externamente es un hombre encantador y amable, deliciosamente atento y complaciente, entregado y leal, de una caballerosidad exquisita, de un trato respetuoso irreprochable. ¿Qué más ven los demás? Pues que él me pide opinión sobre las cosas, que sus decisiones pasan por comentarme sus opciones, que tiene muy en cuenta mi criterio, que me pide permiso para determinadas acciones, que a veces se queda sin palabras cuando es "víctima" de una de mis travesuras (cuyo verdadero contenido sólo conocemos él y yo, pero que en cierta forma le comprometen en público). Tenemos un constante juego de miradas, con las que nos lo decimos todo. Los que saben qué tipo de relación tenemos seguro que las comprenden, y los que no podrían decir que estamos enamorados (lo que no está tan desencaminado). Aprovecho para decir que el amor se vive de una forma diferente en una relación D/s, pero ese es otro tema.

¿Qué debería entender la sociedad? ¿qué confía en mi en todo y por todo?¿que asume mi criterio como suyo porque así lo siente? ¿que se siente arropado, cuidado, querido, atendido, comprendido, libre, porque yo le guío? ¿que me besa la mano con adoración? ¿que le encanta reposar su cabecita en mi regazo?

Supongo que la pregunta se refiere a si me trata de Usted todo el tiempo, a si se arrodilla delante de mi en un lugar público, a si le doy unos azotes si se ha portado bien (sí, sí, los azotes no son solo castigos!!), a si camina un paso por detrás de mi, con la cabeza gacha, a si nunca me mira a los ojos... etc. Y ahí me remito de nuevo a la manera de cada cual de entender y vivir una relación D/s, y es que a mi todo eso no me hace falta, sé lo que siente, como lo siente, y en qué intensidad, y eso se manifiesta en cada cosa que hace o dice, estando conmigo o con otras personas, y eso es lo que yo valoro.

¿Es viable?

Pues yo diría que es tan viable como cualquier otro tipo de relación en la que se establezca una sincera y profunda disposición a construir un vínculo basado en el respeto, el cariño, la  confianza, la honestidad, el interés por el otro, el interés por uno mismo, la complicidad, la alegría del juego, la diversión de la fantasía, la ternura de estar cuando nos necesita, de aceptar al otro y de ser al mismo tiempo libres, libres de ser como somos o de seguir descubriéndonos, de descubrir cosas juntos, de no detenerse en la rutina, de no dejarse absorber por los tópicos de esta sociedad, de elegir a cada momento estar con esa persona.

¿Le llena ser sumiso a todas horas de la misma forma que en la intimidad?

A esta pregunta es mejor que responda él, que es quien mejor puede decirlo, aunque apunto que me sigue pareciendo que separar la intimidad del resto del tiempo juntos indica un interés más centrado en lo referente a la sexualidad, que es solo una parte de una relación D/s. Los juegos y fantasías alimentan la relación, por supuesto, pero creo que suponer que toda la relación se basa en esos juegos es ingenuo, o bien entonces no estamos buscando una relación D/s, sinó un/a compañero/a de juegos.



Por alusiones...

Como si del programa de Ana Rosa Quintana se tratara, escribo esto “por alusiones”. La verdad es que soy un poco perezoso... no es que me parezca a esos simpáticos animalitos sino que en mi trabajo me paso el día escribiendo y cuando vuelvo a casa no siempre tengo ganas de ponerme a escribir nada. 

Me doy, no obstante, cuenta de que últimamente no consigo escribir fluido. Creo haber entendido la razón: es que en realidad lo que tengo ganas de escribir es precisamente lo que estoy escribiendo en este momento. O sobre lo que estoy escribiendo en este momento. Porque, claro, cuando llevas una relación tan intensa como la que llevo ahora... es muy difícil no ahogarse si uno no expresa, y le cuenta al mundo, ciertas cosas.

Prolegómenos aparte... escribo, como casi siempre que escribo sobre este tema, con urgencia. ¿Urgencia de qué? Urgencia por responder a las preguntas que se Le han dirigido a mi Ama acerca del así llamado 24/7, y en las que me ha dejado un amplio espacio para dar mi opinión (no se sorprenda nadie... sí, tengo opinión propia, jejeje).

Antes de contestar a las preguntas considero necesario contar algo de quien soy fuera de este “mundillo”: soy algo así como un profesional liberal que se pasa todo el tiempo tomando decisiones y evaluando con un amplio margen de discrecionalidad. Aunque no soy juez, juzgo. Todo el tiempo mi opinión es tenida en cuenta, y todo el tiempo hay alguien evaluando a su vez mis decisiones. Cuento esto por lo que se verá más adelante...

