miércoles, 16 de noviembre de 2011

Sobre el sexo y el amor en el BDSM

Parece que cuando hablamos de BDSM, estas dos cuestiones sean tangenciales, que tengan más importancia otros aspectos como el control (físico y mental), la experiencia, el dominio (entendido como sometimiento), cierta pericia en las prácticas, la obediencia, y un elevado interés en la estética particular de este mundillo.

Quizá porque el sexo se da por hecho en el mundo BDSM como motor (directo o indirecto) para entablar relaciones, dando salida a las fantasías, deseos, y maneras de vivir y entender la sexualidad que tenga cada cual.

Otro tema muy diferente es el amor, en todos sus grados. A estas alturas creo que todos estaremos de acuerdo en que un cierto nivel de afinidad y afectividad debería existir entre dos personas que mantienen una relación dentro del BDSM, aunque esa relación dure unas horas, para que la experiencia conjunta sea, cuanto menos, satisfactoria. Quien más, quien menos, tenemos en nuestro recuerdo esa situación en la que no existían ni esa afinidad ni ese afecto, y que se convirtió en un "qué ganas tengo de que esto termine y poder largarme", que nos deja un mal sabor de boca.

En el caso de las relaciones D/s, las dudas que pueden surgir son ¿puede darse una entrega verdadera sin que exista amor? ¿puede darse una entrega verdadera sin que exista sexo? A este respecto, os animo a conocer un poco más lo que sucede detrás del escenario en una relación hombre-mujer (lo mismo se aplica a una relación homosexual, ya que se produce el mismo fenómeno).


Sexo y amor producen vínculos a diferentes niveles. Una relación sin sexo y sin amor puede producirse a un nivel mental (por ejemplo, la admiración por alguien, por su manera de ser o de pensar), pero el ser humano es un conjunto, y esa admiración a la larga se traduce en deseo físico y en afecto. Este afecto no siempre deriva en amor (tal como se entendería de estar enamorado), pero puede mantenerse en un cariño profundo por la otra persona. 

La entrega puede entenderse de dos maneras: una entrega a un ideal, una situación, una sensación, una vivencia, o bien la entrega a una relación, a otra persona. Ambas formas son válidas siempre que sean correspondidas al mismo nivel. Dos personas pueden entregarse a lo que sienten, sin que necesariamente se entreguen la una a la otra (y remarco que en una relación la entrega es mútua, o no funcionaría a la larga). 

Desde mi vivencia, una relación en la que existe entrega mútua es de una intensidad y riqueza mucho mayor, pero como no siempre es posible encontrar a esa persona con la que congeniar y conectar a ese nivel, ser capaces de sentir afecto por la persona con la que estamos y entregarnos a la experiencia, es también una forma de sentirnos vivos, y de compartir lo que somos.

La entrega surge también de la confianza, y la confianza surge de conocer a la otra persona, de poder ser capaz de prever su comportamiento en diversas circunstancias, intuyendo que nos sentiremos seguros y aceptados en cualquiera de ellas. Y para llegar a ese grado de confianza se requiere de tiempo (de ahí el famoso tiempo de prueba, o collar de prueba). No es posible saber desde un principio si la otra persona se ganará nuestra confianza (y es que la confianza, igual que el respeto, hay que ganárselos), por eso no se puede esperar un grado de entrega elevado al inicio de una relación, es algo que se va alimentando y creciendo, y lo que hace que una relación vaya evolucionando.

También el afecto puede alimentarse y crecer, y con el tiempo convertirse en amor, ya que el amor bebe de esa confianza, y lo que en principio empezó siendo una atracción o una afinidad, puede llegar a convertirse en algo más profundo.

Por supuesto no voy a decir que ambos sean necesarios en una relación BDSM, que simplemente encontrarse y compartir una experiencia puede ser suficiente, pero para mi, la coexistencia de estos dos elementos hace que una relación BDSM se convierta en algo mágico.


martes, 15 de noviembre de 2011

La educación de un sumiso

- Señora, edúqueme a su antojo, haga de mi lo que quiera.

Como muchas de las frases que se suelen intercambiar en este mundillo, ésta tiene su doble filo o su múltiple interpretación.