¿Puede permitirse un sumiso serlo a todas horas?

Supongo que pocos se sorprenderán de que no vaya de rodillas en el metro, no vaya a trabajar con el collar, no lleve todo el tiempo un bondage genital ni pretenda pasarme todo el día excitado. Llámenme raro pero soy un ser humano: para mi pasarme todo el día excitado es indicio de no pertenencia a la especie humana. Y no, no llevo todo el día un bondage genital ni llevo un collar. Simplemente porque no lo considero, ni mi Ama tampoco, necesario: no nos hace falta para vivir plenamente nuestra relación.

¿Y qué nos hace falta? El otro día pasé por delante de una maquinita que hace automáticamente chapas identificativas como las militares. Pensamiento inmediato: quiero algo que me identifique como propiedad de mi Ama. No es que me haga falta como respirar, pero vivo así más plena la relación. La chapita, o cualquier otra cosa, va por dentro de la camisa y nadie la ve, pero es un signo permanente de mis sentimientos hacia mi Ama: sumisión y pertenencia (entre otros).

Cuando estoy decidiendo – caso hipotético – si es mejor restaurar una tabla flamenca con una determinada técnica u otra, sinceramente no pienso en mi Ama. No pienso las 24 horas del día en ella. A veces también duermo y, en ocasiones, no sueño con ella (esa es una mala pasada que me juega mi inconsciente).

¿Cuándo pienso y en qué términos pienso en mi Ama? Mi Ama no es alguien que pueda encargarse de tomar todas las decisiones que me afectan: mucho trabajo. Pienso en ella toda vez que tengo que tomar una decisión que nos afecta a los dos... pero no sólo en esa ocasión. Tengo en cuenta su opinión en cosas que me afectan solamente a mi, o que sólo Le afectan lejanamente. Ello porque considero que su opinión no es únicamente válida, sino porque cada vez que Le cuento algo me aporta un punto de vista que no había observado. 

Dicho de otro modo: que pienso en ella no porque tenga que pensar en ella sino porque me gustan y comparto sus puntos de vista. Por eso le consulto. Desde luego, hay algunas cosas en las que no le consulto: directamente le pido permiso. Pero el sustrato es siempre el mismo: no es que piense en ella porque es mi Ama, es que es mi Ama porque considero que su opinión es relevante en muchísimos casos. En prácticamente todos los ámbitos de mi vida. Incluidas decisiones sobre mis propios planes de vida.

Dependiendo de la cuestión, su opinión es un buen argumento en favor de qué hacer o directamente una carta que gana a todas las demás. Es decir, sobre ciertas cuestiones para mi no hay más que su decisión. Y nada más. Sobre cuestiones que nos afectan a los dos, y no poco; y también más a mi que a ella. Y no me estoy refiriendo a cuestiones de alcoba sino de fuera de ella: “¿Le apetece que vayamos a cenar?; ¿qué quiere que me ponga?; creo que puedo ir a verLa, ¿Le apetece?; “Me gustaría que viéramos a Fulanito... pero si a Usted no Le apetece... fin de la historia; ¿Le apetece un masaje?; ¿En qué puedo servirLa, Señora?”.

¿Qué entiende o ve la sociedad?

La sociedad entiende poco. En realidad para entender determinadas conductas es necesario tener un código interpretativo, es decir, instrumentos para atribuirle significado a determinadas conductas. Si yo, como alguna vez hago, flexiono mi rodilla y beso su mano, alguien podría pensar que soy un barroco, un cursi o vaya usted a saber qué. 

Esto confiere una ventaja: que no tengo problemas en hacer un montón de cosas. De hecho nos damos el gustazo de, aprovechando las escaleras mecánicas del metro, yo quedarme en el peldaño de abajo y mirarLa desde abajo. Y créanme si les digo que eso no tiene precio. Esa sonrisa que me tiene cautivo. Dulce prisión.

Lo mismo cuando vamos en el autobús: en ocasiones termino inclinado sobre ella, mirándola desde abajo. O no me doy cuenta y salimos a la calle llevando el collar. Problema: ninguno. Te pueden mirar un poco raro pero la gente no tiene los recursos para entender el significado de eso.

¿Viable?

Dicho directamente: si no lo consideráramos viable no le estaríamos apostando tan fuerte... y no me estaría, aunque sólo por un periodo, mudando. La viabilidad pasa por el respeto, la absoluta transparencia (este tipo de relación, en serio, requiere sinceridad y confianza máximas) y... el amor. Supongo que ésta es una gran ventaja pero el hecho es que nos queremos. 