¿Educar en qué medida y para qué?

En una relación D/s se puede pensar que la parte Dominante puede diseñar y modelar a la parte sumisa a su imagen y semejanza, o a su gusto, pero ¿es realmente esto posible?¿cómo se consigue educar a un sumiso?¿tiene algún sentido?

Para responder a estas preguntas me planteo varios tipos de educación, a partir de la propia definición de educar:

educar
1. Desarrollar las facultades intelectuales y morales de una persona.
2. Dirigir, encaminar, adoctrinar.
3. Enseñar los buenos usos de urbanidad y cortesía.
4. Adiestrar o perfeccionar los sentidos.

a) Enseñar los buenos usos de urbanidad y cortesía:

Esta la hemos recibido todos en mayor o menor medida, y consiste en unas normas básicas de convivencia y de respeto, que en el caso de que brillen por su ausencia, con algo de esfuerzo, repetición y paciencia se pueden aprender.

b) Adiestrar o perfeccionar los sentidos:

Hacerse a las prácticas en el grado que satisfaga a la Dómina conlleva una adaptación gradual, una educación de la sensibilidad, explorando los umbrales y los límites. No todo el mundo nace con un umbral del dolor elevado, pero la buena noticia es que hasta cierto punto puede incrementarse, y lo mismo puede suceder con otras prácticas que impliquen dilatación o resistencia, que el cuerpo se adapta en cierta medida.

c) Dirigir, encaminar, adoctrinar - la Educación adaptada:

A partir de esta base la parte Dominante puede tener unas preferencias personales en cuanto al tratamiento en privado o en público, sobre determinadas acciones (como caminar por delante, por detrás, abrir puertas, etc, la mayoría recogidas en el manual del perfecto caballero, y es que siempre digo que siendo un caballero se va a todas partes), o actitudes (tono, posturas, mirada...).En este caso el sumiso aprende aquello que puede complacer a su Dominante, se adapta en cuanto a lo que se puede esperar de su respuesta y actitud.

d) Desarrollar las facultades intelectuales y morales de una persona:

Esta fase de la educación, para quien quiera abordarla, puede implicar cambios en las creencias de la persona sumisa, asumir una nueva visión, abrir la mente a nuevas formas de pensamiento.

¿Es realmente esta educación posible?

Para algun@s Dominantes la educación no tiene porqué incluir todas las acepciones del concepto y se quedarían en los dos primeros, incluso una parte del tercero y con paciencia éstos son perfectamente asumibles. Pero para los que se sumergen en la modificación de la conducta pueden encontrarse con algunas sorpresas, y es que un hábito puede cambiarse en tres semanas (eso aseguran los expertos), pero cuando se trata de un rasgo de la personalidad entonces nos metemos en terreno resbaladizo.

Por poner un ejemplo: si queremos que nuestro sumiso nos diga "Señora" detrás de cada frase, hará falta recordárselo las primeras cien veces (con suerte algunas menos), pero al final se queda grabado en el subconsciente y sale sin más, cosas del condicionamiento. Pero pongamos que nuestro sumiso es de los impuntuales, o de los poco atentos, o despistado, o rebelde. Intentar cambiar un rasgo de la personalidad produce cierto grado de frustración a la larga, ya que la persona tiene que pasar a ser algo que no es, y que no será cuando no esté en nuestra presencia. Es decir, cuando esté con su Dómina se esforzará en ser todo eso que no es, pero a la larga no es más que una actuación, no es un cambio real, y producirá un elevado número de reincidencias.

Si además intentamos que la parte sumisa vea la vida como la vemos nosotr@s, que asuma nuestra forma de entenderla, que la acepte, que se adapte a ella incluso dejando atrás sus propias creencias, entramos en un terreno aun más resbaladizo. Esta clase de cambios, para que sean profundos, deben proceder de la confianza, de la admiración, de la comprensión y del razonamiento, nunca de la imposición. Se trata de mostrar y convencer, y eso no resulta sencillo.

¿Cómo se consigue educar a un sumiso?

He defendido desde un principio que los castigos no son útiles en el caso de la educación de las personas adultas, y que solo en el caso de no tener discernimiento puede conseguir algún resultado. Para mi, el tener a una persona a mi lado constantemente insegura porque teme equivocarse a cada paso no es el tipo de relación D/s que quiero tener.