Pero quiero señalar que esto no es una relación vainilla con toques sexuales de Bdsm. Esto es una relación D/s. ¿En qué consiste una relación D/s en extrema síntesis? Bueno, eso no es fácil de explicar, pero voy a intentarlo brevemente.

¿Les provoca excitación sexual el Requiem de Mozart, la Capilla Sixtina, el cine de Hitchcock o las esculturas de Rodin? Bueno, pues a mi no me excita sexualmente apoyar la cabeza en el regazo de mi Ama, abrazar sus pies acariciándolos con mis mejillas o que me ponga el collar. Es más, hay ciertas prácticas “sexuales” del mundo Bdsm que a mi no me provocan excitación sexual pero que disfruto, y disfrutamos, tremendamente. Me provoca una sensación que recorre todo mi cuerpo y en ocasiones hacen que se me salten las lagrimas de la emoción. 

Pero fuera de eso, ¿algo más? Sí: soy feliz viviendo en una relación en la que algunas cuestiones que me afectan directamente no dependen de mi. Como disfruto sintiendo que cada uno de los poros de mi piel le pertenecen, que soy feliz dejándome guiar por ella, descubriendo cosas juntos... por ello, en caso de que tengamos opiniones divergentes la regla es clara: decide ella. Incluso cuando ella decide que soy yo quien tengo que decidir.  

Deseadnos suerte.

machi{AmAly}


viernes, 20 de enero de 2012

La adoración del Ama: Sumisión Onírica


Cuando algo sucede una vez puede ser un caso aislado, cuando te encuentras más de un caso eso establece un patrón, y cuando los casos son numerosos se crea un subgénero: la sumisión onírica a una Ama.

¿En qué consiste la Sumisión Onírica? Es cuando el centro de las fantasías lo constituye una Dómina con la que no se tiene un contacto real, o con la que sea ha tenido un contacto y se ha perdido. Queda la impronta de la impresión causada o de la relación vivida, que si ha sido profunda conduce a una sumisión al recuerdo o la imagen de esa Dómina. Es una adoración real, en el sentido de que se siente como si lo fuera, pero en realidad es soñar despierto, lo que no significa que no tenga como beneficio sentirse entregado y propiedad de alguien.

Esta situación es diferente a fantasear con situaciones D/s, ya que en ese caso priman las prácticas y lo que le sucede al sumiso que se convierte en protagonista de la fantasía, y en la que la figura de la Dómina, todo y estando presente, no es la figura central. En el caso de la sumisión onírica se alimenta la fantasía/sentimiento de pertenencia, y actúa como si realmente esa Dómina le diera órdenes, y ocupa su mente a lo largo del día.

En algunos casos eso se traduce en correos que nunca se mandan, o en mensajes/llamadas que sí se hacen llegar sin esperar respuesta, siendo el propio recuerdo o la acción de enviar el mensaje o hacer la llamada satisfacción suficiente al sentimiento de sumisión. Esto me hace pensar en el profundo efecto que las relaciones D/s pueden llegar a tener en la psique, hasta el punto de vivir de la fantasía en una desvirtuación de la realidad (a la espera de encontrar otra Ama que nos cause un impacto mayor o con la que se establezca una relación D/s real).

No incluyo en esta categoría las relaciones que se interrumpen pero en las que queda una amistad o un afecto entre las personas, ya que no tiene ese elemento de desvirtuación de la realidad que acompaña al sumiso onírico, que sigue entregado a veces sin conocimiento de la Dómina en cuestión.


martes, 17 de enero de 2012

¿Renunciaríais al BDSM por alguien?

En uno de los foros en los que participo se ha planteado esta interesante pregunta, que tiene más profundidad de la que aparenta.Me gustaría dividir la pregunta en dos partes: Renunciar y BDSM.

¿Renunciarías a una parte de ti por otra persona?

Todos nos hemos encontrado ante esta disyuntiva, conocer a alguien con quien todo es "casi" maravilloso... a no ser por esta pequeña cuestión que sabemos que no le gusta (aquí podeis añadir vuestro caso particular, alguna manía, costumbre, faceta de vuestra personalidad, gusto, afición, o fantasía). ¿Y qué hacemos en ese caso? cuando esa otra persona nos interesa mucho la primera opción es intentar cambiar nosotros, o hablar sobre el tema y negociarlo, y en última instancia ocultarlo o intentar minimizar el impacto de esa cuestión. Y según el grado de importancia que tenga para nosotros eso que ocultamos, con el tiempo se genera frustración e incluso se puede llegar al resentimiento.