No hay que confundir el castigo con aquellos juegos que lo parecen, porque un castigo tiene como motivación corregir una conducta indeseable, y por lo tanto no debería resultar agradable, por definición. Intentar cambiar a alguien a través de los castigos produce el efecto contrario, una rebeldía que al final deteriora la relación.

Desde mi punto de vista, la manera de educar es a través de la aprobación del esfuerzo, de la apreciación de los cambios que se vayan realizando. Creo que ya no se lleva lo de "la letra, con la sangre entra", y que se puede conseguir mucho más con cariño y constancia.

¿Pero tiene sentido educar a un sumiso?

Creo que esta es la pregunta clave. Toda relación conlleva una adaptación, y en una relación D/s esto es aún más marcado. Por supuesto que algo básico, como el tratamiento, o un cierto protocolo en privado y en público, ayudan al sumiso a sentirse más cómodo, más a gusto sabiendo que complace a su Dominante.

Pero en el caso de querer cambiar a la persona, yo diría que además de resultar muy costoso puede llegar a ser un fracaso. Sólo cambia quien quiere cambiar, y eso sucede de forma natural, sin que nadie se esfuerce en ello. Por supuesto que la parte sumisa puede cambiar, incluso transformarse, pero no será por la voluntad de la parte Dominante, como mucho será por su influencia, porque realmente con el ejemplo convenza a la otra persona de que vistas y hechas las cosas de otra manera se puede vivir o ser mejor. Entiendo que quien aprecie realmente a su sumis@ estará interesad@ en conocer bien como es, como piensa, como siente, y que aprovechará ese potencial para convertir al sumiso en la mejor versión de si mismo.

Pero si son tantos los cambios que hay que hacer para que la parte Dominante se sienta satisfecha, mi recomendación es pensárselo dos veces, y quizá esa relación no vaya a ninguna parte, o quizá pueda vivirse sin profundidad, que es también lo que buscan algunos. En todo caso es importante que haya un alto grado de honestidad entre ambos y cada uno consigo mismo, para saber si es posible hacer avanzar una relación entre ambos, porque una relación que no avanza es una relación que perece.


jueves, 10 de noviembre de 2011

Ni putas ni diosas: acerca de la relación entre FemDom y feminismo.

"Femdom y feminismo no son desde luego la misma cosa. Y habría que entender de manera muy extraña tanto uno como otro para defender lo contrario.

Sin embargo... cuando el río suena, agua lleva. Me explico. Lo que me parece es que para creerse algunas cosas del FemDom es necesario creerse algunas cosas del feminismo. Por supuesto, feminismos hay muchos. Pero aquí me quiero referir a lo que parece el núcleo mínimo de cualquier feminismo: no sólo que las mujeres gozan de iguales derechos, sino que gozan de la misma dignidad y autonomía. Mejor dicho, que deben gozar de la misma dignidad y autonomía (y de los mismos derechos, claro).

Dignidad es una palabra muy “grande”, y es mejor si me deshago de ella. Quedémonos con autonomía. Por autonomía normalmente se entiende la capacidad de poder dictarse las propias normas, es decir, el conjunto de normas (normalmente morales) que uno se dicta o elije para si mismo. Nuestros planes, lo que queremos y deseamos hacer.

Esto, se me dirá, puede ser verdad para el caso de las Dóminas, pero claramente no sería verdad para las sumisas. Eso si me permitís lo dejo para otra ocasión. Ahora quiero decir porque me parece que es necesario ser un poco feminista (en el sentido antes mencionado) para creer en el FemDom. Para entender el punto lo mejor es pensar cuando una persona no es autónoma. Una persona no es autónoma precisamente cuando la influencia material o psicológica que ejercen otros sobre ella es tal que no le permite elegir sus propias normas.

Se dirá, que este no es el caso de las Dóminas: son ellas precisamente quienes dictan normas, y no solo para ellas. Pero vean con atención damas y caballeros: ¿se puede condicionar tanto a una persona Dominante hasta el punto de recortar su autonomía? Yo creo que sí, y no me estoy refiriendo precisamente a los “límites”. Me estoy refiriendo, si de límites queremos hablar, a la ausencia de un cierto tipo de límites. En concreto, al hecho de hacer que la Dómina no sea más que eso: una Dómina.