Por supuesto que todo es cuestión de grados, no creo que exista la compatibilidad al 100% entre dos personas, y precisamente una de las lecciones más importantes en una relación es la tolerancia, pero también es cierto que por "amor" se hacen muchas cosas, entre otras, dejar de ser uno mismo por agradar al otro. Ese camino tiene un mal pronóstico a largo plazo, una lenta agonía que termina en la sensación de no ser aceptados, que cada cual resuelve a su manera (dejando la relación o satisfaciendo/mostrando esa faceta en un entorno en el que resulte aceptable).

No creo en la palabra sacrificio si no proviene de una necesidad propia de entregar algo nuestro que consideramos valioso a algo, o a alguien, como una forma de sublimación, cuyo resultado final es el engrandecimiento de nuestra estima. Cuando el sacrificio consiste en cercenar, dividir, esconder, entonces hablamos de cuartear, de desmerecer, y eso no creo que sea recomendable para nadie. A veces hay que aceptar que aunque sea "casi" maravillosa esa relación, el poder dormir con la conciencia tranquila es algo mucho más importante, y es que el engaño a los demás al final no es más que una forma de autoengaño.

Y a partir de ahí pasamos a la segunda pregunta: ¿y si lo que tengo que ocultar es el BDSM?

Pues hay varias respuestas posibles en función de lo que se entienda por "el BDSM". Para quien lo entienda como un conjunto de prácticas intensas, morbosas, excitantes, pues digamos que puede poner en la balanza otros factores de la relación, y sobretodo de la otra persona. Se puede llevar una vida sexual más convencional si nos sentimos realizados en esa relación, si nos llena en otros aspectos, aunque me temo que quien ha probado las mieles del BDSM dificilmente puede escapar a su embrujo.

Y así surge la segunda opción, que es la de introducir a la otra persona en el mundo del BDSM, con situaciones que puedan entremezclarse con lo convencional, por ejemplo un masaje de pies en el caso de un fetichista, o asumir las tareas de la casa en alguien servicial, etc. Son formas sutiles de hacerle entender a la otra persona lo que sentimos y necesitamos, de mostrarle nuestros gustos, y a partir de ahí siempre se puede intentar que su participación sea más entusiasta. Pero no nos engañemos, a partir de la parte más inocente del BDSM se entra en otra esfera no tan inocente que solo complace a las personas que lo llevamos en las venas, y puede fácilmente herir la sensibilidad de quien no tiene ningún interés en ello.

Creo que es fundamental asumir que las personas que estamos en el BDSM vocacionalmente estamos dando expresión no solo a una afición, o a unos gustos, sinó también a una necesidad (si no fuera así, sería muy sencillo dejar de lado el BDSM, como quien deja de coleccionar sellos). Es algo que forma parte de nosotros, que sentimos muy adentro, y que en cierta forma nos define y nos marca.

Por eso mi recomendación es que, en lugar de intentar convencer, introducir, o iniciar a alguien que no ha mostrado de motu propio un interés por el BDSM, nos movamos ya por un entorno en el que las personas que conozcamos nos entiendan, para las que podamos ser transparentes, y evitaremos el tener que disimular o escondernos, y a partir de ahi nuestra probabilidad de sentirnos realizados en el caso de que surja una relación más especial con alguien son mucho más elevadas. Por supuesto que a partir de ahí aun queda el camino por recorrer de la afinidad personal, de la complementariedad de personalidades y proyectos de vida, etc, pero al menos podremos recorrerlo con la tranquilidad de que no tenemos un secreto escondido que si sale a la luz lo mandará todo al traste.

Diría que en este caso, como en muchos otros, lo que sí funciona es la honestidad, puesto que nos adentramos en un territorio en el que tener confianza mútua es indispensable, y la confianza no se puede construir sobre mentiras y secretos.

Y no, no recomiendo renunciar a ser uno mismo por nadie. A la larga no funciona.


miércoles, 11 de enero de 2012

La ansiedad de la búsqueda


Para algunos el BDSM es un juego sexual, una salida de tono de tipo morboso, una sobreestimulación de los sentidos, una intensidad provocada y consciente, pero para otros puede ser el principio de un calvario.

Para quien no juega a ser un esclavo sexual, la llegada al mundo del BDSM puede provenir de las profundidades de sus entrañas, una búsqueda indefinida de una felicidad incierta, de un saber que nos falta algo pero no saber muy bien el qué, y encontrar en el entorno del BDSM algunas pistas de lo que podría llegar a ser. Y es que existen muchos caminos que nos llevan al autoconocimiento, y ninguno de ellos está exento de dificultades, y éste tampoco. Puede que todo nazca de una necesidad de sentirse dominado, sometido, y aunque podríamos discutir largo y tendido sobre lo que esto significa, en el fondo hay una necesidad de entregarse. Pero ¿entregarse a qué, a quien o el qué?