¿Qué se espera de una Dómina? Se esperan multitud de cosas: imágenes de la feminidad que van desde la femme fatale, a la guerrera, la reina, la heroína, la diosa, la protectora, la bruja, la encarnación del espíritu de la naturaleza y, por supuesto, la puta. Todos roles extremos que no permiten tener otra identidad. Dicho más sencillamente: las Dóminas tienen que serlo siempre, no tienen descanso.

Eso se llama heterodeterminar a otra persona: cuando el ambiente es tal que no se permite a una persona no cumplir con o satisfacer determinadas expectativas. Desde luego, la Dómina puede elegir no mantener todo el tiempo un determinado rol. El problema viene cuando lo que se encuentra como contrapartida al “abandono” momentáneo del rol es el reproche o el abandono en sentido estricto por parte de la otra parte.

¿Pero no va precisamente esto del D/s de hacer que el otro (la Dómina) sea precisamente una reina o una diosa, y todo el tiempo? Yo creo que no exactamente. Si de D/s estamos hablando, entonces la persona Dominante tiene que tener la posibilidad de autodeterminarse, es decir, de elegir qué quiere ser en todo momento. Y eso es solo posible si la otra persona no exige permanentemente tener enfrente a una Dómina, sino a quien esa persona (la Dómina) desee ser en cada momento.


Desde luego, D/s no es lo mismo que dejar que la otra persona sea autónoma. Pero desde luego el respeto está en la base del Dominante.

En otro caso, si la persona no es autónoma sino puramente heterónoma – es decir, si no elige sino que le viene permanentemente exigido su rol dominante (bajo pena de abandono psicológico, emocional o directamente físico) – en realidad esa persona se convierte en un medio para la satisfacción de la otra persona (el/la sumisa).

Una vez leí de una gran persona que no era el medio de satisfacción de otras, y que no quería ser idealizada. También que le resultaba extraño que alguien dijera que quería que fuera su Dómina de tres a cinco, pero nada más que eso.

El punto es exactamente ese: si la persona Dominante no cumple con las expectativas, adiós. Eso, por mucho que pueda haber de 3 a 5, es heterodeterminación de la otra persona. Simplemente, pretender determinar a la otra persona, hacerla ser lo que nosotros deseamos que sea."

machi{AmAly}


Ser complaciente y otras leyendas urbanas

He ido comentando de pasada en otras entradas aspectos de la Dominación/sumisión que se suelen asignar a uno u otro de los roles, pero que a mi entender no deberían considerarse como exclusivos, ni determinantes de ninguno de ellos.

Un ejemplo de ello es el aspecto activo/pasivo, que lo único que indica es que en un momento dado alguien da y alguien recibe, y que mal iría si siempre fuera el mismo el que da y el mismo el que recibe, no hay manera más rápida de desequilibrar una relación, sea del tipo que sea.

Otro aspecto algo más confuso de delimitar es el de sádico/masoquista, y es que puede darse cualquiera de las dos tendencias en cualquiera de los roles: convertir el dolor en placer no nos convierte en parte sumisa, es solo una forma de obtener placer. Quizá sea difícil para algun@s este punto: ser capaz de admitir que nos gusta cierto grado de dolor no es fácil para algun@s Dominantes, como tampoco es fácil para la parte sumisa suministrar este tipo de placer sin que se remueva alguna que otra creencia.

El ser complaciente es otra de esas leyendas urbanas que pululan sobre el "cómo se debe ser", y es que parece que si la parte Dominante es complaciente con la parte sumisa, podría entrarse en ese curioso concepto de "la sumisión desde abajo", en el que la parte sumisa obtiene todo lo que quiere de la parte Dominante. Personalmente opino que ser complaciente se traduce en ocuparse tanto del propio placer como del ajeno, y que en ese sentido estamos disfrutando de conseguir nuestro placer a través del otro. Por supuesto que eso es lo que quiere la parte sumisa, que es complacernos, y si en complacernos son complacidos, pues no se me ocurre un trabalenguas más placentero que ese. 