Buscando las respuestas a estas preguntas quizá la más evidente sea la de "a quien": una persona Dominante. Hasta aquí parecería lógico que si alguien necesita sentirse dominado requiera de alguien que le domine. Y empieza la búsqueda de Am@ a quien ponerse a sus pies, una tarea árdua si tenemos en cuenta que aun no tenemos claro qué necesitamos entregar o encontrar, y es que sin tener claro lo que somos dificilmente podemos ofrecernos de forma efectiva. Los ofrecimientos genéricos generan desconfianza por no saber qué se va a encontrar, y es que no es plato de gusto iniciar una relación con alguien y darse cuenta de que lo que se parecía ser en realidad no se es. 

También es cierto que detrás de un ofrecimiento hay también una necesidad de encontrar y de recibir (no me vale eso de que "lo único que quiero es que sea feliz"). Debe haber un equilibrio entre dar y recibir, y no creo que alguien pueda estar en una relación en la que solo da sin recibir nada (y que conste que no hablo de "recibir algo a cambio", que es algo interesado). Cuanto menos, cuando alguien se entrega merece que se le valore esa entrega (valorar = apreciar).

Ahora bien ¿qué es lo que entregamos realmente?¿de qué tipo de entrega hablamos? Se habla de que en las relaciones BDSM hay una persona que decide y otra que obedece, también se habla de cesión de poder, incluso de cesión de la voluntad. Y yo diría que lo que en realidad entregamos es nuestra confianza: la confianza en que la otra persona nos ayudará a definir eso que buscamos, a sentirnos plenos, realizados, y sobretodo, a sentirnos libres. 

A partir de aquí puede que surjan otros sentimientos o no, dependiendo de muchos otros factores que no voy a exponer ahora, pero por lo pronto me limitaré a una primera aproximación, la búsqueda básica: ¿a qué me estoy entregando?

Esta es la parte más complicada de definir incluso sintiéndola en toda su intensidad. Es cuando alguien siente que todo su ser pertenece a otra persona, un sentido de posesión que no acota sinó que expande nuestra sensación de ser libres (si no se acompaña de esta sensación de libertad estamos ante otro concepto distinto de propiedad, obsesivo y restrictivo). En esa libertad nos sentimos aceptados, comprendidos, exentos de pecado y de culpa, sentimientos que arrastramos de una religiosidad represiva, sentimos con intensidad que estamos vivos, más allá de sensaciones sensuales y sexuales extremas, pero es esa vibración vital, esa expansión de nuestro concepto de nosotros mismos lo que andamos realmente buscando, y que centralizamos en una relación.

Por eso es absolutamente normal sentir la ansiedad propia de esta búsqueda, porque es un camino, un proceso, uno para el que necesitamos de una mano amiga (o dos ;)), que requiere de nuestra parte muchísima confianza en la otra persona, ya que exponemos lo más íntimo de nosotros mismos (que no son los genitales, ni el cuerpo, ni siquiera la mente... es la desnudez de nuestra vulnerabilidad). No es posible confiar en todo el mundo o en cualquiera hasta ese grado, y por eso esta parte del proceso puede convertirse en un calvario de ilusiones y desilusiones, y con mucha facilidad se puede caer en la amargura y en el reproche a la humanidad en general, y porque no, en maldecirnos a nosotros mismos por tener esa necesidad de buscar.

Esto no se elige, es una llamada interior ineludible. No tiene sentido intentar detenerla, llegará con más fuerza. Pero es posible prepararse sin angustiarse, siendo conscientes de: que es un proceso que requiere de su tiempo, que encontrar a alguien en quien podamos confiar requiere conocer a mucha gente y descartar mucha más, que ofrecerse sin más simplemente por que alguien muestra interés por nosotros sin llegar a conocer a la otra persona frecuentemente es un error que profundiza nuestra ansiedad, que las prisas son malas consejeras, que conversar y compartir nuestros sentimientos, dudas, temores, anhelos más allá de las puras fantasías sexuales (que no son más que la punta del iceberg) nos ayudan a aumentar el sentido de adecuación, de que estamos en el camino correcto al descubrir que es una búsqueda conjunta, y nos permite armarnos de paciencia hasta encontrar a esa persona (o más de una a lo largo del camino), que nos permita seguir profundizando en nuestro propio conocimiento, que al final es lo que realmente buscamos.