No se debe confundir ser complaciente con ser condescendiente: se pueden favorecer aquellos gustos, preferencias, e iniciativas de la parte sumisa que a nosotras nos complazcan sin por ello caer en el extremo de acomodarnos únicamente a los gustos de la parte sumisa. Es más.... ser complaciente es una de las cualidades que yo considero necesarias en una buena relación, ya que nos saca por un momento de nuestro mundo para bucear y comprender el mundo del otro, y esa es la base para la famosa complicidad.

Y es que si buscamos la definición de la palabra "complacer", nos daremos cuenta de que es un binomio con doble sentido: por una parte es causar a otro satisfacción o placer, y también es deleitarse y sentir satisfacción. 

¿Hay mejor manera de alimentar una relación que sentirse a la vez complaciente y complacido?




Una visión y su reflejo

Me permito citar un fragmento de una de las respuestas que tan amablemente me dejais en este blog, para reflejar una visión, un punto de vista, los trazos de como entiende un sumiso la sumisión, una de las caras de la moneda:

"Es querer sentir ese susurro, esa forma de acariciar, esa forma de abrazar, esa forma de sentir vergüenza y orgullo al mismo tiempo. Es tener ganas locas de ver qué escribe la otra persona. Es quedarse sin palabras cuando lo lees. Son las ganas de querer bañar a alguien limpiándola con una esponja. Es tener ganas de sentarse entre sus piernas cuando ella está sentada en el sofá. Es tener ganas de notar su mano entre tus cabellos. Es ganas de que me diga que le apetece verme con esa camisa, con esos calzones o que me lo quite todo. Es ganas de hacerle reír. Es también ganas de que te siente en su regazo. De que te mire. De que te bese donde te duele. De que te duela tanto que te guste, o que te guste tanto que te duele. De darle un masaje en los pies mientras me lo cuenta todo porque lo quiero saber todo. Porque su voz resuena dentro de mi. De que las cosas me sepan a gloria si vienen de su mano. De que sea su mano la que dibuje mi sonrisa y delinee mi cuerpo."machiavelli

Y como toda moneda tiene dos caras.... queda la cara de la Dominación...

"Es desear volver a escuchar ese tono de voz suave, modulado, servicial. Es ver en su mirada que su interés por tí es genuino, que una sonrisa tuya le ilumina como si fuera un árbol de Navidad. Es sentir como su cuerpo entero se estremece con un leve roce de tus dedos, como se enciende la pasión con un simple susurro, cuando sabes que ocupas sus días y sus noches, y que tu imagen se superpone a todo lo que hace. Es tener la certeza de que hará lo posible y lo imposible por estar contigo, por hacerte sentir el centro de su ser, y que con un simple mensaje de móvil se altera toda su sangre. Es cuando el tiempo se detiene estando juntos, cuando los pensamientos de uno se convierten en deseos del otro. Es cuando estás deseando volver a reflejarte en su mirada, y desde arriba, coger su barbilla para besarle dulcemente".

Gracias por una visión tan hermosa, de las que hacen soñar, porque hay veces en que los sueños se hacen realidad.


Ama Busca Sumiso Verdadero (blog)

Dándome una vuelta por los blogs que pueblan el ciberespacio, me ha sorprendido gratamente encontrarme con un razonamiento paralelo al que intento en algunos de mis pensamientos: definir lo que es la sumisión descartando lo que yo creo que no lo es. 

En este caso el mecanismo se centra más en las clases de sumisos que se podrían denominar más bien "intrusos", que se colocan una etiqueta atractiva para conseguir lo que quieren. Escrito en un tono irónico que me ha hecho sonreir desde el principio, me ha permitido reconocer esas tipologías de sumisos que me he ido encontrando en las numerosas conversaciones que he tenido, y que han sido después centro de otras tantas conversaciones entre Dóminas sobre "cómo está el patio, por Dios".

Por lo pronto están recogidos los tipos "egoísta", "arrogante", "sexual", "masoca", "mentiroso", "doméstico", y "emparejado", y seguro que habrán más en el tintero. Recomiendo especialmente la entrada titulada "El feeling entre Ama y sumiso" que contiene una buena base para llegar a definir la verdadera sumisión.

Me doy cuenta de que, aunque cada una seamos distintas, únicas, realmente lo que buscamos o lo que nos gustaría encontrar no es tan diferente, y me pregunto si lo mismo les sucederá a ellos, si hay una base común sobre lo que esperan o desean encontrar... quizá eso simplificaría las cosas ¿verdad?

En mi caso lo único que puedo decir es que, cuando lo encuentras, todo tu ser te grita "!Sí, era esto lo que yo quería!", y ya no son precisas más definiciones, simplemente se sabe.



sábado, 5 de noviembre de 2011

¿Comunidad o fondo de armario?

Somos seres sociales... unos más que otros... y parte de la aceptación de uno mismo radica en encontrar aceptación a nuestro alrededor. Se puede crecer en un ambiente hostil, pero las ramas se formarán retorcidas por la falta de cariño, por los múltiples intentos de encontrar la luz. 

Toda comunidad se forma a partir de compartir afinidades, ideales, circunstancias, o quizá únicamente un lugar y un momento de la historia. Se puede pertenecer sin quererlo a una comunidad, como por ejemplo siendo de una raza concreta o naciendo en un lugar determinado. Pero hay otra clase de comunidades que se forman alrededor de un núcleo, de algo que nos llama desde muy adentro.

No hay nada tan fuerte y a la vez tan vulnerable como la propia identidad, el quienes somos, y por proteger ese pedacito de nosotros somos capaces muchas veces de pretender ser quienes no somos, de mostrar un disfraz que a duras penas cubre nuestro miedo a ser descubiertos. Ese mismo miedo es el que hace que escondamos en el fondo del armario todo aquello que nos gustaría ser y que no nos atrevemos a aceptar por miedo a ser rechazados por la gente que nos rodea, y más importante aún, por la gente a la que queremos.

Quizá es que no hemos perdido de vista que cuestiones como filiación política, creencias religiosas, raza, clase social o género supusieron en el pasado una base aparentemente legítima para algunos de rechazar aquello que se consideraba "incorrecto", "peligroso" o simplemente diferente. Pero estamos en un momento distinto, uno en el que no nos espera un pelotón armado en la puerta, y aún así seguimos escondiéndonos.

Varias personas me han dicho cosas tales como... "no, yo esto lo vivo en la intimidad de mi dormitorio"... "no, no soportaría que se enterara mi familia".... "si esto se supiera sería mi fin".... "yo no soy así, solo que me da morbo jugar a serlo"... "esto es solo un juego sexual, nada más"... "nadie tiene porque saber lo que hago en la intimidad"... y cada cual es libre de plantearlo como quiera, y de vivirlo como pueda, pero lo que yo leo es: "este es mi secreto, porque si alguien se enterara me moriría de la vergüenza, o cambiaría mi vida".

¿Y de qué hay que avergonzarse? Es como decir que alguien tiene que avergonzarse de ser alto, o bajo, o rubio, o moreno, de gustarle más el dulce que el salado, de preferir el mar a la montaña, de ser cariñoso o de ser huraño.... el quienes somos es quizá lo más importante que tenemos, lo único que queda cuando no nos queda nada que llevarnos a una isla desierta.... y así nos sentimos cuando descubrimos que una parte de nosotros no se ajusta a lo establecido como normal, como náufragos en una isla.

Hasta que un día, sin saber muy bien como, tropezamos con algo, con alguien, o sentimos la necesidad de buscar, o de definir un poco más qué es lo que nos sucede, en un intento de justificar ese posible "error" de la naturaleza... y al lanzar botellas al mar, cual es nuestra sorpresa al recibir respuesta... "sí, sé de qué me hablas, yo soy como tú". Y este momento puede cambiarlo todo. Podemos decidir que en nuestra isla vivimos bien, nadie nos dice qué está bien o mal, es nuestra república independiente. Pero esa sensación de inadecuación no desaparece, sigue estando justo en el límite de la isla.

Para algunos se produce un sentimiento de rabia por tener que disimular, que fingir, y se dan cuenta de que su vida tiene poco de auténtica, porque cuando aprendes a ocultarte, hay mucho que ocultar. Y ocultar algo requiere estar siempre alerta, vivir en la clandestinidad, en un estado de angustia que nos consume. ¿Y cómo se puede salir de este estado?¿dónde encontrar el valor para abrir esa puerta?

Mucho se ha dicho sobre si es peor para un rol que para otro, para un género o para el otro, pero la verdad es que todos, sin excepción, al final han de tomar la decisión de mostrarse al mundo, aunque sea al mundo virtual de internet. Y entonces te das cuenta de que otras personas antes que tú han dado esos pasos, se han internado en un mundo del que se sienten partícipes, y que en algunos casos incluso se han dado a conocer... y entonces te das cuenta de que no se ha quemado, ajusticiado, encerrado, o decapitado a nadie por mostrarse abiertamente, por decir "así soy yo... así lo vivo".

Superar la vergüenza o la culpa es un precio irrisorio comparado con la libertad de poder salir a la calle con la cabeza bien alta, y a ese sentido de libertad contribuye la comunidad como yo la entiendo. 

Una comunidad no garantiza que todos sus miembros estén de acuerdo en todo, ni siquiera que vean las cosas de la misma manera, no nos vuelve extrovertidos o agradables si no lo somos. Pero nos permite tener un espacio en el que no nos sentimos extraños o inadecuados, sino totalmente expuestos, desnudos, libres de falsas vestiduras. Dentro de la comunidad lo incomprensible resulta comprensible, lo inaceptable es no solo aceptado sino promovido, y sirve como base para explorarnos en compañía de otras personas que, como nosotros, están en su propio camino de descubrimiento. Una comunidad acoge, como si de una familia se tratara, y como en todas las familias hay matriarcas, patriarcas, herman@s mayores, menores, los tíos lejanos, las ovejas negras, los descastados, los que siempre organizan las comidas familiares, los que se tienen manía y los que se adoran. Y toda comunidad se forma alrededor de un núcleo, que puede ser un lugar o una/varias persona/s... y frecuentemente se trata de una mezcla de ambas cosas.

En este sentido, para mi ha resultado muy importante el encontrar un grupo de personas asiduas a determinados lugares (comunidades web, locales, chats...), personas que con su continuidad le han dado peso, sentimiento, calidez, a lo que podría haber considerado simplemente una forma de vivir la sexualidad, y la ha transformado en algo más, en parte de mi identidad, en parte de mi manera de ver la vida, algo que antes no me había planteado. 

La necesidad de pertenecer no es exclusiva de la sumisión, todos necesitamos sentir que pertenecemos a algo, que formamos parte de algo más allá de nosotros mismos, eso da significado a nuestras vidas por encima de sobrevivir en el día a día. De qué queremos formar parte dice mucho de nosotros, y porqué queremos formar parte de ello, también.

Por supuesto el grado de implicación de cada cual es una decisión individual, en una comunidad hay quien está en todas partes y quien observa desde su rincón, y todas las posiciones son válidas, y es que lo importante es formar parte de la comunidad, cada cual con su personalidad... y sobretodo ser consciente de que se forma parte de una comunidad. Dicen que sólo en momentos de crisis o de peligro es cuando verdaderamente se saca lo mejor y lo peor del ser humano, pero a mi me gustaría no tener que llegar a ello, sinó darnos cuenta de que formamos una Comunidad, así, con mayúsculas, y que cuando nos reunimos en cenas y quedadas en cierta forma reivindicamos nuestro derecho a existir, a expresarnos, a encontrarnos, y que de nosotros depende que esta Comunidad siga creciendo, apoyando a quien se acerca con sinceridad, respetando las diferentes visiones, y como suelen hacer las familias, reuniéndonos alrededor de la mesa el día de Navidad

El fondo del armario puede ser seguro, pero con el tiempo resulta incómodo, enclaustrante, y nos espera un mundo de oportunidades y descubrimientos cuando decidimos abrir la puerta.... y es muy de agradecer cuando hay varias manos amigas que te esperan para no dejarte caer al suelo.... Y es que no hay mayor límite que el que nos imponemos a nosotros mismos, ni mayor satisfacción que la propia aceptación.


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